Hay predicciones, proyecciones y encuestas, pero ninguna parece favorecer de manera definitiva a alguno de los candidatos. Pero sí hay algo en lo que todos los sondeos coinciden: el electorado está insatisfecho con sus opciones. Tampoco es novedad.
Ocho meses de campaña y un futuro devastador
Los favoritos para las candidaturas presidenciales son solo dos: Joe Biden, por el partido demócrata, y Donald Trump, con los republicanos. No hay sorpresas. Ni la sudaron. Desde el año pasado se veía venir la revancha de 2020. Ni Trump con sus problemas legales ni Biden con los cuestionamientos de su salud dejaron sus aspiraciones políticas: ambos quieren volver a la Casa Blanca, a pesar y en contra de todo.
Este también es el primer mano a mano de este tipo en 68 años por la presidencia de Estados Unidos. Esta vez, ambos contendientes son impopulares. Biden, con 81 años, es el presidente de mayor edad en la historia del país y Trump enfrenta cuatro procesos penales que solo le han alimentado su apoyo en la base del partido. Todavía quedan ocho meses de campaña y el panorama se ve devastador.
Los ataques, ahora que ambos aseguraron los delegados necesarios, son más personales. No se arremete solo contra las gestiones o las suposiciones, sino años de escarbar basura política que pueda encender un fuego que no se apague hasta noviembre. Sus estrategias son diferentes. La de Biden es mantener a flote, con pinzas y alfileres, una administración que ha sido por tibia y criticada. Trump tira fuego y ha sido considerado por muchos analistas como una amenaza para la democracia. Pero como dicen en mi pueblo: “De los dos no se hace uno”, que convenza al menos.
Entre las encuestas y la apatía
Las encuestas coinciden en que la mayoría de los votantes estadounidenses consideran que no hay un “menor de los males”. Los dos aspirantes son demasiado mayores y consideran que no están en plenas facultades mentales: a Biden lo acusan de un deterioro cognitivo marcado y a Trump de delirios que se materializan en más atropellos legales.
A esto se le suma un resquebrajamiento de partidos políticos, al que ellos llaman “una reestructuración”. Es, como diría una amiga querida, saber que la casa se está incendiando y hablarle al decorador de interiores antes que a los bomberos. No tiene sentido, pero nada en esta contienda lo tiene.
Al final el peso cae en nuestros hombros, en los votantes que lo han dejado todo al final. El 19 de marzo tendremos las primarias en Arizona y tampoco se esperan resultados diferentes. Eso aumenta la indiferencia electoral en el proceso. Pero así como a ellos les quedan ocho meses de campaña, a nosotros nos basta para empoderar a esos votantes que se sienten cada vez más alejados del proceso. La apatía hoy nos podría costar aún más caro en el futuro.