El lunes pasado centenares de hispanos presenciaron el desfile en honor al Día de Martin Luther King en el sur de Los Ángeles, el corazón de la población y cultura afroamericana de la ciudad.
Muchos de estos espectadores se hicieron partícipes de la ilusión de equidad tan bien descrita por King en sus discursos.
Desde aquellos discursos pasaron 47 años.
En aquel entonces, Los Ángeles era uno de los centros de discriminación más institucionalizada del país, junto con Chicago y Detroit. Contratos de compraventa, legalizados por una iniciativa electoral, prohibían vender o incluso rentar propiedades a negros, latinos, judíos y chinos (a menos que sean choferes, jardineros o sirvientes) en ciertas zonas de la ciudad como Palos Verdes. Para la misma época marineros y residentes blancos en la zona del puerto de San Pedro asaltaron barrios latinos y atacaron a sus jóvenes basados en los trajes que éstos vestían, como los zoot suits.
En ese contexto el doctor King cantaba a la utopía de un día futuro:
«Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad».
Afroamericanos y latinos jóvenes que volvieron de luchar en la guerra mundial hallaron su futuro restringido y sus libertades limitadas. Siguieron luchando.
De su lucha surgieron los líderes como Martin Luther King.
Es decir, ni King era el único, ni inventó la lucha por los derechos civiles, ni funcionaba en el vacío.
Miles de afroamericanos marcharon por su liberación. En el sur, en la capital Washington y aquí mismo, en Los Angeles.
Hoy, tenemos un presidente negro. Mucho cambió.
Lo que los afroamericanos consiguieron, de ser esclavos a tener un presidente, lo lograron porque lucharon.
En nuestros días los latinos reemplazaron a los afroamericanos en la lucha por los derechos civiles. Aunque jamás hayan sido esclavizados. Aunque lo que hicieron los afroamericanos en aquel entonces haya salvado a los latinos actuales de una discriminación peor aún en el día de hoy.
Su lucha hoy se llama reforma migratoria.
Un fantasma de hostilidad política y racial recorre América, el mundo.
El lugar de Georgia, Alabama y Mississippi lo ocupa hoy Arizona.
Quizás los espectadores hispanos del desfile del día de MLK no lo crean, pero para que surjan los Martin Luther King latinos, ellos deben convertirse de espectadores en participantes.
Lo comprendió Cesar Chávez, un profundo estudiante de las ideas y la metodología de King.
Lo mismo rige para miles de estudiantes de Los Ángeles, traídos ilegalmente por sus padres cuando eran niños.
Como King, ellos también tenían sueños. Querían legalizarse y ser profesionales en el país de los sueños. Pero en diciembre pasado, el Senado federal rechazó el DREAM Act, que hubiera facilitado para muchos de ellos una vía para la residencia, ciudadanía, aceptación en esta sociedad, estudios profesionales y éxito en la vida.
Si una cosa nos enseñó el doctor King es que no todo está perdido mientras hay esperanza. En perspectiva histórica, su sueño de igualdad se está acercando a la realidad.