Cada día se suma a la cuenta de muertes de la guerra contra el crimen organizado una más. Todos los días una más y otra y otras más. La pregunta recurrente ha dejado de tener fuerza, ¿cuántas muertes son necesarias para que los gobiernos hagan algo? Nadie responde.
Es una pena que nos estemos acostumbrando a las muertes diarias. Es una pena exigir a los gobernantes que detengan la masacre y no hagan caso. Es una pena que los medios de masas no informen las cifras reales de los muertos y los actos delictivos. Es una pena que los políticos estén más preocupados por las próximas elecciones. Es una pena que el presidente del Senado esté gastando una cantidad exagerada de dinero en una campaña de promoción personal. Es una pena observar los vacíos legales y no hacer nada para taparlos. Es una pena el sistema de seguridad de este país.
Lamentablemente, todos los que estamos en la arenga pública criticamos o señalamos y a veces con suerte somos considerados. Pero la mayoría de las veces somos más especuladores que propositivos. Probablemente, lo que se necesita es justo la idea de propuesta. Pero una propuesta que no sólo esté dirigida a los gobiernos o a la clase política, sino a los propios ciudadanos.
El primer recurso que tenemos para comenzar un cambio es el voto. Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard, Carlos Navarrete, Enrique Peña Nieto, han manifestado abiertamente que aspiran a ocupar la presidencia del país; bueno, comencemos por exigirles su propuestas concretas, no retórica o sueños guajiros, datos, estrategias, acciones concretas, no sólo para combatir al crimen organizado que tanto no está pesando, sino qué se debe hacer para elevar el nivel educativo, el desarrollo de ciencia, la reforma en serio en el campo agrícola, la generación de empleos, etcétera. Pero que estás propuestas sean evaluadas por expertos y por ciudadanos, eso sólo para aceptar sus candidaturas.
Otra herramienta que tenemos es la formación autodidacta. Si bien, no tenemos la suficientes escuelas que alberguen a los jóvenes estudiantes, y las que hay no tienen la capacidad de una enseñanza digna porque los profesores son frenados por su sindicato. Debemos fomentar la educación autodidacta, leer es lo principal. Además debemos estar informados, pero no quedarse sólo con la versión de las televisoras, buscar información es medios que se han ganado un prestigio por su seriedad y profesionalismo.
Por último, ubicar las cosas en su lugar. No permitir que las iglesias intervengan en ámbitos que no les correspondan. Así como tampoco permitir que los gobiernos utilicen su poder para incidir en estructuras culturales, por ejemplo, exigirle a Felipe Calderón que le quite la responsabilidad a su secretario de educación la organización de los festejos del Bicentenario, ya que hay académicos e investigadores talentosísimos de diversas instituciones que nos podrían dar la oportunidad de un gran festejo y no sesgarlo para enaltecer la figura presidencial.
Salvar a México es salvarnos a nosotros mismos y a las futuras generaciones.