Palomares está convertido hoy no sólo en el antihéroe de “Presunto culpable” sino en el prototipo de una clase que parece abundar en México: la de aquellos jueces que basan sus dictámenes en la obtención de ciertas prebendas o en testimonios falsos y a quienes no les importa condenar a inocentes y dejar libres a los verdaderos delincuentes.
Nadie ha sugerido la necesidad de modificar el control que el gobierno mexicano ejerce sobre la difusión de la creación artística y la propiedad intelectual, para dar paso a un sistema de regulación creado por la propia sociedad
En otra triple entrega de sus Máximas y Mínimas, Rafael Carvajal nos despierta con estos aforismos que inducen a pensar, rabiar, amar, rechazar o simplemente, sorprendernos
Palomares está convertido hoy no sólo en el antihéroe de “Presunto culpable” sino en el prototipo de una clase que parece abundar en México: la de aquellos jueces que basan sus dictámenes en la obtención de ciertas prebendas o en testimonios falsos y a quienes no les importa condenar a inocentes y dejar libres a los verdaderos delincuentes.
Nadie ha sugerido la necesidad de modificar el control que el gobierno mexicano ejerce sobre la difusión de la creación artística y la propiedad intelectual, para dar paso a un sistema de regulación creado por la propia sociedad