Hace tiempo alguien me preguntó cuál había sido mi mayor shock cultural al cambiar mi residencia de México hacia Estados Unidos.
No lo dudé ni un segundo: ¡las quesadillas con queso amarillo!
No el vivir en una ciudad donde hasta los domingos hay un tráfico de los mil demonios, ni los incendios forestales de cada año, ni los expendios de marihuana medicinal, sino las quesadillas con queso amarillo.
Mi amigo me miraba incrédulo, creyendo que todo se trataba de una broma.
Ninguna broma señoras y señores. Me parece totalmente perturbador que en el área de Los Angeles, ninguno de los restaurantes mexicanos que he visitado sirva una quesadilla con el elemento básico de su preparación: Queso Oaxaca o chihuahua o en caso extremo con Monterrey Jack, pero nunca, nunca, nunca con queso amarillo.
Y no se los dice una sibarita gourmet de esas que uno encuentra en todos los canales de televisión, en las fiestas y hasta en los malditos baby showers (¡por piedad!) sino una comelona profesional que se ha zampado quesadillas desde mucho antes de dejar el biberón.
Esto de la quesadilla con queso amarillo es una trasgresión imperdonable, cuando uno en plenitud de buena fe se mete a un restaurant que asegura ofrecer comida “auténtica mexicana” y en lugar de quesadilla le ponen enfrente un gigantesco nacho con una bola de crema agria encima, rebosante de “american cheese”, es como si de repente Jan Brewer le cantara a uno el himno nacional mexicano. Inaceptable, comadres y compadres.
Tan inaceptable como ir a comer a un restaurante mexicano que se llame Holy Molly o Molly Guacamole, o Holly Molly Guacamole. O Tacos El Alamo, Birriería la Migra, o Tortas Disneylandia.
Hay que tener dignidad paisanos, y si no es posible exigir que le sirvan a uno una quesadilla auténtica, adónde iremos a parar.
Digo ésto porque creo que aspirar a que los contenidos de televisión en español no ofendan la más mínima inteligencia, cultiven las mentes de las nuevas generaciones de hispanos y se presenten paradigmas más dignificantes de nuestras culturas hispanas en los Estados Unidos, ya es mucho pedir. Pero una quesadilla decente, creo que eso sí podemos lograrlo.
O pensar que un día de estos el Consulado General de México en Los Angeles, va a dejar de parecerse a la penitenciaría de Tijuana, y en lugar de dos orangutanes y un detector de metales en la entrada, van a poner un letrero que diga: «Bienvenido paisano ¿cómo podemos servirte mejor?» Me sigo quedando con el reto de mejorar la quesadilla mexicana en esta ciudad.
Aunque también muchas veces me pregunto si la agonía de no encontrar unos tacos como Los del Gordo en toda la ciudad, me tiene al borde de la veganeidad, creo que lo de la quesadilla me sigue fastidiando aún más.
Ocioso resultaría de mi parte negar que en mi lista de trasgresiones, abajito de la quesadilla amarilla, están las generalizaciones de las que no se escapa uno como mexicano en cualquier conversación cosmopolita , “es que ustedes los mexicanos __________(coloque aquí su percepción equivocada favorita), a las que he solido responder con el siguiente pergamino, el cual recomiendo ampliamente utilizar, en virtud de sus cualidades terapéuticas:
¿Cuáles mexicanos? ¿Los del Norte? ¿Los del Sur? ¿Los de origen indígena, que aún conservan su lengua pese a los inagotables esfuerzos de las distintas autoridades mexicanas por desaparecer sus culturas “autóctonas” a fuerza de indiferencia y dar manga ancha a empresas extranjeras para que entren a sus comunidades a devastar sus recursos y comprarles sus tierras por menos de 1 dólar el metro cuadrado? ¿Los que terminaron la primaria? ¿Los profesionistas? ¿Los indocumentados? ¿Los nacidos en Estados Unidos? ¿Los que tienen visa de turista? ¿Los intelectuales? ¿Los políticos corruptos? ¿Los mercadólogos y publicistas de La Condesa? ¿Los que si tienen madre? ¿O los huerfanitos?
Y cuando nos meten al caldero hispanoamericano, ahí si que la cosa revienta. “Un hombre latino le metió tres balazos al vecino de Hawthorne”, dicen en el noticiero de la noche. Veo el retrato hablado y lo mismo me parece un hombre samoano que un boricua. ¿Qué les pasa?
¿Y la riqueza cultural que traen consigo todos estos emigrantes continentales? Pues quién sabe maestros, porque ya ven como a veces apuntamos en el mapa a Irán pensando que es Irak, pero nada de qué preocuparse, así que pásame otra quesadilla y olvidemos el asunto ese de educar nuestras percepciones acerca de todo lo que viene del sur de la frontera.
Todavía no me repongo de la ojiva emocional lanzada durante las fiestas del bicentenario en Los Angeles. Bueno, nomás había que ver el programa musical y las pintas de algunos y algunas que aparecieron por ahí. No voy a decir nombres, una porque no me acuerdo de todos, y otra porque me da flojera teclear las fantocherías con las que hacen millones de dólares algunos empresarios en este país. Pero ¿en serio ese programa del Bicentenario en Los Angeles, es lo que el público hispano parlante quiere ver?
¿No será más bien, que no hay de otra compadre?
Una empresa de automóviles japoneses atinó una muy buena campaña publicitaria este año, con la que en mi humilde opinión dio en el clavo de lo que representa esto de la hispanidad y la mexicanidad. “Somos muchos” era el gancho principal del eslogan, mismo que fueron adecuando en diferentes spots, para dejar claramente establecido no solo que somos muchos, sino que somos una variedad de nacionalidades, con diferentes acentos y costumbres. Y si bien tenemos mucho en común histórica y hasta genéticamente, en nuestras diferencias es donde se encuentra la autenticidad y riqueza de cada una de nuestras culturas.
Esta es la primer campaña publicitaria que a mi ver le pone unas patadas simbólicas a la pereza que hay detrás del concepto “latino” o “hispano” desde la percepción anglosajona en este país.
Por lo pronto seguiré con mi cruzada contra la quesadilla amarilla en Los Angeles, por lo que les ruego que en caso de que conozcan algún restaurante en esta ciudad que se apegue a los estándares de la auténtica quesadilla mexicana, tengan la amabilidad de pasarme el dato a través de sus comentarios.
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… y llámenme Insumisa pero hablando de Shocks: ¿Qué pasa con las Suprema Corte de Justicia y su alergia contra las Acciones Colectivas y los derechos civiles?