No a la guerra con Irán

Los mensajes que escuchamos, los tambores que llaman al ataque contra el régimen iraní, son dirigidos al conflicto mediático, y vienen de todas partes. Irán e Irak participan por su lado. También ellos organizan sus tropas y sus armas, sus voceros y sus computadoras y se preparan para combatir. El parlamento en Bagdad votó por demandar el retiro de las tropas estadounidenses. Y Teherán anunció su retirada del acuerdo nuclear de 2015. Subleva la facilidad con que Washington se pinta la cara con colores de guerra y aferra las armas. Y la idea de que una vez iniciados los combates, la oposición a Trump se diluirá entre gritos de apoyo a las tropas en el frente.

Como por arte de magia, un dedo aprieta un botón y envía cuatro misiles mortíferos a Bagdad, matando al general Qassem Suleimani.

Fue por 22 años el jefe de la Fuerza Quds (nombre árabe de Jerusalén), la unidad de la Guardia Revolucionaria encargada de operativos en el extranjero. Fue el astuto arquitecto y controlador de guerras de guerrillas en Medio Oriente. Fue  quizás la persona más allegada al ayatola Alí Khameneí y su principal asesor. Fue un despiadado que organizó ataques contra israelíes y judíos en Tailandia, Azerbaiján, Bulgaria, India, Georgia. De pronto es héroe. Muerto, pero héroe.

Y como por arte de magia, Donald Trump dio vuelta su situación política doméstica de manera temeraria, y enganchó a la opinión pública y al establishment bélico a su favor.

La situación política, auguraba el deshonor de un juicio político a Trump en el Senado. La opinión pública le desfavorecía, con una mayoría que hasta hoy lo  quería ver destituido, alejado, olvidado, inmediatamente. Y las encuestas mostraban que lo derrotaría cualquiera de los precandidatos demócratas.

Y ahora, vuelven a soplar los vientos de la guerra.

Porque que no quepan dudas: este conflicto se origina, se nutre, se debe al dominio de los titulares, de las redes de cable que vociferan el nombre de Trump como si fuera Stalin. Este conflicto es para incitar aún más, aún más, a los ya convencidos. Es para llegar al público que votará en pocos meses si rechaza a Trump. Para eso es.

Y por eso, y no porque Suleimani era el terrorista que realmente fue y no porque preparaba un misterioso ataque, por eso mataron a Suleimani. Por la oportunidad de distraernos de lo que pasa.

Ahora nos quedamos con una escalada incierta, en un conflicto con dos lados. Por una parte, un país que si bien fanático, es cauteloso en sus acciones y que combatió bajo Suleimani a El Qaida y al Califato islámico. Por el otro, un país que si bien democrático, tiene un liderazgo incapaz, extremista, impredecible.

Ese último país somos nosotros, Estados Unidos.

Quizás lo peor sea ver cómo otra vez se repiten las excusas para iniciar un conflicto bélico.

El título de la más irresponsable sería el tuit del vicepresidente Pence, de que Suleimani fue parte del complot del 11 de Septiembre y de ahí que merecía la muerte. Pero esto es inaudito. Irán es shiita y los ataques fueron por sunnies provenientes de Arabia Saudita. Dos facciones religiosas que se combaten desde hace siglos. La afirmación de que Irán es responsable por 911 es traida de los pelos, no apareció en ninguna parte hasta ahora y está destinada a confundir a generar hostilidad hacia Teherán y apoyo a la guerra.

Pero indudablemente vendrán otras excusas y en conjunto superarán incluso a la de armas de destrucción masiva que supuestamente tenía Saddam Hussein, lo que justificó la invasión de Irak en 2003 por parte de otro presidente y vicepresidente, Bush y Cheney.

Los mensajes que escuchamos, los tambores que llaman al ataque contra el régimen iraní, son dirigidos al conflicto mediático, y vienen de todas partes. Irán e Irak participan por su lado. También ellos organizan sus tropas y sus armas, sus voceros y sus computadoras y se preparan para combatir. El parlamento en Bagdad votó por demandar el retiro de las tropas estadounidenses. Y Teherán anunció su retirada del acuerdo nuclear de 2015.

Subleva la facilidad con que Washington se pinta la cara con colores de guerra y aferra las armas. Y la idea de que una vez iniciados los combates, la oposición a Trump se diluirá entre gritos de apoyo a las tropas en el frente.

No es demasiado temprano para que este medio se una a quienes dicen: no a la guerra.

  • No a una guerra que quiere perdurar hasta noviembre y volcar las elecciones a favor de Trump.
  • No a una guerra que llevará destrucción y muerte a miles de civiles y soldados en Medio Oriente y en cualquier lugar del mundo.
  • No a una guerra cuya victoria será hueca, endeble y temporaria. Cuya duración será indeterminada y cuya expansión, incontrolable. Irán no es Irak.
  • No a una guerra capaz de irrumpir los servicios computarizados y el mismo internet.
  • No a una guerra que costará miles de millones de dólares que se iban a dedicar a estabilizar la economía, ya que no a mejorar el tejido social.
  • No a una guerra que no traerá ninguna solución que no se pueda conseguir hoy mismo en negociaciones diplomáticas. Así de simple.

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Fundador y co-editor de HispanicLA. Editor en jefe del diario La Opinión en Los Ángeles hasta enero de 2021 y su actual Editor Emérito.
Nació en Buenos Aires, Argentina, vivió en Israel y reside en Los Ángeles, California. Es periodista, bloguero, poeta, novelista y cuentista. Fue director editorial de Huffington Post Voces entre 2011 y 2014 y editor de noticias, también para La Opinión. Anteriormente, corresponsal de radio.
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Founder and co-editor of HispanicLA. Editor-in-chief of the newspaper La Opinión in Los Angeles until January 2021 and Editor Emeritus since then.
Born in Buenos Aires, Argentina, lived in Israel and resides in Los Angeles, California. Journalist, blogger, poet, novelist and short story writer. He was editorial director of Huffington Post Voces between 2011 and 2014 and news editor, also for La Opinión. Previously, he was a radio correspondent.

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