En nuestra sala de reuniones de La Opinión cuelga hace años una pintura; en su trasfondo: el restaurante Clifton’s de la calle Broadway, abierto en 1935. La comida es secundaria; ese sitio es Los Ángeles.
A cada ciudad la definen sus restaurantes emblemáticos y también Los Ángeles (que más que ciudad es bien un estado de ánimo).
Algunos pertenecen a la fisonomía de su historia y ahí siguen abiertos, alimentando y dando de beber. Perduran allí las mismas figuras década tras década tras el mostrador. Y aunque cambiaran de dueño conservan el nombre, proyectando una imagen de permanencia en estos tiempos de cambios.
Así, en el Pink’s de La Brea sirven desde 1939 hot dogs de fama internacional. Aunque no es sino un kiosko que empezó como carrito, se han escrito libros sobre sus virtudes culinarias.
En Philippe’s, sobre la calle Alameda y Ord, sirven a quienes salen del partido de los Dodgers una especialidad allí inventada, el french dip sandwich. Cuentan que un buen día, un pan cayó en los líquidos donde se cocía la carne y a alguien le gustó.
Más arriba, en el pasado, el mesero del Yang Chow de Chinatown saludaba por su nombre a los abogados de la vecina Procuraduría de Los Ángeles; la gente discutía si las cualidades culinarias de la cafetería en la Academia de Policía ameritaban apoyar esta entidad, y hasta 1993, a la salida de la Iglesia Presbiteriana los fieles se congregaban en el Gorky de Skid Row, donde vendían cerveza rusa.
Están los lugares de reunión política: Lucy Florence en Leimert Park es foco de actividades para activistas de la comunidad afroamericana. Ahora es también sanwdichería, galería de arte, puesto de venta de adornos, masajes, centro cultural y sala de teatro. En el Café Tropical sobre la calle Sunset en Silver Lake se reunen artistas y activistas progresistas de allí y de Echo Park. Su café cubano, excelente.
Y en el Steven’s Steakhouse de la ciudad de Commerce se juntan desde 1954 los sindicalistas para sus conciliábulos; cuando se cansan, van a bailar salsa allí mismo.
Los restaurantes emblemáticos cargan tras sí un hilo de memorias. En el Gladstone 4 Fish de Malibu me volví a enamorar hace muchos años, en una noche de lluvia torrencial y frío intenso… después de esperar dos horas por una mesa. Pero generalmente más que centros de comida, son lugares del hábito y la costumbre. Vamos, no por la comida, sino porque otros van.
En las mañanas del sábado esos «otros» llegan desde 1976 a Roscoe’s de Herb Hudson en Hollywood por pollo frito con wafles o gofres con manteca y almibar.
O los domingos, desde 1924, a desayunar a The Pantry, también conocido por pertenecer al ex alcalde de Los Ángeles, Richard Riordan. Allí sobre la Figueroa lo atenderán los mismos meseros que hace 15 años, y de la misma manera…
Similarmente, lo atenderán las mismas señoras que envejecieron con Canter’s, un deli abierto las 24 horas en el barrio de Fairfax. Antes de pasar al restaurante está la tienda: pan jalá para el sábado, corn beaf, lox y bagels, embutidos y ensaladas. Establecido en 1931 en la avenida Brooklyn (hoy César Chavez) en East LA junto con la emigración judía al oeste se trasladó en 1953 a su sitio actual.
En 1980, el padre Luis Olivares y otros activistas protestaban a su entrada en apoyo al intento de sindicalización de sus trabajadores.
Y en mi barrio del Este de Los Ángeles El Tepeyac de Manuel atrae multitudes que vienen, me dicen, de todo Estados Unidos por sus burritos y, diría, porque hay multitudes.
Ah, y la comida de Canter’s, es tan (poco) judía como mexicanos los burritos de El Tepeyac, es decir: muy poco. Pero la gente igual vuelve por su matzo-ball soup.
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La lista sigue, porque ésta es una Trántor gigantesca megalourbana, de doce millones de personas y afines. Quedan muchos en el tintero, como el Pacific Dining Cart de la calle Sexta. Así que… si usted tiene su restaurante emblemático de Los Angeles y alrededores, o simplemente un lugar que recuerda y lo defina a usted mismo y su pasado, nada me hará más feliz que saberlo.
Quizás con la excepción de una buena sopa pho en Monterey Park.
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