Poco a poco se va estructurando el espectro político que definirá el proceso electoral del próximo año 2012. El partido Acción Nacional cuenta ya con su nuevo presidente, el senador Gustavo Madero; mientras que el viejo PRI tienen como candidato único a suceder a la tlaxcalteca Beatriz Paredes Rangel al exgobernador de Coahuila Humberto Moreira. El PRI tiene un candidato velado a la presidencia en la persona de Enrique Peña Nieto, quien ha sido prohijado por la empresa Televisa.
Por su parte el PAN aún no tiene un candidato sólido y serio a suceder a Felipe Calderón y lo más cercano que ha sonado es el secretario de Hacienda Ernesto Cordero, quien no tiene ningún talento político.
Sin embargo, el problema del panorama electoral que se construye para el 2012 está en los partidos de izquierda, en particular, el partido de la Revolución Democrática quien fuera prostituido por el gobierno Federal convirtiéndolo en un partido al servicio de Felipe Calderón y con ello, lo ha diluido de ser la fuerza política que bajo el liderato de Andrés Manuel López Obrador ganó la presidencia de la República en 2006 (robada por Calderón), hoy se pierde entre la chiquillada partidista.
Las izquierdas de todo el mundo han enfrentado la problemática de contener el poder. No es fácil en el mundo occidental donde el capitalismo es voraz, hacer frente a los embates del capital y la iniciativa privada; sin embargo, los partidos de izquierda que han llegado al gobierno se han sabido adaptar a la dinámica de la administración pública y han fortalecido la idea de la transparencia y la rendición de cuentas.
Ejemplos los tenemos en diversos puntos de la geografía mundial; no obstante, en México la radiografía es diferente. La izquierda organizada ha sido más eficiente desde la oposición y sólo en casos específicos desde el poder.
El asunto es básicamente esa idea errónea que se tiene sobre la noción de izquierda. Para muchos decir izquierda es pensar en marxismo, socialismo, Lenin, etcétera. Es importante precisar que, primero, no caben esas ideas en el actual mundo moderno y segundo, aquella experiencia de la guerra fría fue un fracaso ideológico en tanto que no se comprendió con precisión la teoría de Marx, la cual en ningún momento estableció un “las cosas deben ser así” sino que en todo caso la tesis de pensador alemán fue, “todo parece indicar que llegaremos a”…
Sin embargo, las izquierdas en el mundo (y México no es la excepción) se han acoplado con visión de futuro en la construcción de la vida social. De hecho, son la fuerza política que da equilibrio a la composición política. Por consiguiente, en México se esperaría que el partido de izquierda con mayor número de militantes y seguidores funcionara precisamente como ese fiel de la balanza, pero lamentablemente para el México sangriento esto no es así.
En 1988, año en que el clima político transformó para siempre la vida electoral de México, las izquierdas se unieron en torno a la figura de Cuauhtemoc Cárdenas Solórzano quien se convirtió en el líder de un movimiento que más tarde fundaría el partido de la Revolución Democrática. Los datos, la movilización, la conciencia y acciones ciudadanas de aquél año, dieron en la realidad el triunfo tácito a aquella izquierda fortalecida y unificada; por ello, el gobierno federal de Miguel de la Madrid se vio obligado a desconectar el sistema de conteo computarizado y desconoció a Cárdenas como ganador otorgando la victoria de la elección presidencial al priísta Carlos Salinas de Gortari.
Con este asalto de la clase política gobernante, lejos de disminuirse, la izquierda se fortaleció y emprendió un trabajo sistemático para convertirse precisamente en la fuerza política que diera equilibrio a la composición política nacional.
Dieciocho años después de aquel robo electoral, en 2006 la historia se repitió. Sólo que esta vez, el gobierno federal no sólo se satisfizo con el robo de la silla presidencial, sino que fue a más y se propuso diluir a la izquierda del espectro político.
La máxima filosófica de “divide y vencerás” fue la idea sustantiva del gobierno calderonista para aniquilar a toda costa a su mayor y más cercano adversario político. De esta manera, en el camino el PRI se fortaleció sin un sólo cambio a su estructura de poder.
El PRI de Peña Nieto, es el mismo que gobernó durante más de setenta años con indiferencia y autoritarismo.
Así las cosas, la izquierda mexicana llega diluida y sin fuerza al 2012, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) mantiene su proyecto alternativo de nación vigente, pero sin un partido político de altura que lo respalde. Por más que esté cobijado por los partidos del Trabajo y Convergencia, el proyecto de AMLO necesita mayor organización e impacto que no tiene, debido al cerco informativo que le han impuesto desde la guerra sucia emprendida primero por Vicente Fox y prolongada por Felipe Calderón.
De esta manera, el 2012 se convierte en más de un sentido, en el año donde los ciudadanos mexicanos tendremos la oportunidad de reorganizar nuestro ambiente político.
Cualquier acción política que se emprenda en nuestro país y allende las fronteras, deberá ser con la mirada hacia la organización y a recuperar la estabilidad del Estado. Probablemente, este 2012 es la oportunidad para replantear y debatir el papel de los partidos políticos como únicos mecanismos de acceso a la función pública.
Quizás sea hora de que las candidaturas ciudadanas adquieran un papel relevante o sino por lo menos que asistan a evaluar los proyectos de nación de uno y otro candidato.
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