Siete periodistas han sido asesinados en México este año*: José Luis Gamboa Arenas de Veracruz, el 10 de enero; Margarito Martínez Esquivel, de Tijuana, el 17; Lourdes Maldonado también de Tijuana, el 23; Roberto Toledo de Zitácuaro, Michoacán, el 31; Ernesto Islas Flores de Tijuana, el 6 de febrero y Héber López de Salina Cruz, Oaxaca, el 10. Y este 22 de enero, Michelle Simón, en ciudad de México.
En comparación, en todo 2021, hubo nueve asesinatos. Y 147 desde comienzos del año 2000.
La situación empeora.
Y a nuestros colegas mexicanos no solamente los matan: Desde 2000, se acumularon más de 20 desapariciones de periodistas sin esclarecer.
Los ataques a golpes, el robo de materiales de trabajo, las llamadas telefónicas con amenazas frecuentes, se cuentan por miles.
La criminalización de la víctima por parte de quienes son responsables de esclarecer los hechos, por inacción, ineptitud o indiferencia se ha vuelto un proceso común. Las investigaciones se dilatan artificialmente. A menudo se filtran datos para revictimizar a los reporteros atacados.
Como si la vida de un periodista no valiera absolutamente nada.
En consecuencia, los culpables son raramente identificados, arrestados, culpados o castigados.
Ejercer la profesión periodística en México es hoy casi como dibujarse a uno mismo un blanco en la espalda, donde los asesinos puedan apuntar. Es como trabajar en un país en guerra.
El peligro los acecha tanto desde el hampa como desde círculos del poder incómodos con las verdades que destapan nuestros colegas.
No quieren que las verdades que buscan los periodistas salgan a la luz.
Si son narcos, porque peligran sus ganancias; si son políticos, porque la libertad de expresión es su enemigo y el derecho de la ciudadanía a estar informada, su mayor amenaza.
En México, como en otros países latinoamericanos, la violencia parece imparable: un centenar de personas mueren por violencia cada día.
Casi todos los crímenes quedan impunes. Y cada crimen que no se investiga es una invitación al próximo.
En una reciente conferencia de prensa matutina del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el puñado de periodistas que asistieron al evento en Tijuana se negaron a hacerle más preguntas al mandatario, en protesta por estos asesinatos.
AMLO hizo una diferenciación entre los periodistas de a pie, los reporteros en la calle, y la élite de los medios contra la cual tiene un feudo e insistió en denunciar a estos últimos.
Pero entonces, una colega local leyó entre lágrimas los nombres de los asesinados. Todos dijeron “Presente”.
Es que ya no pueden más.
También protestaron en el Senado y la Cámara de Diputados.
“Trabajamos bajo la sombra de ser asesinados y nuestros crímenes no se aclaran”, dijeron.
En enero, los periodistas protestaron en al menos 30 ciudades exigiendo un alto a los asesinatos.
“Nos queremos con vida”, dijeron.
Portaban carteles en los que se leía: “Alto a los asesinatos de periodistas, ¡Justicia ya!”, “Defendamos la libertad de expresión”, “La precarización laboral de las y los periodistas también es violencia”, “No se mata la verdad”, “A los narcos abrazos, a los periodistas balazos”, y otros, con fotos de los colegas cuya vida fue violentamente segada.
Los periodistas y sus aliados reaccionan; organizan movilizaciones y protestas, apelan al poder ejecutivo. Pero los ataques siguen, porque el sistema de impunidad requiere que a la injusticia le siga el silencio.
Y el resultado es la autocensura. Múltiples medios locales mexicanos se limitan a informar sobre espectáculos y novedades del vecindario.
En varios estados casi ya no reportan balaceras, ni cadáveres, ni siquiera en las redes sociales.
Pululan las zonas de silencio.
Cuando los periodistas y sus editores, por temor, dejan de informar a la comunidad, la situación es urgente.
A los periodistas mexicanos que se están movilizando expresamos nuestra honda solidaridad con su situación. Apoyamos totalmente sus demandas al poder ejecutivo de protección, esclarecimiento y justicia.
Si no obra un cambio en sus prioridades el país vecino será un desierto informático, donde el crimen y el desgobierno reinarán desde las tinieblas. Y no habrá nadie para desenmascararlos.
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- En momentos de publicar esto se informaba de un séptimo asesinato, el de «la presentadora de televisión y modelo mexicana Michelle Pérez Tadeo, conocida como Michelle Simon». El País informó hoy, 23 de febrero de 2022, que:
«La presentadora de televisión y modelo mexicana Michelle Pérez Tadeo, conocida como Michelle Simon, ha sido hallada muerta este martes en Santo Tomás Ajusco, en la alcaldía de Tlalpan (sur de Ciudad de México), según han informado las autoridades. La Fiscalía de Ciudad de México ya investiga el caso como un feminicidio aunque no descarta otras hipótesis, tal y como ha informado el portavoz del organismo, Ulises Lara López.
El cuerpo de Simon, de 29 años, estaba envuelto en una colcha del hotel Villas Patriotismo y fue encontrado por operarios que trabajaban en la extinción de un incendio en la carretera Picacho-Ajusco, según ha informado el portavoz . Sus familiares y amigos habían denunciado su desaparición tres días antes».