Andrés Manuel López Obrador ganó la presidencia de México de manera aplastante el domingo 1 de julio de 2018, con más de la mitad de los votos.
Al día siguiente, el New York Times explicaba en su editorial la consternación de los círculos de gobierno estadounidenses: “La victoria de López Obrador lleva a un líder de izquierda al mando de la segunda economía más grande de América Latina por primera vez en décadas, una posibilidad que ha embargado de esperanza a millones de mexicanos (y a las élites del país, de temor)”.
Esos “círculos” habían reaccionado positivamente a sus dos intentos previos frustrados por los ataques y el fraude.
Pero ahora tenían sólo preguntas, no respuestas:
“¿Cómo pagará su ambicioso plan de programas sociales sin gastar en exceso y dañar a la economía? ¿Cómo librará a su gobierno de funcionarios corruptos cuando algunos de ellos fueron parte de su campaña? ¿Podrá hacer mella en la violencia inexorable de la guerra contra las drogas, que el año pasado causó más homicidios que las dos décadas anteriores?
¿Y cómo gobernará López Obrador, un político radical con tendencia a menospreciar las críticas en los medios y en todos lados?”
Hasta aquí el New York Times, que habla en representación de la clase política estadounidense.
Reacciones de los latinos a su elección
Tampoco los latinos en Estados Unidos tenían respuestas. Pero teníamos pedidos.
El editorial de La Opinión – el mayor diario en español en Estados Unidos, del que yo era editor en jefe en aquellos días y entre 2014 y 2020, al día siguiente de la victoria de AMLO fue jubiloso. “Sí se pudo”, decía, parafraseando el motto del Sindicato de Campesinos , “y ¡cómo se pudo”!
El editorial de La Opinión que, claro, representaba mi postura, hacía una única alusión a Estados Unidos y su gente, con esta frase: “La relación con Estados Unidos del presidente Trump es otro aspecto muy importante para ambos países. Esta es una dinámica que está por verse”.
Entre AMLO y Trump
Es que más, todavía, no se podía decir. El sentido común mostraba que las trayectorias de los dos mandatarios eran opuestas. Se suponía que sus egos chocarían. Y por encima de los temores – o las esperanzas, dependiendo del interlocutor – estaban las conocidísimas frases de Trump durante el anuncio de su candidatura, en la Torre Trump, el 15 de junio de 2015.
«Cuando México envía su gente, no envían a los mejores. Envían gente que tienen muchos problemas», dijo. Según Trump, los inmigrantes mexicanos «traen drogas, crimen, son violadores y, supongo que algunos, son buenas personas».
La retórica antiinmigrante fue la base de la exitosa campaña presidencial del magnate. Recorrió el país pregonando la construcción de un muro fronterizo:
“Vamos a construir el muro”, decía, “y, por cierto, ¿quién va a pagarlo?” Y sus votantes contestaban al unísono: “¡Méxicooo!”.
“México va a pagar por el muro, se los aseguro. Pagará cada dólar de los 10,000 a 12,000 millones de dólares que costará por el daño que nos hacen”
Años después, Andrés Manuel López Obrador visitó la Casa Blanca por cuarta vez como presidente. Era julio de 2020; las elecciones presidenciales aquí tendrían lugar menos de cuatro meses después. Y como ya sabemos Trump hacía todo para ser reelecto.
La visita pareció diseñada, por parte del entonces presidente para impulsar su popularidad entre los latinos. O al menos desarmar su oposición y disminuir la hostilidad.
López Obrador cumplió con su parte.
En la comparecencia de ambos frente a la prensa alabó al magnate, nombrándolo en la misma frase que a Roosevelt o a Lincoln y reconociendo:
“En vez de agravios hacia mi persona y lo que es más importante, hacia mi país, y pese a las diferencias ideológicas, hemos recibido de usted comprensión y respeto”… (Pero) “…lo que más aprecio es que usted nunca ha buscado imponernos nada… que viole o vulnere nuestra soberanía… Usted no ha pretendido tratarnos como colonia sino que por el contrario ha honrado nuestra condición de nación independiente… por eso estoy aquí, para expresar que el Presidente se ha comportado hacia nosotros con gentileza y respeto, nos ha tratado como lo que somos, un país y un pueblo digno, libre y soberano”.
Juntitos frente a la prensa
En la conferencia de prensa conjunta, Trump habló positivamente de los 35 millones de mexicanos que viven en Estados Unidos, contradiciendo sus declaraciones al anunciar su candidatura en 2015. Trump alaba “la gran ayuda que México nos ha brindado” en la frontera.
