Desde un punto
del Valle de Anáhuac
Una de los temas que más se tocan sobre los habitantes de la capital de la República, es sobre su manera peculiar de hablar.
Y no es que en el resto de México no existan los acentos característicos, desde el bronco y atrabancado norteño, hasta el pausado y florido sureño, pero hablar del chilango nos atrae a los que venimos de fuera.
La curiosidad está en que la mayoría de las ocasiones, si no es que siempre, los acentos o formas se pegan y más cuando el tiempo de radicar en el lugar aumenta.
Y así como uno no se percata de esos cambios, para los oriundos de la ciudad, cuesta más trabajo darse cuenta.
Me acerco a un joven activo que se dedica a vocear las rutas de microbús en una parada.
–¡Vallejooo, Ceilááán, voca treees, voca seiiis, por todo Plaaan de San Luiiis!
— Hola buenos días. Oye, una pregunta. Tú crees que los chilangos hablan diferente al resto del país? – le preguntó en caliente y sin protocolos de por medio.
— Quiubooo güerooo, ¿me estás albureandooo o me quieres chingaaar? – me contesta con una gran sonrisa no sin antes revisarme de arriba a abajo con la mirada.
— Es para una investigación de la escuela compa, – miento para no darles vueltas al asunto y no verme tan foráneo, además de agregar una de tantas palabras que pienso serán necesarias para relajar la comunicación.
— Ora carnaaal, nosotros hablamos bieeen, ustedes los que dizque estudian son los que hablan rarooo, – me contesta ya impaciente por regresar al trabajo.
— Sale y vale. Gracias. – Termino la conversación y me despido de él.
— Eso de que hablamos con acentito los chilangos es una pendejadaaa maiii, – se despide de nuevo con una sonrisa de oreja a oreja.
Levanto la mano en señal de despedida.
— Cámaraaa, – su última palabra antes de emitir un silbido y señalarme la V con su mano derecha.
En una conversación con un clase mediero de la ciudad, que convive con su hija en un parque, le saco a relucir el tema.
— Cuidado con el cactuuus hijaaa, el cactuuus, ¡que no entiedeees!, – le grita a su pequeña que se ha introducido en uno de los jardines.
— Mira Ricardo, para que me entiendaaas, aquí hablamos el mejor españoool del paííís, por algo somos la capitaaal nooo. Ve en la tele o escucha la radio para que veaaas, – me contesta sin quitarle la mirada a la niña.
— ¿Pero para ti no hay diferencias en los acentos de un lugar a otro ?, – le sigo dando vueltas al asunto.
— A veces me agüita esooo pero da huevaaa nooo. Es que la neta, nadie nos quiereee nomás porque vivimos aquííí, cuateee.
— Entonces, ¿el chilango no tiene un acento peculiar a la hora de hablar ?
— Una chingaderaaa, mis huevooos con eso del acento chilangooo cuateee.
El silencio termina la conversación y decido cambiar de tema rápidamente.
Las Lomas resultó ser el lugar ideal para conocer una porción de la gente bien de la ciudad.
— O seaaa weee, ¿que tú piensas que nosotros hablamos cantaditooo como Pedrooo Infanteee weee?, – me contesta mi interlocutora con un cigarro que no deja de llevarse a la boca.
— No puedes negar que ustedes tienen una manera peculiar de hablar, – insisto.
— Esooo es para los pelados y las gatas de Tepitooo weee, ¿estás operado del cerebro o qué te pasa weee? Allá en tu tierra de huercooos es donde hablan cagadísimooo weee.
— Pero hay diferencias y no lo puedes negar, – trato de convencerla.
— Que cagadooo nooo. Si aquí les tenemos que enseñar a todos los nacos del país weee.
— Creo que tendré que buscar respuestas con gente estudiosa del tema. – Me doy por vencido.
— Estas en el lugar más pederooo de Méxicooo y me haces esas preguntaaas cuando yo te debería estar preguntandote a tí que haces aquí weee, con ese acento norteño tuyo tan cagado weee.
Se termina su cigarro y voltea la cara, no sé si en señal de ofensa o de cambio de tema.
Al día de hoy me dicen que hay varios acentos chilangos, que si el chilago ñero, el chilango chilango, el chilango fresa, etc., así que tengo todavía camino por recorrer para ir descubriendo más acentos.
Si es que existen.
Tal vez la capital del país alberga todos y cada uno de los acentos que nos distinguen como mexicanos, en lo que al castellano se refiere, porque las lenguas indígenas requieren ser tratadas aparte.
Por lo pronto continuaré mi vida en esta gran ciudad, esperando el momento en que mi acento se diluya y se funda, hasta el día en que me digan que el chilango se me ha pegado y yo no me de cuenta.