De pronto todo el mundo parece estar hablando y debatiendo las posibilidades de un Ingreso Básico Universal (UBI). Y a no equivocarnos, la idea suena más que interesante, ¿no?
¿De qué se trata? Pues de garantizar un ingreso a todo el mundo sin importar de si está trabajando o no, si es rico o pobre. Como dice el término: universal.
Tal vez la insistencia de Andrew Yang en su monotemática fallida campaña presidencial de meses atrás ayudó a abrir una puerta que, con los estragos económicos de la pandemia, parece haberse ensanchado.
Las estadísticas económicas son escalofriantes. Con el COVID-19 se está experimentando una contracción económica que, con un 20% de desempleo real, la acerca a los niveles de la Gran Depresión de los 30.
Intervencionismo estatal
Pero mientras el colapso de Wall Street en octubre de 1929 no generó una reacción gubernamental inmediata, la crisis de 2020 ha unido a demócratas y republicanos detrás del CARES Act que con más de $1 trillón es un ejemplo inocultable de intervencionismo keynesiano.
Esa política económica, irónicamente implementada durante una administración republicana, puso en los bolsillos de los contribuyentes $1,200 y flexibilizó el sistema del seguro de desempleo para asegurar que se mantenga un nivel de consumo razonable que evite una mayor contracción económica.
Y esos cheques de $1,200, si bien tienen restricciones, indudablemente se acercan al concepto de lo que el Ingreso Básico Universal propone.
Stockton, California
La idea del Ingreso Básico Universal ya se está implementando, con diversas variantes, en otros lugares como Kenya, Irán y hasta en Alaska, en los Estados Unidos. Pero aquí en California, aunque no se haya estado hablando mucho de ello, también tenemos nuestro propio experimento.
Más específicamente, en Stockton, donde en febrero de 2019 comenzó un programa piloto que se mantendrá hasta julio de este año y que, si se consiguen los fondos necesarios, podría continuar.
¿De qué se trata? Pues, se seleccionó al azar a 125 hogares de residentes locales con un ingreso por debajo del promedio de la ciudad y se les da $500 por mes. Considerando que el promedio de ingresos de los seleccionados es de $1,800 por mes, al recibir $500 adicionales su ingreso aumenta casi un 30%.
¿Quiénes son los que más se benefician? Las minorías raciales y étnicas ya que un análisis de las características demográficas de los seleccionados indica que 37% son latinos, 28%afroamericanos y 11% asiático-americanos.
Por supuesto una preocupación inevitable es la cuestión de dónde obtener financiamiento. Todo un desafío si en vez de un experimento piloto se pasa a considerar un emprendimiento macroeconómico. Algunos economistas han sugerido que un programa de Ingreso Básico Universal en Estados Unidos, que aporte $1,000 mensualmente, podría costar alrededor de $3 trillones anuales.
La pregunta
Pero más allá de los costos que la idea involucraría, lo que habría que preguntarse es, ¿por qué un trabajador estadounidense tiene que trabajar 303 años para tener el ingreso promedio equivalente a lo que gana un CEO de las corporaciones más importantes de las Fortune 500? Más allá de las triquiñuelas teóricas, ¿cuál es la justificación moral para tanta disparidad?
En “Capital en el Siglo XXI”, el economista francés Thomas Piketty presenta un brillante análisis de la tremenda desigualdad de ingreso y la concentración de la riqueza en sociedades occidentales en los últimos 250 años. Un fenómeno que se ilustra en que, en Estados Unidos, el 1% de los más ricos controla alrededor del 40% de la riqueza nacional. Un porcentaje que se transformó en la bandera de Occupy Wall Street.
Con la globalización, la Revolución Tecnológica, la reconfiguración que la inteligencia artificial viene y continuará generando en mercados laborales y, ahora, con los estragos de la pandemia, ¿cómo no se va a considerar la posibilidad de un Ingreso Básico Universal para paliar tanta desigualdad?
Un impuesto progresivo
El dinero está allí. El problema evidentemente es que está concentrado en las manos de unas pocas familias multimillonarias y gigantescas corporaciones multinacionales que, casi como un insulto a la razón, en algunos casos ni siquiera pagan impuestos pues han encontrado sofisticados ´loopholes´ contables. De acuerdo al Institute on Taxation & Economic Policy, ese es el caso de General Electric y otras 18 corporaciones Fortune 500 que, entre 2008 y 2015, no pagaron ni siquiera un centavo en impuestos.
La respuesta, como muchos incluyendo Piketty han sugerido, es un impuesto progresivo que aplane el campo de juego.
Nadie propone las horquillas ni las guillotinas de la Revolución Francesa, sino que simplemente una reforma substancial del sistema impositivo que redistribuya la riqueza nacional y aporte los fondos necesarios para financiar programas de salud, educación e ideas como el Ingreso Básico Universal.
El debate está abierto. ¿Será que existe la valentía política para marchar adelante?