AMLO en cambio habla de 38 millones, incluyendo a los hijos de padres mexicanos.
En su discurso de agradecimiento dice AMLO que tiene México su “joven, responsable y creativa fuerza laboral” como algo especial que tiene para ofrecer en el tratado de libre comercio.
En su libro “A la mitad del camino”, López Obrador se refiere a ese viaje así:
“Quizá la decisión más importante para mantener hasta el final buenas relaciones con el Gobierno del presidente Trump fue el viaje que realicé a Washington el 8 de julio de 2020. Muchos me recomendaban no hacerlo, alegando que estaban muy cerca las elecciones presidenciales en Estados Unidos y no iba a gustarle a los demócratas; otros temían un escarnio mundial, una vapuleada, por alguna actitud, postura o comentario irrespetuoso del presidente Trump contra mi persona o contra México. Finalmente consideré que valía la pena correr todos los riesgos…”
Como se verá después, las declaraciones – así como el conjunto de relaciones entre ambos personajes – atrajeron críticas.
Fueron y son críticas que no comprenden la diferencia. Obrador no hablaba de la comunidad mexicana en Estados Unidos. Hablaba de México, vecino al sur de este país.
AMLO y los mexicoamericanos: relación dinámica y contradictoria
Como mucho de lo que tiene que ver con AMLO, su relación con la comunidad mexicana en Estados Unidos ha sido dinámica, fluctuante, contradictoria a veces. Por una parte es claro en lo básico: apoyo a la reforma migratoria que legalice a los mexicanos que viven aquí y apoyo a su derecho a votar por presidente en México. Y luego, alabanza a los inmigrantes por el envío masivo de remesas para ayudar a sus familias en el país vecino.
Aunque a veces despiertan interrogantes adicionales.
López Obrador goza del cariño de los centenares que se congregaron, en la más reciente visita de AMLO a Washington, en julio de 2022, debajo del balcón de su hotel, el Lombardy, sobre la Avenida Pennsylvania, cerca de la Casa Blanca. En el vídeo se lo ve cantando con los mariachis “México lindo y querido”.
Ante los vivas del público López Obrador, visiblemente emocionado, lanza interminables besos a la congregación.
Pero fue a la distancia. Desde el balcón. Parecía alejado, lo que llevó a una observación de la analista Martha Anaya en El Heraldo de México:
¿Por qué no se reúne AMLO con los líderes migrantes, con las organizaciones de mexicanos?
Anaya explica que “según lo que le comentaban en los consulados”… “El Presidente le tiene aversión a los viejos liderazgos, y claro, lo hemos visto aquí en México… con liderazgos tradicionales, con ONGs ni nada que se le parezca… pero especialmente cuando tienen reclamos ante el presidente, López Obrador ha preferido guardar distancia. Andrés Manuel, por más que digas que apoya a los inmigrantes, tampoco los ves ni los oyes, por lo menos personalmente».
Insiste en esa acusación la publicación mexicana Expansión Política en una nota fechada el 7 de enero de 2022 y firmada por la reportera Lidia Arista.
Cita a “José Artemio Arreola, presidente de la Federación de Clubes Michoacanos en Illinois y quien por más de 30 años ha radicado en Estados Unidos”, según el cual “más que en otros sexenios, los mexicanos han sido olvidados por el actual gobierno… …en tres años y en tres visitas a esa nación, López Obrador no los ha considerado”.
Y es verdad que antes de llegar a la Presidencia de México, López Obrador visitaba a menudo Estados Unidos para dialogar con la comunidad de mexicanos. Pero desde que tomó posesión de su actual cargo ha dejado de hacerlo.
Los viajes de Andrés
El presidente mexicano viajó al exterior, desde que asumió la presidencia, sólo cinco veces. Cuatro de esos viajes fueron a Estados Unidos. En el primero, ya con dos años de experiencia de gobierno, a comienzos de julio de 2020, López Obrador y Trump firmaron la declaración conjunta en el Jardín de las Rosas.
El viaje fue oficialmente organizado para conmemorar la firma del nuevo tratado de libre comercio conocido como T-MEC, pero especialmente sirvió para establecer un conducto directo de comunicación con el entonces presidente Trump.
La visita generó críticas a AMLO por supuestamente humillarse ante Trump, lo que se reflejó en el análisis del New York Times, que se refirió “a la constante disposición de López Obrador de someterse a la voluntad del presidente estadounidense”.
Fue una reacción algo exacerbada, porque en aquellos días Trump estaba bajo asedio por las “crecientes infecciones por coronavirus en Estados Unidos y las protestas masivas por la violencia policial”, y supuestamente la presencia de AMLO le ayudó en la opinión pública.
