El miércoles a la tarde un autobús arribó a Union Station, en Los Ángeles, con 42 hombres, mujeres y niños de Guatemala, Venezuela, Haití y otros países. Todos llegaban con la esperanza de encontrar amparo en esta ciudad de ángeles que solamente días atrás se había declarado, oficialmente, como santuario para migrantes.
La intolerancia de Greg Abbott
El gobernador de Texas, Greg Abbott, evidentemente estaba prestando atención a la declaración del Consejo de la Ciudad, porque con la excusa del creciente arribo de migrantes a la frontera méxico-estadounidense, decidió fletar a esta cuarentena de migrantes en lo que parece una provocación.
Además, Abbott emitió una declaración en la que afirma que Texas “continuará brindando este alivio tan necesario hasta que [Biden]… provea seguridad en la frontera” y, sarcásticamente, describió a Los Ángeles como “una ciudad a la que los migrantes buscan ir, particularmente ahora que sus líderes aprobaron su estatus como santuario”.
Esta no es la primera vez que Abbott usa inescrupulosamente a los migrantes como peón de sacrificio en su juego de ajedrez político. Ya se han transportado a más de 21,000 de Texas a otros estados. Los mandaron a New York City, a Philadelphia, a Chicago, a Washington, D.C. y, el mes pasado, a Denver, Colorado.
El otro derechista del grupito de republicanos xenofóbicos es el gobernador de Florida, Ron DeSantis, quien también anda haciendo de las suyas. La semana pasada, su gente mandó dos aviones a Sacramento con 36 migrantes.
La jugarreta de DeSantis no cayó nada bien en California. El procurador general Rob Bonta está investigando y el gobernador Gavin Newsom condenó los vuelos y afirmó que se está tratando de determinar si “se violó alguna ley criminal, incluyendo el secuestro”.
Los Ángeles estaba preparada
A diferencia de otras ciudades, cuando los migrantes llegaron a Union Station, Los Ángeles estaba preparada. Al asumir su cargo, una de las primeras cosas que dispuso la alcalde Karen Bass fue que los jefes de departamentos comenzaran a planificar alternativas, en caso que gobernadores republicanos comenzaran a fletar a California a un gran número de migrantes. Lo mismo ocurrió a nivel del condado.
Además, organizaciones sin fines de lucro, grupos religiosos y entidades defensoras de los derechos de los inmigrantes se juntaron y crearon el Colectivo L.A. Bienvenido (´L.A. Welcomes Collective´). La intención era preparar y coordinar servicios, programas y facilidades para que cuando arribaran los migrantes se sintieran bienvenidos y apoyados.
Los Ángeles, como otras ciudades santuarias, son un ejemplo de cómo se debe encarar la compleja situación creada por el crecimiento considerable de la migración que afecta, particularmente, a las ciudades fronterizas.
Alternativas
Se puede militarizar la frontera, llenarla de soldados, helicópteros, sondas, cámaras. Se pueden erigir muros gigantescos. Amenazar, pasar leyes draconianas. Pero no importa lo que se haga; en la medida en que la miseria económica, la inseguridad y los desastres medioambientales limiten oportunidades en otras regiones del mundo, los migrantes van a seguir tratando de llegar al mítico Norte, aún cuando esto implique arriesgar sus vidas.
La única alternativa a este desplazamiento masivo de poblaciones marginales y perseguidas es crear oportunidades de desarrollo económico reales en sus países de origen para que se tenga la esperanza de una vida mejor y, además, asegurar el estado de derecho. Esas estrategias, que implican la modernización de una sociedad, son esfuerzos a largo plazo que la actual división del trabajo internacional, las profundas desigualdades, hacen difícil de alcanzar. Mientras tanto, Estados Unidos tiene la obligación legal, establecida por tratados internacionales, y la obligación moral, que nace de la conciencia histórica de un país de inmigrantes, de proteger a quienes golpean nuestras puertas en busca de refugio.
Cuando el autobús llegó a Los Ángeles esa tarde de junio, un día nublado de la primavera californiana, los migrantes se bajaron inseguros de qué tipo de recepción recibirían. Un miembro del Colectivo que esperaba al grupo en la estación se acercó y les dijo que eran bienvenidos a la ciudad y que estaba contento de su arribo. Una madre con su hija, tal vez descargando la tensión de jornadas y jornadas de miedo, comenzó a llorar. A veces son simples palabras de empatía, afecto, lo que se necesita para aliviar la desesperación, el temor, la incertidumbre de quien arriba a un territorio desconocido. Simplemente y nada más que afecto. Algo que parece que, en estos días de tanto nativismo xenofóbico, se encuentra en lugares como la ciudad de ángeles y escasea en el infierno del intolerante Abbott.
Este artículo fue apoyado en su totalidad, o en parte, por fondos proporcionados por el Estado de California y administrados por la Biblioteca del Estado de California.