El sábado 14 de agosto de 2010 se cumplieron 90 días, tres meses, de cuando la familia de Roque Dalton decidimos, en uso de nuestros plenos derechos, acudir a la Fiscalía General de la República a fin de demandar que abriera una investigación por el asesinato de Roque Dalton, ocurrido hace 35 años. El fin supremo es establecer la verdad de los hechos, devolver la plena dignidad del poeta e impartir justicia, es decir, señalar jurídicamente quiénes fueron los responsables de su cruel asesinato y posterior desaparecimiento de sus restos mortales.
Pero también, el pasado 14 de julio, hace un mes, acudimos con nuestros abogados del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana (Idhuca), a entregar una carta dirigida al Fiscal General Romeo Barahona, con la solicitud y el recordatorio de que nos debe dar una respuesta por la demanda interpuesta el 14 de mayo del presente año.
Resultado: ¡total silencio! No ha habido respuesta a la demanda, mucho menos a la carta enviada hace un mes.
Interpretamos esta actitud como todas las víctimas de violaciones a los derechos humanos en El Salvador lo han podido hacer a la hora que en el pasado y en el presente se les ha negado justicia. Esto evidencia del estado de impunidad que vivimos y en el que sobrevivimos.
A la familia Dalton esto no le causa extrañeza y entendemos que éste será un proceso largo, escabroso e incluso peligroso en nuestro reclamo de justicia; así ha sido para todas las víctimas. ¿Por qué? Porque los victimarios siempre están protegidos por poderosos.
En el caso de Roque Dalton, uno de sus presuntos asesinos materiales e intelectuales está incrustado en el actual gobierno con el total respaldo hecho público por el mismísimo presidente de la República, para vergüenza histórica del primer gobierno de izquierda en El Salvador.
Igual que en el pasado “arenero” los mandatarios cobijaron a generales y coroneles acusados de ser criminales de guerra por masacres cometidas, en la actualidad se hace lo mismo con los victimarios de Roque Dalton, cuya vida y obra constituye un pilar de la cultura salvadoreña.
Este año 2010 El Salvador se ha bañado de vergüenza en cada foro nacional e internacional que ha recordado al poeta en su 35 aniversario de muerte y en su 75 aniversario de nacimiento, al denunciarse la impunidad en su caso.
Es decir, se continúa dando un comportamiento ingrato con una personalidad que lo único que hizo y sigue haciendo después de muerto es poner en alto el nombre de El Salvador. Por eso la lucha de su familia tiene el apoyo universal, con la excepción de sus victimarios pasados y presentes.
Algunas de las muchas pruebas presentadas en la Fiscalía las han dado en diversas declaraciones públicas los propios victimarios. Nada es invento de la familia Dalton. El implicado, funcionario y protegido gubernamental ha confirmado en público que él sabe todo lo sucedido pero que lo dirá cuando estime conveniente.
Recién un periodista alemán que vino de Berlín para hacer un reportaje investigativo del caso Dalton me decía algo así: “todo esto me parece extraño porque en Alemania todos los homicidios son imprescriptibles. Pero si alguien confesara en un medio de prensa que sabe de un crimen y no dirá lo que sabe hasta que le dé la gana, inmediatamente sería capturado y llevado a juicio como encubridor y cómplice”.
¿Cuánto tendría que cambiar El Salvador para situarse al lado de la civilidad? Recién el Estado Salvadoreño llevó una moción al Comité de Derechos Humanos de la ONU para instaurar que a partir del año próximo todos los países del mundo deben celebrar el 24 de marzo como “Día de la lucha por la verdad sobre las graves violaciones a los derechos humanos”. Es un homenaje a Monseñor Oscar Arnulfo Romero y es un gesto merecedor para nuestro Arzobispo Mártir.
Sin embargo, interpretando la realidad que vivimos podemos decir que la iniciativa salvadoreña en la arena internacional es cuando menos una acción inconsecuente e incongruente. ¿Por qué? Porque hasta el caso de Monseñor Romero está impune en El Salvador, así como el de la masacre de los jesuitas, las grandes masacres de campesinos de El Mozote y del Sumpul; los asesinatos de los alcaldes, las matanzas de Mayo Sibrián y el crimen de Roque Dalton, entre otros muchos miles.
Están impunes porque no hay verdad ni se quiere investigar ni señalar a los responsables de los crímenes ni se quiere honrar a las víctimas. Cualquier homenaje declarativo sin resolver lo sustancial es eso mismo: una declaración que el viento se la puede llevar y que la historia se puede encargar de borrar.
En adelante, la familia Dalton continuará insistiendo en la búsqueda de la verdad por medios locales e internacionales que sean posibles. Podrá pasar el tiempo, la esposa y los hijos, los nietos y las nietas de Roque Dalton podremos morir de viejos o por cualquier circunstancia, pero no cederemos ni un ápice en la búsqueda de justicia en el caso de nuestro querido poeta, y al mismo tiempo en la lucha contra la impunidad en El Salvador.
a Alicia Garcia, in Memoriam,
madre de Co-Madres,
heroína de los DDHH en El Salvador