En medio de un caos total, con un helicóptero del ejercito mexicano sobrevolando y decenas de policías armados, la caravana de refugiados centroamericanos logró derribar la barrera de contención en la ciudad guatemalteca de Tecún Umán y entrar en territorio mexicano.
Los hombres levantaban a los niños, las mujeres saltaban en jeeps militares y se escuchaban los gritos de “¡Sí se puede!” y “¡Somos hondureños, no somos traficantes! ¡Somos inmigrantes!
Al poco tiempo de cruzar, la marea humana fue confrontada por policías mexicanos. Les lanzaron gases lacrimógenos y, excepto por alrededor de medio centenar que pasaron por el puente y se alejaron, al resto los hicieron retroceder. Después, las fuerzas de seguridad volvieron a levantar la valla que había sido erigida para contener a la columna.
Crisis regional
La marcha de refugiados hondureños ha creado una crisis regional. El Presidente Donald Trump amenazó con cerrar la frontera entre Estados Unidos y México. Además, aseguró que si los países centroamericanos y México no detienen a la columna sufrirán consecuencias económicas.
México pidió la asistencia del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas. Quieren que ayuden a procesar a la marea de refugiados y que contribuyan a una solución al problema.
El canciller mexicano Luis Videgaray había afirmado que los inmigrantes serían tratados de acuerdo a la ley. Aseguró que se respetarían sus derechos humanos y se procesarían sus pedidos. Pero al mismo tiempo, el gobierno mexicano envió dos aviones Boeing 747 con 240 policías federales. Cuando no pudieron contener a los refugiados, ordenaron que ataquen a la columna hondureña con gases lacrimógenos.
Obstáculos
Para obstaculizar la marcha de los hombres, mujeres y niños centroamericanos, la policía mexicana ordenó a los pilotos de las balsas que navegan en el río Suchíate que no transporten a ninguna persona. Éstas son las balsas del río fronterizo que, diariamente, son usadas para cruzar de Guatemala a Chiapas, México.
Los miles de refugiados vienen marchando desde San Pedro Sula, Honduras, desde el 13 de octubre. Tienen la intención de cruzar el territorio mexicano y entrar en Estados Unidos en donde piensan pedir refugio. En su país no solamente confrontan pobreza sino también un nivel de violencia de pandillas que coloca a Honduras como uno de los países con el más alto porcentaje de homicidios.
Una amenaza política para Trump
Para Trump, quien ha hecho del tema de inmigración una de sus prioridades, el avance de la columna hacia la frontera estadounidense representa una verdadera amenaza política que se magnifica con las elecciones nacionales a poco más de dos semanas. Preocupado por la potencial percepción de debilidad que este evento puede crear, ya empezó a sugerir que detrás de la marcha ve una conspiración del partido demócrata. Una acusación descabellada que no sorprende conociendo la capacidad del presidente de distorsionar la realidad.
A pesar de las amenazas, los gases lacrimógenos y los obstáculos, los residentes de la región parecen apoyar a los refugiados. Les tiran agua para calmar el intenso calor y les expresan su solidaridad. Para ellos, no hay muchas alternativas. Volver a Honduras es la misma miseria de siempre y los peligros de la violencia crónica. Por eso no hay retorno posible. La única esperanza es seguir hacia el norte.