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Creada en 2006 y presidida actualmente por el australiano Julian Assange, WikiLeaks ha logrado difundir importantes noticias e informaciones confidenciales o secretas, conseguidas gracias a filtraciones anónimas.
WikiLeaks recoge la información y la somete a un meticuloso escrutinio de veracidad, así como verifica que no represente un peligro directo para las personas, instituciones o fuentes involucradas, antes de lanzarla a la web. Esto al menos es lo que promociona su sitio.
La primera filtración importante de WikiLeaks fue el vídeo que mostró a soldados norteamericanos asesinando a un fotógrafo de Reuters y a otras diez personas sin que mediara provocación alguna.
El 25 de junio del 2010, los diarios The New York Times, The Guardian y Der Spiegel difundieron un conjunto de informaciones relacionadas con 92.000 documentos sobre la guerra de Afganistán facilitados por WikiLeaks, y el 22 de octubre se hicieron públicos casi 400.000 documentos del Departamento de Defensa de Estados Unidos relacionados con la guerra de Irak. Por primera vez, se comprobó que las autoridades norteamericanas conocían el uso sistemático de la tortura, que las víctimas en Irak se cifraban oficialmente en 109.032 muertos -una cifra que afirmaban desconocer- y que el 63% eran civiles.
Ciertamente que este sitio ha contribuido, sino a transparentar la política de las altas esferas, por lo menos a sacarle ciertos oscuros ropajes a los gobiernos y a mostrar sus vergonzosas desnudeces ante los ciudadanos que se ven afectados por sus decisiones.
La nueva filtración de 250.000 documentos del Departamento de Estado de Estados Unidos, no parece hasta el momento que contribuya a desnudar aspectos relevantes que no conozcamos o al menos intuyamos sobre la diplomacia de ese país. Según lo informado por las medios que recibieron la información, no hay un sólo documento calificado como Top Secret. Por otro lado, estos mismos medios se están encargando de hacerle todos los recortes a esos documentos que les parezcan necesarios de acuerdo a sus líneas editoriales. Finalmente, lo que llegará a conocimiento del gran público será una montonera de luces irrelevantes más ligadas al morbo espectáculo que al sentido profundo que implican esas políticas en la vida de miles de millones de personas en el mundo.
Los primeros avances tratan precisamente de resaltar el lenguaje y la mirada procaz e infantil con que se observa y analiza al resto de los líderes mundiales. Poco se puede esperar de quienes hacen tan gruesos análisis.
Sólo queda leer lo que se dignen a mostrar estos medios elegidos. Probablemente no será mucho más que un festín amarillento de adjetivos descalificatorios hacia personalidades mundiales. De seguro nos seguirá rondando la permanente sospecha de que este acontecimiento no sea más que otro gran volador de luces.
