Zapping, un cuento de Gustavo Ruffino

Un oso panda. Un cuchillo en primer plano cayendo en picada sobre un jugoso trozo de carne de res. Un bebé sonriendo. El meneadito, el meneadito, el menea…. aquí, aquí, aq… lluvia y dos personas con la ropa pegada a sus cuerpos alejándose agarrados de la mano. Un auto deportivo dobla una curva abierta a gran velocidad, mostrándote el esplendor de una máquina veloz rodando por Topanga Canyon. No se vaya, después de la paus… y enton… si quieres un….

Pinche mierda… – se escuchó, luego del esfuerzo de varios intentos de prender la motosierra. No ha tenido un buen mantenimiento y últimamente ha sido el juguete preferido del sanguinario y repulsivo Chicharito. Suplicó al Todopoderoso ser indiferente a aquel sonido y al olor a gasolina que se impregnaría en la sala cuando el verdugo lograra arrancar aquella herramienta de cortar carne y huesos. Patearon la puerta y los presentes hincaron la cabeza. Este es el chamaco del Manolo – dijo el jefe de los sicarios, de ojos tan oscuros y diabólicos, tan huérfanos de piedad. Sí, dijo con el control remoto en la mano el Chaparro, mientras escupía una semilla masticada de girasol sobre la cara del condenado y le pegaba con la mano abierta sobre el pómulo deformado por quemaduras de cigarrillo. Dicen que la mente es una máquina eficaz. Cuando sintió el olor a gasolina, y vio su brazo caer, los carruseles de Paris le parecieron el lugar preciso para complacerse.

Un gol de Neymar que se abraza con Messi.. no es a pila no es a gas… ¡doscientos fósforos de la mejor calidad!, lo que vale es e… ¡Te voy a acusar con mi mamá!…. Chusma chusma,  puffff, puffff. La mente es una máquina eficaz. En carnaval la… si yo fuera tu hab, é ciudad desde el primer momento, – dijo una señora en primer plano de ojos negros, piel arrugada y pelo canoso – esos amor… imo ejemplar de la Rolling Stones.

¿Para dónde viaja el próximo vuelo? – presentándose en el mostrador de la primera aerolínea que encontró después de entrar al aeropuerto, le dijo el muchacho con la bolsa marinera a sus pies, a la empleada de uniforme azul y cabello trenzado – suena interesante… sí uno… clase turista. La película había sido intensa, al pobre tipo lo descuartizan sin clemencia luego de varios intentos por arrancar una motosierra, para luego manchar la sensibilidad del espectador seccionando manos, brazos, piernas y finalmente la cabeza que picó tres veces como pelota desinflada. Apretó el botón colorado, apagó la televisión y la plegó al respaldo del asiento que tenía delante. Se preparó para el aterrizaje frente al aviso que la aeromoza repetía en distintos idiomas por los parlantes. Ámsterdam te hace creer que la vida siempre será bella, la parte siniestra de la ciudad está detrás de los callejones de la zona roja, donde los adictos dormitan harapientos y los vendedores de heroína les aconsejan de la pureza de su producto a los clientes. Lo hacen sólo por precaución, para evitar una muerte por sobredosis y que la policía les complique las ventas en las esquinas. Por la calle principal, una detrás de otra, aparecían las vidrieras donde se exponían las mujeres semidesnudas a caballeros, que pasaban como en un mercado frente a la gran oferta de carne, para elegir el corte que más apeteciera al pagador. La atracción estaba casi al centro de la peatonal donde una mujer de unos sesenta y pico, redonda de grasa desbordante en sus caderas, como modelo de Botero, depositaba su gracia sentada en la punta de la cama mirando hacia la calle vestida sólo con unas medias de rombo rojo, con sus piernas abiertas, mostrando su gruta. Ella era una de las atracciones más profundas de las ofrecidas en las adyacencias. Había sido recorrida y experimentada por viejos botes de distinto porte y calado. Los transeúntes se fotografiaban en la vidriera con la imagen bizarra de la doña de las carnes caídas detrás, la de los senos desparramados sobre las rodillas, la más vieja y mamadora de la cuadra. Volvía para el hotel cuando le ofrecieron unas gacetillas auspiciando una rave en plena plaza de la ciudad. Llegó por allí cuando un tal Paul Oakenfold hacía bailar como exasperados a la muchedumbre sedienta de boca seca, empinando botellas de agua mineral. Se le acaloró el cuerpo y bailó colgado en éxtasis, sensible y excitado como los casi trescientos bailarines de anteojos de sol pegados a sus caras. Había sido un comienzo de vacaciones bastante alocado. No fue necesario pensarlo en demasía cuando al día siguiente se encontró con la misma muchacha, en una esquina diferente, la cual le ofreció una nueva gacetilla promocionando esta vez otra rave en otro espacio público de la ciudad. La mente es una máquina eficaz. Se repetía en voz alta mientras corría con sus pertenencias en la bolsa marinera. Tomó el tren que lo llevaría a otros sitios donde a veces, el más pesado rock and roll, es menos ruidoso y adictivo.

¡Baja el volumen de ese pinche televisor!… que este ya no grita más… – dijo mientras arrancaba de un tirón el brazo que colgaba de los últimos pedazos de carne sin cortar, entre volcanes de sangre que salpicaban sin mesura. La mente es una máquina eficaz. Nuevamente se repitió, mientras se mordía, con los pocos dientes que le quedaban, los labios llagosos y bermellones. Quiero ese globo mami…  – dice en primer plano la chiquilina tirando de la pollera, mientras sin dudar, con una sonrisa la joven le ofrece una tarjeta de crédito al vendedor … osas que no tienen preci… la isla del… mosaic… polit… ¡Apaga esa mierda pinche guey!  ¡que la pinche película ya terminó! Chaparro, pinche película… de ese pinche culero… ese bailando como loco tomando agua y viajando por Europa haciéndose el mochilero… – dijo el capo de los ojos endemoniados. La motosierra hizo picar la cabeza al mismo tiempo que el Chaparro apretaba el botón colorado para apagar la televisión.

 

Gustavo Ruffino es profesor en California State University Northridge.

Un comentario

  1. Un relato breve de Gustavo Ruffino de exquisita precisión que con un par de navajazos recorta en un instante el horror de la brutal violencia que asfixia a México. Así como el carpintero no inventa el clavo y el martillo, con técnica y recursos impecables Gustavo Ruffino no reinventa técnica ni recursos literarios, si no que aprendiendo de los maestros, Cortázar, Borges, reactiva la noción de realidades paralelas del primero, y la noción de lo infinito en el juego de los espejos del segundo, para alinearse a la tribu de escritores argentinos que a través del género de lo fantástico activan conciencias sobre los horrores de la humanidad.

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