El gobierno mexicano lo rechazó categóricamente. Llamó sin embargo la atención que el primer ministro de Canadá Justin Trudeau no concurrió, citando compromisos previos.
Fue la única vez que los presidentes se vieron en persona. AMLO detalla en “A la mitad del camino”, publicado al año siguiente, que “aunque muchas voces pronosticaron que el expresidente Donald Trump y yo íbamos a enfrentarnos, en los hechos la relación fue respetuosa y constructiva para nuestros pueblos y naciones”.
El segundo viaje lo realizó en noviembre de 2021, a la sede de la ONU, para presidir una sesión del Consejo de Seguridad, ya durante la actual presidencia de Joe Biden.
Fue en esa ocasión, dice Milenio, cuando “desde su llegada, migrantes y connacionales de visita en la Gran Manzana acudieron a mostrar su apoyo al Presidente”.
AMLO “se disculpó por no poderse reunir con los migrantes mexicanos, aunque dedicó un video en agradecimiento por su apoyo y reconoció su trabajo en el envío de remesas”.
El 18 de noviembre de 2021, se reunieron nuevamente en Washington los jefes de gobierno de Canadá Justin Trudeau, México y Estados Unidos, para retomar negociaciones tripartitas interrumpidas durante el mandato de Trump.
Habían pasado solo diez días desde la visita anterior. “El ambiente de festejo entre los mexicanos no cambió”.
Como consecuencia de esta visita, Estados Unidos y México anunciaron el lanzamiento del programa “Sembrando Oportunidades”, que contempla ayuda al desarrollo económico en El Salvador, Guatemala y Honduras, con el objeto de reducir la emigración de esos países con rumbo al norte.
La más reciente visita a Estados Unidos fue el 12 de julio de este año. En ella, el mandatario mexicano discutió con el presidente Biden sobre migración, “en el marco de la grave situación en la frontera común, que alberga una cantidad récord de indocumentados”.
En fotos oficiales, se lo ve levantando el puño derecho sobre el trasfondo de la estatua a Martin Luther King, también llamado Piedra de la Esperanza, en el monumento nacional dedicado a su memoria en Washington.
En todos estos viajes el mensaje fue similar: México es soberano y se presenta ante Estados Unidos de igual a igual. En todos los casos, “el destinatario de ese mensaje de soberanía era la sociedad mexicana”, afirma Jorge Santibañez, presidente del instituto Mexa, el 23 de agosto de 2022, en el Los Angeles Times.
En conversación con quien firma, el actual jefe de noticias de La Opinión y también colaborador de Hispanic L.A. Agustín Durán dijo: “Cuando Obrador viene a Estados Unidos sigue siendo un ídolo como cuando estaba en la oposición. La gente viaja a Los Ángeles desde otros estados para ir a verlo y apoyarlo.
– ¿Y la oposición, Agustín?
«En Nueva York vas a ver un grupito de seis o siete en contra pero se borran, la verdad, porque el apoyo es tal que los superan totalmente.
Visita a La Opinión y después
La sala de reuniones de la Junta Editorial de La Opinión, donde nos encontrábamos a menudo con líderes electos de la ciudad, el estado, el país y el mundo, se llenaba en muy pocas ocasiones. Por lo general éramos un pequeño grupo de editores – de dos a cinco – quienes nos reuníamos con los invitados para escucharlos y en ocasiones, decidir si apoyábamos o no sus candidaturas, sus iniciativas o políticas.
Los más populares eran figuras como Shimon Peres, a quien tuve el gusto de saludar en nuestro idioma común y con quien mantuve una interesante conversación previa al encuentro, sobre las dos décadas que viví en Israel.
También atrajo atención el actor y entonces gobernador de California Arnold Schwarzenegger. Lo esperaban en los pasillos para pedirle autógrafos. Un colega (Henrik Rehbinder) lo desafió a un round de boxeo.
El mismo entusiasmo recibió en La Opinión a Andrés Manuel López Obrador, que ya había sido Jefe de Gobierno del Distrito Federal pero todavía no había fundado Morena. Estaba entre una etapa y otra de la trayectoria que años después lo llevaría a la presidencia.
La sala y los pasillos estaban llenos.
AMLO contestó muchas preguntas, rechazó varios ataques, habló más rápido que cuando lee un discurso (fácil), fue directo y cordial y parecía interesado en escuchar nuestras posiciones sobre las opiniones, el voto y las esperanzas de los mexicanos aquí en Estados Unidos.
