Las viñas serpentean en el ondulado terreno del Valle de Santa Ynez, en el condado de Santa Bárbara, California. Las uvas púrpuras, pequeñas, esperan las manos que las separarán de la planta. En un poste, al inicio de un surco un cartel indica el tipo de uva, “Sirah”. El verano se acaba, es tiempo de cosecha.
Andrés Ibarra camina entre los surcos mirando con orgullo esas uvas que sigue plantando desde hace casi cuatro décadas. Llegó a Estados Unidos desde Jalisco, México, con su madre y hermanos en 1976 para reunirse con su padre, entonces bracero quien llegó a EE.UU a los 16 años..
“En 1978, estando en la escuela preparatoria, empecé a trabajar por las tardes para ayudar a mi familia”, dice Ibarra. “Al año siguiente conseguí trabajo en un viñedo”. En 1982 aceptó trabajar tiempo completo dejando su educación.
Vino de dos semanas
Un día, en plena cosecha, y después de haber pizcado uva chardonnay, empezó a llover. El dueño de la finca le pidió entonces que le ayudara a limpiar barriles de vino.
“Estábamos cargando unos barriles y de pronto se salió el vino de uno de ellos… Entonces yo lo probé, nunca habia probado vino”, cuenta entusiasmado Ibarra. “Se me hizo interesante, apenas dos semanas antes yo había pizcado esa uva y ya era vino artesanal”.
Ibarra decidió que tenía que aprender más sobre el vino y cómo hacerlo. “Dicen que a veces uno siente una luz que ilumina tu mente. Para mí todo cambió desde ese día”, agrega Ibarra.
En 1985 Ibarra empezó a trabajar en una vinería, dejando atrás el trabajo del campo. En 1997 fue contratado por otra vinería hasta 2004, cuando otra empresa vitivinícola de la región lo contrató como único productor de vino. “Esto era el desafío que yo quería,” asegura Ibarra.
Comparten una pasión
Allí estuvo hasta 2011 y también allí conoció a Caren Rideau, su actual pareja y socia.
Rideau, una diseñadora de interiores que se especializa en cocinas, comparte con Andres la pasión por el vino artesanal. “Cuando terminé la universidad viajé a Europa con una amiga. El vino fue una herramienta para conocer las regiones del continente”, dice Rideau. “Con el tiempo mejoré mi conocimiento de vino”.
A consecuencia de la crisis económica del 2009-2010, Ibarra pierde su empleo. Fue entonces cuando Rideau le sugiere empezar su propia empresa. “En 2012 fue nuestra primera cosecha, así nació Tierra y Vino”, dice orgullosa. “Es notable como Andres pasó de ser un trabajador a desarrollar su profesión”.
Tierra y Vino empezó con vinos Albariño, Garnacha, Tres Uvas y Sauvignon Blanc. Después agregó Chardonnay, Petit Sirah, y otras variedades.
Al principio la pareja vendía sus vinos en eventos o por el internet, pero en 2017 finalmente abrieron su “tasting room” (sala de cata de vino) en Buellton, un pequeño y atractivo poblado en medio del Valle de Santa Ynéz, apenas 140 millas al norte de Los Angeles.
Ibarra controla directamente el crecimiento de las uvas de sus vinos.
La Presa Vineyard
“Desde 1985 administro La Presa Vineyard, de 45 acres, y de allí es de donde sale toda nuestra uva, menos el Tempranillo,” comenta con orgullo Ibarra, a quién su pasión por el vino y su deseo de compartir sus conocimientos lo convierten en un interlocutor de privilegio.
El Albariño y el Tempranillo llevan en la etiqueta el nombre de Caren pues Ibarra le dedicó a ella esos vinos. “Para el Albariño mandé a traer la planta de España”, agrega sonriendo.
La calidad y sabor del vino artesanal, explica Ibarra, depende de varios factores que a veces varían año con año, incluyendo el suelo y la temperatura. “Por eso es difícil ser consistente en esta industria”, insiste. “Pero si ya tienes tu estilo, tienes que ser creativo para mantener esa consistencia”.
Los vinos rojos de Tierra & Vino reposan 20-24 meses en toneles, además se dejan asentar hasta siete meses antes de ponerlos en venta, lo que ayuda a su delicado pero intenso sabor.
Para Ibarra, controlar directamente el proceso es parte del éxito y calidad de sus vinos, aunque esto implique menos producción.
Producción limitada
“Empezamos con 650 cajas por año, no queríamos que nos sobre… Pero ahora aumentamos la producción porque tenemos más demanda”, dice Ibarra, cuyos vinos se encuentran en tres restaurantes locales. “Tienes que mantener el compromiso con ellos, es muy importante”.
El consumo de vino ha aumentado en los últimos años en Estados Unidos.
“La competencia es muy intensa, por eso preferimos mantenernos como una vinería pequeña pero de calidad”, dice Ibarra, uno de los cuatro productores latinos del Valle de Santa Ynez.
La mayoría de los clientes de Tierra y Vino son locales y de Los Angeles. ¿Los vinos más solicitados? “En verano la gente pide mucho los blancos y rosados, pero todo el año el Tres Uvas y el Sirah son populares”!
Datos de Tierra y Vino
Produce no mas de 1.000 cajas de vino por año.
El Club del Vino de Tierra & Vino (http://www.tierrayvino.net) cuesta $15 para probar cinco vinos y $20 para probar ocho vinos.
Produce la misma cantidad de cada vino y se pueden comprar por internet.
Tierra y Vino recibió Medalla de Oro y calificación de +90 puntos por su 2016 Rosé y su 2014 Petit Sirah, en la Competencia Internacional del Vino de San Francisco 2017.