A las 4 y media de la mañana, el sur de California se despertó con un temblor de magnitud 4.2 en la escala Ritcher que no pasó a mayores en una región acostumbrada no solo a terremotos sino que a incendios, inundaciones y otros devastadores fenómenos naturales. A lo que no estamos acostumbrados es a que nuestro presidente cause un terremoto político con declaraciones que amenazan el orden constitucional de la nación.
Postergar la elección
Donald Trump, en un acto provocador que obviamente busca distraer a la nación de los grandes problemas que se confrontan, twiteó esta madrugada que tal vez habría que considerar postergar las elecciones nacionales. Una sugerencia incendiaria que, como seguramente esperaba el primer mandatario, provocó un revuelo político.
Trump no puede bajo ningún concepto cancelar las elecciones. No es una prerrogativa del Poder Ejecutivo. La Constitución, en su Artículo II, Sección 1, Claúsulas 2 y 4, le otorga a los estados el poder de establecer las características de la elección de los electores que, posteriormente, eligen al presidente.
Si bien en la Constitución no hay una fecha específica para la elección de electores, el Congreso Nacional, desde 1845, ha establecido que la consulta electoral se dé, cada cuatro años, el primer martes de noviembre.
La única fecha específica que se menciona en la Constitución, en la XXa Enmienda, es la del 20 de enero, que es cuando el nuevo presidente debe asumir. Si para entonces no se ha elegido al presidente, la Cámara de Representantes debe nombrar un presidente y el Senado un vice presidente.
La reelección en peligro
Meses atrás, con una economía relativamente estable, la reelección de Trump estaba en todos los cálculos políticos. Pero con una pandemia que ya ha causado más de 150,000 muertos y una economía que en el segundo cuarto ha caído un histórico 33%, el apoyo al presidente se ha erosionado en sectores claves de su base electoral.
El promedio de encuestas de Real Clear Politics muestra a Joe Biden con 50.1% de apoyo mientras Trump obtiene solo un 41.7%. Una diferencia respetable que también se manifiesta en estados estratégicos como Michigan, Wisconsin, Pennsylvania y hasta Florida.
Y son estos números de las encuestas lo que realmente preocupa al presidente. Trump sabe que aunque mande cheques de $1,200 con su firma, aunque trate de distraer a la nación provocando confrontaciones como en Portland para poder aparecer como el candidato de la ley y el orden, en realidad no puede esconder a los 30 millones de desocupados, no puede esconder los grosos errores que cometió al no centralizar una respuesta contundente a la amenaza del coronavirus que es lo que más preocupa a los estadounidenses.
Tratar al virus como un resfrío más, rehusarse durante meses a usar un barbijo, criticar a la comunidad científica que señalaba los peligros que se confrontaban, son los símbolos de una estrategia fallida que prioriza los intereses del mercado y la comunidad de negocios por sobre la santidad de la vida humana.
Los tiempos de la política
Faltan 95 días para las elecciones. Toda una eternidad en política. Pero es tanto el nerviosismo de Donald Trump que seguramente tratará por todos los medios de recuperar el terreno perdido.
Nos acercamos a las sugerencias alocadas, a propuestas extremas. ¿Por qué no tratar de que se posterguen las elecciones? El tweet ya tiró la primera piedra. ¿Quién se anima a tirar la segunda? ¿Será que el Gobernador Ron DeSantis, fiel lacayo del trumpismo, se presta a la jugarreta y es el primero en proponer postergar la elección en Florida? ¿O será que Mitch McConnell, ese senador momificado que parotea lo que el Nerón de la Casa Blanca le indica con señales de humo, quien inicie la ofensiva en el Congreso?
Y si todo fracasa, ¿será necesario provocar un incidente internacional que justifique intervenir en Venezuela o atacar Irán para despertar pasiones nacionalistas que nos unan detrás del presidente? ¿A qué extremos está dispuesto nuestro payasesco presidente? ¿Hasta cuándo y hasta dónde van a continuar apoyándolo sus obsecuentes aliados quienes, en este circo de política burlesca, ya han perdido toda legitimidad moral?