En 2014, en otra visita a Los Ángeles, el político presentó un libro, presidió una reunión del club local de Morena y habló ante simpatizantes y activistas mexicoamericanos fuera de la alcaldía de la ciudad, como escribió el reportero Jorge Morales en La Opinión.
Viaje para conocer a Trump
Pero su visita de 2020 (y las ulteriores) fueron muy diferentes a las que hizo privadamente. Él ya era presidente de México y Donald Trump ocupaba la Casa Blanca. Vino, no en representación propia sino como símbolo del país que gobernaba hacía casi dos años.
Sin embargo, para muchos líderes y portavoces mexicoamericanos aquí la visita fue interpretada como un saludo, una demostración de apoyo al controversial presidente estadounidense.
Armando Vazquez-Ramos, fundador del Centro de Estudios California-México en la Universidad de California San Diego, y catedrático en la Universidad del Estado de California en Long Beach, sostuvo que la visita podría ser el «peor error diplomático de su gestión,» ya que Trump es «despreciado por su racismo y odio contra los mexicanos, inmigrantes y mujeres».
«Para los 40 millones de mexicanos que vivimos en Estados Unidos sería vergonzoso y un insulto que la primera visita al exterior del presidente López Obrador fuera para ayudar a reelegir al peor presidente en la historia de este país».
El popular presentador televisivo Jorge Ramos Ávalos consideró la reunión como una «manipulación» de Trump y una «traición e indiferencia a los 12 millones de mexicanos, nacidos en México, que vivimos en Estados Unidos».
«La historia juzgará duramente a Trump. Pero también a los que se convirtieron en silenciosos cómplices de sus políticas racistas y antiinmigrantes. Siempre es peligroso -y poco digno- aparecer junto a un bully y un promotor de la intolerancia», y añadió en su columna en Reforma: “AMLO, no vaya a ver a Trump”.
Sí, es que faltaban cuatro meses para las elecciones. En Estados Unidos los ánimos estaban caldeados. El nerviosismo, palpable. Que dos meses después de los comicios haya habido un intento de golpe de estado con el ataque al Congreso del 6 de enero chocó a la población, pero no la sorprendió. Se veía venir.
Al inicio de la visita, el Caucus Hispano del Congreso, compuesto por los entonces 30 miembros latinos demócratas de la Cámara Baja, envió una carta pública al presidente Trump calificándola como un «flagrante intento de politizar la importante relación entre EE.UU. y México a lo largo de líneas partidistas».
La carta fue propuesta por el congresista mexicanoamericano Jesús Chuy García de Illinois.
«El Presidente Trump ha insultado y atacado a México y a los mexicoamericanos durante años. Es difícil de creer que el Presidente López Obrador esté cayendo en eso», comentó García en C-SPAN.
Pero Obrador no hizo nada especialmente malo. Al menos, nada imperdonable. Parecería que la reacción de la comunidad mexicana en Estados Unidos a sus acciones es más una continuación del debate allá, en México, que el resultado de un análisis sobre lo que hizo o no AMLO como presidente en la relación bilateral.
Recalco: “como presidente de México”, para contraponer esa realidad a la figura positiva que todavía tiene aquí el mandatario por su lucha de décadas contra la corrupción allí.
Vivas del público
Y es en verdad eso lo que entusiasma a sus seguidores aquí – gente del pueblo, trabajadores, quienes llegaron aquí como inmigrantes, generalmente indocumentados, con una mano adelante y otra mano atrás.
Les gusta que quien conocen como quien está a su favor ahora sea el presidente del país con el cual se identifican, México.
Las manifestaciones multitudinarias de apoyo han sido una constante de las visitas de AMLO a Estados Unidos y es quizás lo que define la diferencia entre él y el resto de los políticos mexicanos. Es su líder natural. Dejan claro de qué lado están. No lo hicieron con ninguno de los últimos presidentes mexicanos.
Esto ha sucedido recientemente aquí, en Los Ángeles, Incluso cuando él mismo, López Obrador, faltó a la cita durante la Cumbre de las Américas celebrada en junio de este año.
“AMLO presidente, aquí está tu gente”, gritaban. “Te amamos, AMLO”, decía un cartel, informaba el Los Ángeles Times en español el 10 de junio de este año.
“A la Cumbre de Los Ángeles, no vino AMLO pero ¡solamente hablaron de él! Hubo simultáneamente una conferencia de los pueblos indígenas y organizaciones no lucrativas que se enfocan en ayudar a los inmigrantes y hablaron de él maravillas”, me dice Agustín Durán, jefe de noticias de La Opinión.
Cabe entonces la pregunta sobre si esa percepción de AMLO como representante de quienes se sintieron expulsados de México y compelidos a venir a vivir aquí, ha cambiado durante su presidencia.
En la mayoría de los casos, y a título de anécdota y no como estudio, no mucho: sigue siendo tan popular como antes para el inmigrante típico. Y tan criticado por otros.
Pero profesionales de la información, columnistas, académicos, hombres de negocio o artistas, se han tenido que confrontar con las diferencias entre el AMLO previo a julio de 2018 y el de ahora.
Asume la presidencia
Es el 1 de diciembre de 2018 y Andrés Manuel López Obrador, durante su toma de posesión, le dice al micrófono, con la monotonía que lo caracteriza:
“Hoy comienza un cambio de régimen político. A partir de ahora se llevará a cabo una transformación pacífica y ordenada, pero al mismo tiempo profunda y radical, porque se acabará con la corrupción y con la impunidad que impiden el renacimiento de México”.
Millones en todo el mundo escuchan a este hombre nacido en 1953, hijo de comerciantes tabasqueños y veracruzanos, españoles de ambos lados.
Lo sabemos: su ascenso al poder aumentó las esperanzas de los pueblos de América Latina.
En Washington, como ya vimos: alarma, recelo, resquemor. Dos años después, gana las elecciones presidenciales Donald Trump. Con él y con Estados Unidos, AMLO forma una relación extraña, basada en comprensión personal, contradictoria y sin embargo – al menos de ellos está convencido – constructiva para su país.
En México, como se sabe, caracteriza su sexenio una oposición feroz e ininterrumpida.
“Los opositores al régimen”, escribe Samuel Schmidt en su balance preliminar en septiembre de 2019, a un año de gobierno de AMLO, “que apuestan por un derrumbe del país y hasta arrancan lo que se ha denominado un golpe blando, han frenado las inversiones y no cesan en su postura de atacar lo atacable”.
Respecto a su relación con la diáspora mexicana, a partir del 1 de diciembre, son los temas bilaterales entre las dos naciones lo que le importan como jefe de estado. En el contexto de la comunidad mexicana aquí, principalmente: inmigración, política fronteriza, remesas, el tratado de libre comercio y el voto de los mexicanos en el extranjero.
El auge de las remesas
Viven en Estados Unidos entre 30 y 35 millones de inmigrantes mexicanos y sus descendientes estadounidenses. Este número es resultado de dos siglos de movimientos de población.
Además del vínculo cultural, emocional y nacional que los une a su país de origen, la importancia de esta diáspora radica en las remesas que quienes aquí trabajan envían a sus familiares en México.
En 2021, el volumen de dinero enviado a México como remesas rompió una vez más los récords superando los 50,000 millones de dólares. Los números han estado subiendo cada año desde 2012.
Al respecto dijo AMLO en noviembre pasado, cuando visitó Nueva York para presidir el Consejo de Seguridad de la ONU: “Va a 10 millones de familias, como 7,000 pesos por mes, eso es lo que ustedes ayudan a 10 millones de familias en México, de los pueblos, con ese dinero se reactiva la economía se ayuda al comercio, hay vida en los pueblos, es la principal fuente de financiamiento que tiene nuestro país, las remesas lo que ustedes envían a sus familiares”.
En su mencionado libro AMLO se felicita por presidir México en un año récord de envíos de remesas desde este país.
“En estos últimos tiempos han crecido como nunca las aportaciones que realizan nuestros paisanos migrantes a sus familiares en México. El año pasado las remesas se elevaron a 40,600 millones de dólares y en este año estimamos, de acuerdo con el comportamiento hasta junio, superarán los 48,000 millones de dólares, es decir, 18% más”.
El de las remesas es un tema crucial para México, ya que su flujo anual constituye el 4.1% del Producto Interno Bruto de México, según estima El Financiero en julio de este año.
Para incentivarlo, a mediados de julio, el presidente mexicano propuso reducir las comisiones que se les cobra a quienes envían el dinero.
El envío de remesas es una reafirmación de los lazos familiares que unen a mexicanos de ambos lados de la frontera, pero también un elemento definitorio de esta comunidad: muchas veces sus miembros no vienen para quedarse, sino para hallar trabajo, ganar dinero, mantener a su gente allá, y luego volver, quizás manejando a través de la frontera una “troka del año” llena de regalos.
Y muchas veces, el desenlace de su vida no concuerda con el objetivo inicial, o declarado, de su emigración.
Es también un frente en la guerra de los “republicanos MAGA” contra los inmigrantes. En estos mismos días se debaten propuestas legislativas estatales de gravar esos envíos para, por ejemplo, reducir los impuestos a la propiedad “de los verdaderos americanos”.
El voto de los mexicanos en el extranjero
Durante años, fue prevalente el tema del derecho de los migrantes mexicanos al voto en su propio país de origen, al que debieron abandonar por razones económicas o por su seguridad personal. En cada visita de representantes mexicanos a La Opinión – la pregunta surgía, como reflejo del interés de muchos mexicoamericanos en influir en lo que sucede allí.
La verdad es que la idea de que sería posible – o deseable – organizar a esos 30 millones, o una fracción considerable de ellos, a participar en los comicios nunca fue más que una quimera mediática. Entre otros factores, las dificultades para llegar a la posibilidad de votar – que incluía tener que viajar inicialmente a México para conseguir la documentación – hicieron que los números reales de votantes nunca fueran más que unos miles.
Escribía en 2018 Jesús García para La Opinión que: “al corte del 31 de enero de este año, 576,300 mexicanos que viven en el extranjero han solicitado su credencial para votar, de los cuales 453,000 ya fueron entregadas. Pero sólo poco más de 40,000 han solicitado votar”.
Desde entonces, el número de solicitantes de la credencial se triplicó; pero no así el de los votantes de hecho.
Cada vez que se acercaban los comicios presidenciales mexicanos – en 2018, 2012, 2006- , en La Opinión reflejábamos un flujo de ciudadanos mexicanos que iban al consulado para registrarse para participar en su deber ciudadano.
Particularmente interesado en difundir este proceso fue el entonces cónsul de México en Los Ángeles Carlos Sada, que nos indicaba el entusiasmo de sus compatriotas, a quienes acompañaba la esperanza de que podrían utilizar el documento consular, pese a su condición migratoria, para trámites con las autoridades y negocios locales.
Entonces, los votantes mexicanos en Estados Unidos, así como los candidatos, no son ni fueron, ni muchos ni influyentes.
Pero si lo fueran, su voto sería mayoritario por López Obrador y por Morena y sus ideales.
De hecho, según un análisis del Mexa Institute, los resultados del voto de los mexicanos en el exterior fueron, en 2006, el PAN con 57.4%, el PRD con 33.5% y el PRI con sólo 4.1%. En 2012, el PAN con 43.8%, el PRD con 38.9% y el PRI con el 15%. Pero en 2018 la coalición liderada por Morena arrasó con el 64.9% de los votos, seguido por la del PAN con 26.8% y la del PRI, 4.7%.
“Para la elección de senadores de la República (en 2018), por entidad de origen en México, el triunfo fue similar: en 31 estados ganó MORENA; y en 1 (Nuevo León) ganó el PAN”, dice el estudio.
Los números de participantes subieron gradualmente, de casi 41,000 en el 2006 a 152,000 en 2018. Un aumento importante, pero que sin embargo representa una pequeña fracción de los votantes potenciales.
El apoyo de México a la reforma migratoria
Así como no hay – no había, hasta Trump – mucha diferencia entre demócratas y republicanos en materia de política exterior estadounidense, el discurso diplomático mexicano sobre el tema migratorio a lo largo de los sexenios presidenciales también ha sido similar, independientemente del partido en el poder: apoyo a la legalización de los indocumentados, llamado a la naturalización de los ya legales, exhortación a los ya ciudadanos para que se registren para votar y que participen en el ejercicio ciudadano aquí, y una expresión general de satisfacción por sus logros y de preocupación por sus problemas.
Así, en mayo de 1999, durante una visita a La Opinión, el entonces presidente Ernesto Zedillo expresó su deseo de que la nueva generación de hijos de mexicanos que viven en esta ciudad “salgan profesionales y hasta un gobernador de California del futuro”.
En junio de 2006 Vicente Fox aplaudía el paso en el Senado estadounidense de una versión de reforma migratoria (SB 2611) que nunca se convirtió en ley. Pensaba que la ley se había aprobado; lo hizo sin comprender o sin interesarse en el proceso legislativo estadounidense. Esa fue su participación.
Felipe Calderón siguió por la misma senda, a pesar de que priorizó la guerra contra el narcotráfico e impulsó la “desmigratización” en la relación bilateral.
Y respecto a Enrique Peña Nieto, cuando el entonces presidente Barack Obama visitó Ciudad de México, éste reiteró durante dos días que la reforma migratoria era una prioridad para su gobierno, mencionó los esfuerzos que hace para que se apruebe este año, y reconoció que EE.UU. se ha fortalecido con las «contribuciones extraordinarias de los mexicanos que enriquecen ciudades como la suya, Chicago”.
Pero Peña Nieto no tuvo respuestas, no presentó un plan, y se limitó a registrar lo que Obama prometía y que, como sabemos, no cumplió.
¿Y López Obrador?
Pese a los pedidos de la diáspora mexicana aquí, los presidentes mexicanos han considerado la reforma migratoria como lo que es: un tema interno estadounidense en el cual su influencia es absolutamente mínima.
AMLO y el tema migratorio
Que México influye en la política migratoria de EE.UU. es una ilusión, pero la comunidad lo cree.
Eso deja a los portavoces gubernamentales mexicanos obligados a actuar como acróbatas, muchas veces sin poder reconocer ante la comunidad migrante las limitaciones de su injerencia en lo que es la política interior estadounidense.
En la práctica, sin embargo, y para aplacar la ira de Trump, México se transformó durante su presidencia en una de las herramientas más poderosas de Estados Unidos para detener la migración indocumentada.
El primer cambio importante en la política fue la aceptación de México de los Protocolos de Protección a Migrantes, una política que permite a Estados Unidos enviar a los migrantes que buscan asilo de regreso a México mientras esperan sus audiencias.
Más tarde, para evitar los aranceles con los que amenazaba Trump, México desplegó su nueva fuerza de seguridad, la Guardia Nacional, para vigilar sus fronteras y evitar que los migrantes ingresaran al país desde el sur. En “A la mitad del camino”, López Obrador deja claro que le quedaban pocas opciones si quería evitar que la administración Trump aplicase “la medida unilateral de imponer aranceles a mercancías de México”.
A cambio de ello, el 8 de junio, aceptó “luego de muchas fatigas y tensiones… que hiciéramos un mayor esfuerzo para ayudar a Estados Unidos a contener el flujo migratorio, sin violar derechos humanos, sin sellar por completo nuestra frontera y sin convertimos en lo que llaman un tercer país”.
Pero esa buena voluntad no pudo evitar que efectivamente, México se aliara con Estados Unidos en la contención de la inmigración indocumentada.
AMLO se congratularía poco después: “nuestro plan funcionó y al cumplirse los tres meses el flujo migratorio había disminuido en 75%”.
Existe un nítido contraste entre estas concesiones y las declaraciones de AMLO antes de convertirse en presidente. Durante una visita en 2017 y en entrevista con Bloomberg, dijo, según el sitio del mismo presidente, en LopezObrador.org.mx:
“Si el clima lo permite mañana entrega una denuncia en DH de ONU contra de Trump por campaña de odio a mexicanos”, manifestando al mismo tiempo “que es una canallada que Donald Trump y sus asesores, se expresen de los mexicanos como Hitler y los nazis se referían a los judíos”.
De hecho, durante casi todos los años previos a su victoria “las definiciones (políticas) de AMLO se distinguían claramente del modelo neoliberal que los conservadores estadounidenses (aún) defienden como una doctrina inamovible”, según resume Animal Político un análisis de La Jornada.
Entonces, en el contexto de la relación con la comunidad inmigrante latina en Estados Unidos, existen dos AMLO, el de antes y el de después de asumir como presidente.
Como candidato, AMLO parecía desde aquí la conciencia de la izquierda mexicana. Como presidente, se identificó con Trump como líder nacionalista, construyendo una relación arraigada en ideales populistas.
AMLO se retrasa en reconocer a Biden
La manifestación más directa de esa relación fue la dilación por parte del presidente mexicano del reconocimiento de la victoria de Joe Biden en las elecciones de noviembre de 2020. Esa actitud tiene también una arista que en el medio llamamos “el ángulo latino”, el de la comunidad migrante que vive aquí.
El congresista García de Illinois escribió en aquellos días en Twitter: “President @lopezobrador, American voters have spoken and Joe Biden is our President Elect. He won fair and square”. Y en español: “No deje que se le vaya el tren”.
President @lopezobrador_ , American voters have spoken and Joe Biden is our President Elect. He won fair and square. No deje que se le vaya el tren. https://t.co/JjihI0pgWd
— Congressman Chuy García (@RepChuyGarcia) November 8, 2020
Fue su reacción a un tuit de la AFP, que citaba al presidente mexicano explicando su actitud de no reconocer a Biden como ganador legítimo de las elecciones: «No queremos ser imprudentes. No queremos actuar a la ligera y queremos respetar la autodeterminación y los derechos de las personas«.
Y la Dra. Maythé Ruffino criticaba así al presidente mexicano en el sitio Hispanic L.A. (del que soy actualmente editor), afirmando que AMLO se encuentra en el lado equivocado de la historia:
“¿Por qué no lo hizo el 7 de noviembre, cuando los mandatarios más progresistas llamaron a Joe Biden para felicitarlo? Por lo menos se hubiese sumado al tercer día o al día siguiente. ¿Por qué hasta casi después de una semana de su victoria AMLO no se expresó a favor de Biden?
AMLO no sólo no lo ha felicitado, sino que además se negó a recibirle una llamada iniciada por el equipo del recién electo presidente de Estados Unidos…
Una felicitación significaba tomar partido entre la opción por la democracia, representada por Biden o el fascismo autocrático y despótico de Trump… quedan del lado negro del silencio sólo Putin y AMLO… ante una injusticia, el que guarda silencio se convierte en cómplice”.
Las redes que apoyan a AMLO desde Estados Unidos
¿Cómo acusaron ese contraste los representantes de la comunidad mexicana en Estados Unidos?
Poco antes de las elecciones que llevaron a AMLO a la presidencia, en las oficinas de Vamos Unidos USA, el abogado y activista Juan José Gutiérrez reclutaba gente para repartir información sobre Morena a la comunidad mexicana, cuenta El País.
“Montan un puesto los fines de semana en el centro de la ciudad, hacen llamadas, reparten el periódico en restaurantes, clubes de fútbol o asociaciones de charros. Este fue el primer comité de Morena en Los Ángeles, asegura Gutiérrez. Ya hay 25”.
“Los comités de Morena no solamente reclutan gente que llame a todos sus familiares y amigos en México. Esa información luego se manda a México para que los comités locales vayan a esas casas para incorporarlas a Morena y fortalecer esa voluntad”, dice Gutiérrez.
Morena es el partido mexicano más organizado en Estados Unidos.
Y AMLO es su líder. Una foto de Reuters, de 2017, lo muestra durante un acto público en la Placita Olvera de Los Ángeles, casi ahogado entre la multitud que busca acercarse a él y especialmente grabarlo con sus teléfonos celulares
La oposición a AMLO entre mexicanos de EE.UU.
Así como en México, existe aquí en Estados Unidos un sector de expertos y analistas opuestos consecuentemente a López Obrador. Entre otros politólogos mexicanos, María Luisa Arredondo, ex editora de noticias de La Opinión, lo critica especialmente por sus desaciertos frente al pueblo mexicano en México, en su sitio LatinoCalifornia.com.
“Entiendo que López Obrador defiende a capa y espada su proyecto de nación y que le enojen y desalienten las críticas. Pero en lugar de dejarse llevar por sus emociones, debería reconocer que México es una democracia y que, por lo tanto, hay pluralidad de opiniones, de ideologías y de corrientes y que todas ellas merecen ser escuchadas sin que se les demonice”, escribe.
El ya citado Armando Vásquez-Ramos también critica la gestión de la administración López Obrador respecto a los mexicanos que viven aquí: “Desde su comienzo, el gobierno de AMLO ha carecido de políticas y recursos correspondientes a lo que es más del 25% de los mexicanos que vivimos en Estados Unidos”.
Vásquez-Ramos acusa que “el Plan Nacional de Desarrollo de AMLO no incluye políticas y recursos de apoyo para los connacionales que sostienen las economías de EE.UU. y México con el sudor de su frente y el sacrificio de vivir en un país racista”, criticando el que “bajo la gestión del canciller Marcelo Ebrard, la SRE decidió sólo dar servicios a los mexicanos en EE.UU. por medio de la red consular”.
Me dice al respecto Agustín Durán, el jefe de noticias de La Opinión: “La gente que está aquí en contra de Obrador, o no lee o tiene intereses políticos, o tanto ha permeado la campaña de odio contra AMLO que ni se molestan en leer para enterarse de lo que realmente pasa».
«Una de las culpas de los periodistas con los que me he topado es que quieren que el sistema pasado regrese, porque era mejor.
Pero hay muchos medios independientes que te enseñan lo que es y eso es algo que le permitió a AMLO, los medios sociales, y la gente ya no se deja engañar y esas campaña ya no tienen efecto”.
Conclusión
AMLO se abstuvo de cultivar relaciones personales con la comunidad mexicana en Estados Unidos desde que asumió la presidencia, dejando esa iniciativa en manos de los respectivos consulados, que por su parte, también se limitan a temas generales relacionados a la protección de sus compatriotas.
Daría la impresión que esa evasiva de asumir el liderazgo de la comunidad mexicana aquí supera el de sus predecesores. Pero también se entiende la diferencia que el político establece entre su gestión como activista fuera del gobierno y su labor como jefe del ejecutivo de su país.