Las calles se llenan de banderas y de camisas piratas. Pero nadie se engaña, ya no, el país no es del primer mundo. Las calles, los periódicos, el televisor se llena de sangre real y de mentiras ciertas mientras las mismas noticias nos ofrecen una realidad alterna. La selección de fútbol, los amoríos de los futbolistas, los caprichos de Aguirre, el esquema táctico y la falta de contundencia comparten encabezados con la corrupción, con los carteles, con las elecciones y la pobreza. Y ya hasta parece que en este 2010, todos los mexicanos vamos a perder la cabeza en la borrachera del bicentenario de la añorada independencia.
Si todo fuera como el fútbol solucionaríamos una mala racha, una mala crisis, una mala historia, con un par de goles o con la mínima diferencia. Pero aquí nadie gana, nadie puede golear a la realidad. Lo que es es y no hay tiempo de descanso.Sin embargo el mundial, el Tri, sin ser de primera calidad, nos llena de esperanza. Y sólo nos importa ganar, dejar de perder por un día. Y todos quisiéramos ser campeones del mundo por 90 minutos. Salir de un bar bailando, gritar en las calles, abrazar a los extraños y volvernos niños aunque sea por un rato.
Pero antes llegan las dudas que nos ha inculcado la historia. Y a algunos ya les empiezan a temblar las patitas sólo con pensar que este 11 de junio vamos a presentar el mundial al mundo. Y vuelven los miedos a la memoria, los penales que en el 94 no metimos, los túneles por donde se nos fue la pelota para irnos del 98, el mal arbitraje del 2002, la defensa bruta y los desplantes del odiado vecino y del 2006 el ya merito sin mérito contra el talento de los pinches argentinos. Todo tiembla, todo nos hace dudar. Y no es que no sepamos ganar sino que todos los días perdemos.
Perdemos pero olvidamos porque no hay rencor y a veces ni coraje. Lo olvidamos todo porque hemos guardado toda la esperanza posible para el silbatazo inicial. Sabemos que en el mundo de la esperanza vamos a ganar siempre sin importar el marcador. La esperanza nos da dos vidas, una para los sueños y otra para la realidad. Y la pelota que rueda nos hace un poquitín más felices.
El fútbol es bipolar de una portería a otra. Un poquito de gloria nos da el cielo y un gol en contra nos hunde en el infierno. El árbitro, como representante del tiempo y de toda su familia, es la madre de todas los penas. Un error en contra nos mata o nos vuelve asesinos. Por otro lado una injusticia a favor nos hace olvidar que todos trabajamos para construir un país más justo y mejor. Así también, los berrinches del jorobado nos recuerdan que todos los días crecemos para seguir siendo niños.
Y al Tri todos lo quieren ver vestido de lujo negro. El Presidente, la vecina, mi abuelita, los millones de mexicanos venidos al Norte, los vales, los plebes, los niños bien y más los niños mal, las secretarias, mi tío, los borrachos, los políticos, los muertos (¿por qué no si a veces votan?), los no convocados, los del cerro (porque el fut es como la Coca Cola que llega a todas partes), los que ven fútbol para ver a México perder, los que no tienen tele, los jotitos, los ricos, los pobres, los indígenas, los extranjeros y extraños. En pocas palabras, etcétera, etcétera hasta llegar a todos los rincones de un país que confunde a su selección de fútbol con la patria misma.
Y es que a veces en este país nuevo de 200 años nos da por pensar que tenemos el poder y la estrategia adecuada. Y si no vivimos nosotros que viva la democracia. Y si no escogemos a nuestros gobernantes por lo menos nos toca elegir a nuestros delanteros, al portero y al lateral derecho. Y que alguien le explique a Aguirre que ya no toleramos las dictaduras y que le digan también que se ve bien en la propaganda de gobierno pero que lo que dice ninguno puede creerlo. Vivimos a nivel de cancha donde a veces no hay ni empleos. Y a la federación le aviso que el censo contará a más de 100 millones de directores técnicos.
Y los especialistas dicen que la selección no se preparó adecuadamente. Sorpresa hubiera sido que al decir ahorita se hubieran puesto las pilas para hacerlo bien de una vez por todas. Dicen, también, que se jugaron muchos partidos para satisfacer los intereses económicos (pero a quién no le gusta tener dinero). Y sobre la gira por Europa dicen que nos fue regular. Yo digo que nos fue mal. Primero perdimos contra el globo inflado de Inglaterra que no ganará nada este Mundial. Bien nos hubiera ido si le hubiéramos ganado a Holanda que juega lindo y estructurado. Pero nos fue mal y le ganamos a Italia, buen marcador y buen partido, les dimos un baile tapatio pero nos fue mal porque ahora estamos sin dormir pensando que podemos, como ellos, ser campeones del mundo. La esperanza desbordada es dañina como el veneno. Nos saca de la realidad y nos hace mensos.
Y nos vamos a la cama soñando con el nuevo héroe nacional, el nuevo Hidalgo, el que nos vende los mejores zapatos. Será el Chicharito el que nos de la libertad o será Salcido el que con una diagonal cruzada nos recuerde a Juarez contra los franceses. Será Torrado el nuevo Zaragoza. O será patético aceptar, después de la derrota, que la neta ningún jugador se merecía tantas ilusiones. La verdad no se sabe porque la moneda apenas va en el aire. Y con tanta esperanza nos rehusamos a pensar que las cosas no saldrán bien.
Que ruede el balón y que entre en las redes enemigas. No vamos a Sudáfrica de paseo , ni hacer amigos, ni a hacer la guerra pero si regresamos sin triunfos tampoco veremos la paz. En México todo parece estar a punto de estallar. Y sólo hace falta el silbatazo inicial.