Con la elecciones presidenciales de 2016 como quien dice a la vuelta de la esquina, queda claro que el tema migratorio será central en el proceso primarista republicano y luego en los comicios generales.
Y una vez más, al haber figuras de origen hispano o al menos con apellidos en español en la ecuación, se revive el debate sobre si ser hispano o tener un nombre hispano es razón suficiente para que un elector latino vote por esa persona.
En un universo tan amplio de votantes latinos debe haber algunos que ciertamente se dejen llevar por el detalle del nombre sin averiguar cuál es la plataforma del candidato, sobre todo si la reforma migratoria con vía a la ciudadanía figura entre los intereses de esos electores.
El primer republicano en lanzarse al ruedo de primarias fue el senador de Texas, Rafael Edward – Ted Cruz, nacido en Calgary, Alberta, Canadá, hijo de un inmigrante cubano y de una estadounidense. Como su mamá es estadounidense, Cruz es ciudadano estadounidense (natural born citizen) y, de hecho, el año pasado renunció a su ciudadanía canadiense.
Cruz es favorecido por el ala más extremista del Partido Republicano, ha jurado que si gana la nominación y posteriormente la presidencia abogaría por la derogación de la Ley de Cuidado Médico Asequible, mejor conocida como Obamacare, por considerarla anticonstitucional, aunque la semana pasada se supo que el senador y su familia obtendrán cobertura médica a través del Obamacare. Pero me desvío.
El joven senador de Texas también cataloga de anticonstitucionales las acciones ejecutivas migratorias que protegerían de la deportación a jóvenes indocumentados (DACA) y a padres de ciudadanos y residentes permanentes (DAPA). Las llama «amnistía ejecutiva ilegal».
En 2013 votó en contra del plan de reforma migratoria amplia S. 744, que incluía una larga y sinuosa vía a la ciudadanía, y que finalmente se aprobó en el Senado, pero nunca se discutió en la Cámara Baja en la pasada sesión del Congreso.
Pero Ted Cruz tiene cosas que aclarar porque durante ese debate propuso una enmienda que eliminaba la vía a la ciudadanía del proyecto S. 744, pero no desechaba que algunos indocumentados obtuvieran permisos de trabajo sin vía a la ciudadanía, algo muy similar a las acciones ejecutivas giradas por el presidente Barack Obama, sólo que por la vía legislativa.
Y su otra postura es la que usan todos los republicanos cuando quieren aplacar a la base: seguridad fronteriza primero, ignorando los avances en ese frente o los millones destinados a la militarización de la franja.
El otro potencial aspirante a la nominación presidencial republicana de origen cubano es el senador de Florida, Marco Rubio, quien fue parte del llamado Grupo de Ocho que acordó el lenguaje del proyecto S. 744.
Pero tras su aprobación en el Senado y estancamiento en la Cámara Baja, Rubio, tratando de reconquistar la base que lo criticó por su apoyo a lo que ellos catalogan de «amnistía», dio un viraje de 180 grados y se subió al caballito de «seguridad fronteriza primero» del cual tampoco se baja.
Igual que Cruz, condena las acciones ejecutivas migratorias. Propone además que la reforma se haga por partes y que sólo se hable de legalización cuando se haya garantizado la seguridad fronteriza, aunque no se sabe qué quiere decir eso exactamente.
Así, Marco Rubio y Ted Cruz evaden decir qué proponen hacer exactamente con los más de 11 millones de indocumentados que no sea cuasi sellar la frontera con ellos dentro en un limbo migratorio.
El único potencial aspirante a la nominación republicana que dice que hay que conceder una vía a la legalización no es hispano, aunque está casado con una mexicana naturalizada: Jeb Bush, el ex gobernador de la Florida que también habla de seguridad fronteriza y condena las acciones ejecutivas migratorias, pero recuerda que 11 millones de indocumentados no serán deportados y hay que regularizarlos.
Aunque ha danzado entre legalización vs ciudadanía, en una reciente escala en New Hampshire, sede de la primera primaria del ciclo electoral, Bush habló de ciudadanía en el contexto de una medida similar al S.744 del 2013 donde esa vía a la ciudadanía tome más de una década.
De manera que ese sector de votantes latinos para quienes el tema de la reforma migratoria es definitorio para decidir a quién apoyan, tienen tela de dónde cortar.
Tanto republicanos como demócratas no deben olvidar que el voto latino es variado y atrás está quedando la costumbre de echar mano de trilladas frasecitas en español o de visuales que quizá apelen a un sector, mas no a otro. No es lo mismo hacer campaña en el Sudoeste del país que en el Sur de la Florida, en Orlando o Nueva York.
Y si los precandidatos son de origen hispano, recordar que si el hábito no hace al monje, el apellido no hace al candidato.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice