Los caprichos de Fidel Castro durante 51 años han hecho más ruinosos en Cuba los embates propios de un experimento social inviable
En Cuba, el cadáver del experimento que llaman socialismo sigue insepulto y el pueblo además sufre el caligulismo tropical instaurado por Fidel Castro en 1959.
La isla ha sido a la vez víctima de la versión de comunismo iniciada por Stalin y de un “sublimado” que no rinde cuentas a nadie y ha gobernado a base de puñetazos en la mesa y caprichos.
Si fue nefasto para la humanidad que Nerón, Calígula o Enrique VIII de Inglaterra gobernaran sin freno para sus antojos, peor es que lo hayan hecho Castro y su hermano Raúl en nuestros días.
Uno de los disparates más letales fue la obsesión por producir 10 millones de toneladas de azúcar en 1970. Orlando Borrego había sido nombrado en 1964 ministro de la Industria Azucarera a insistencia de su gran amigo el Che Gueva, quien antes de irse a Bolivia le aconsejó a Borrego que siempre le dijera la verdad a Fidel. Este último le prohibió a Borrego irse con el Che porque era más importante como ministro.
Pero cuando en los preparativos de esa zafra, en 1968, Borrego le dijo al dictador la verdad , que la meta de los 10 millones no era viable, lo destituyó al instante.
Tanto machacaban los medios “Los 10 millones van”, que el músico Juan Formell se lo creyó y fundó la orquesta Los Van Van.
Fueron casi paralizadas las restantes industrias, se gastaron miles de millones de dólares, y decenas de miles de profesionales y empleados urbanos fueron enviados a cortar caña con machetes.
No había caña suficiente, ni capacidad industrial para producir 10 millones de toneladas. Y de obtenerse una gran producción se derrumbaría el precio del azúcar, pues Moscú compraría solo 3.5 ó 4 millones y el resto aumentaría la sobreoferta mundial. Pero para Castro la realidad era agente de la CIA. Se obtuvieron 8.5 millones de toneladas a un costo tan alto que el país entró en una recesión de varios años.
Luego, pese a los miles de millones invertidos en los años 70 y 80 para aumentar la capacidad industrial (incluyendo la construcción de otras cuatro enormes fábricas), un buen día de 2002 Castro ordenó por teléfono –ni siquiera convocó una reunión del gobierno o del Buró Político—al ministro de la Industria Azucarera, el general Ulises Rosales del Toro, que desmantelara 85 de los 156 centrales azucareros del país y declaró por la TV: “el azúcar es la ruina de Cuba”.
Dos años después cerró 32 de las 85 fábricas restantes y calificó de “disparate” a la actividad azucarera. O sea, en tres años desmontó dos tercios de la otrora mayor industria mundial productora de azúcar de caña desde el siglo XVIII hasta mediados del siglo XX.
En octubre de 1967 fui testigo de otro capricho: la “Brigada Invasora Che Guevara”, en la zona de Puente Guillén, provincia de Oriente. Se nos dijo a los periodistas allí presentes que el comandante quería desbrozar bosques y cultivos para sembrar arroz y pastos, cubrir el consumo nacional de arroz, leche y carne, y exportar los excedentes.
Operados por el Ejército, unos 500 bulldozers y otros equipos con unas bolas de hierro gigantes comenzaron a arrasar bosques enteros, miles de frutales y cultivos. Los árboles más robustos eran dinamitados por zapadores militares. En dos años desaparecieron 215,000 hectáreas de frutales, cultivos y frondosos bosques.
Rendimientos ridículos
Según datos de la ONU, Cuba produjo en 1958 un total de 260,000 toneladas de arroz que cubrieron el 60% del consumo nacional, y se reafirmó como el tercer productor arrocero en Latinoamérica.
Se estimaba que para 1965 la isla se autoabastecería de arroz. Pero llegó el comandante y luego de la mayor deforestación ocurrida nunca en Cuba la producción arrocera se desplomó hasta el día de hoy. En 2008 se produjeron 207,500 toneladas, con un rendimiento de 3.3 toneladas de arroz por hectárea, el más bajo del continente, que cubrieron el 23% del consumo doméstico de casi 900,000 toneladas.
La actual desertificación en la región oriental se debe a aquella brigada Che Guevara. Y los cubanos tienen menos arroz, carne y leche, y muchos no han visto jamás un níspero, un mamey, o un anón.
Cuba con 6 millones de habitantes en 1958 tenía casi 7 millones de cabezas de ganado vacuno, que produjeron 2.7 millones de litros de leche diarios, o sea, casi medio litro por persona.
Autoerigido en sabio genetista, Castro en los años 60 decidió inventar nuevas razas lecheras y gastó una fortuna en divisas. “En 1970 produciremos 10 millones de litros diarios y nos bañaremos en leche”, bromeó en un discurso en 1965.
Casi medio siglo después, en 2009, la isla tiene la mitad de las cabezas de bovinos que tenía en 1958: unos 3.5 millones de bovinos –que semejan esqueletos andantes–para 11.2 millones de habitantes. Ni los niños menores de 7 años tienen garantizado el consumo de leche. Según datos oficiales –siempre inflados–, en 2009 Cuba produjo 1.6 millones de litros diarios, un per cápita de 0.14 litros, cifra sólo superior a la de Haití.
Y la hibridación de Holstein con Cebú sólo produjo animales más débiles, enfermizos y sin gran valor en carne y leche.
En carne de res, el consumo cubano en los años 50 superaba los 50 kilogramos por persona, tercero de Latinoamérica luego de Uruguay y Argentina. Hoy, la población no recibe carne bovina directamente, sino mezclas de vísceras con harina de soya y otros híbridos de muy mal olor y peor sabor. Según la ONU, en 2007 el consumo cubano de carne vacuna fue 73 veces más bajo que el de 1958.
Otro disparate fue el Cordón de La Habana. Castro ordenó sembrar –con trabajo “voluntario”–alrededor de la capital café caturra (de mala calidad) con gandul intercalado, ideal para los vacunos según él, pero éstos se negaron a comerlo. Los cafetos luego fueron destruidos.
En 1957, el economista Oscar Pino Santos escribió “El imperialismo norteamericano en la economía cubana” , un ensayo en el que el autor, dirigente del partido comunista (PSP) de entonces, reveló espantado que debido a los latifundios y el capitalismo Cuba importaba el 29% de los alimentos que consumía.
Por razones ideológicas Pino Santos omitió que la FAO ese mismo año clasificó a Cuba como el mayor exportador de productos agropecuarios de América Latina en proporción a su población
Hoy, con 50 años del “socialismo” que los comunistas criollos anhelaban, la isla importa el 84% de los alimentos, que costaron 2,600 millones de dólares en 2009; el 52% de las tierras fértiles están ociosas y las granjas estatales que pedía Pino Santos son irrentables y registran los rendimientos más bajos del planeta, incluyendo el de caña de azúcar, que con 37 toneladas por hectárea es un cuarto del promedio latinoamericano.
Por cierto, Cuba fue el líder mundial en rendimiento industrial azucarero (hasta más de un 13%) hasta 1959.
En fin, los caprichos citados explican mejor por qué Cuba duplicaba en 1958 el ingreso por habitante de España, casi igualaba el de Italia, y ahora tiene el segundo más bajo de Latinoamérica, luego del haitiano.