Hay una tendencia en las esferas de poder por crear dinastías, será megalomanía o esa inclinación por sentirse elegidos y pensar que después de ellos el diluvio, que dijo el rey Luis XV aunque algunos piensan que la frase posiblemente haya sido acuñada por su amante, Madame de Pompadour.
Corona y corrupción
Es así que las monarquías hasta la fecha siguen transmitiéndole la corona a miembros de su familia, con algunos resultados de corrupción sorprendentes como atestiguan los españoles en la actualidad.
La creación de dinastías fue la tentación de los Borgia cuándo se apoderaron del papado, fue la tentación de ciertos grupos de ortodoxos judíos en el este de Europa que aparentemente influidos por los señores feudales le legaban a sus hijos y nietos su nivel de “santidad” rabínica.
No hay razón para pensar que los políticos se excluyan de la noción que les hace creer que el derecho a tener el poder está integrado genéticamente y por lo tanto posicionan a sus esposas, hijos, sobrinos, nietos para que continúen con la generosa idea de despojar a la sociedad de su voluntad. A final de cuentas la apropiación del poder y el rechazo a compartirlo es profundamente antidemocrático.
Apellido como marca
Las dinastías se crean concretando el proceso de arrebatarle a la sociedad la opción de escoger. Así el legado del poder supera la noción de aceptación social, porque la corona se impone sin preguntarle a nadie.
Y porque el poder entre otras cosas –muchas veces asociado a la riqueza- se activa para facilitar/garantizar que el siguiente en la dinastía alcance las cimas del poder político formal. Es claro que hay conflictos entre los herederos. Pero eso es parte de la codicia.
En la época moderna de alguna manera el apellido familiar se convierte en la marca dinástica y una suerte de franquicia para ser explotado por descendientes directos o indirectos de la dinastía.
En Estados Unidos uno de los ejemplos destacados son los Kennedy. Uno fue electo presidente, otro fue asesinado mientras intentaba serlo y hoy un sobrino hace sus pininos en el poder legislativo. Algunos se han beneficiado asociados por matrimonio con el apellido. Otra construcción dinástica son los Bush, dos fueron presidente y otros dos intentan ser el tercero.
Cárdenas, Kirchner, Ortega
En México el apellido dinástico más destacado es Cárdenas. Uno fue presidente y se volvió el icono de la revolución y la izquierda aunque él no lo fuera. Su hijo intentó seguir sus pasos tres veces aunque no lo logró. Heredó el liderazgo de la izquierda aunque nunca gobernó como izquierdista. El nieto se encuentra en la cúspide del poder. En Michoacán la dinastía ha establecido una presencia poderosa.
El apellido franquicia de la derecha es Clouthier, ese candidato presidencial panista que murió en circunstancias muy sospechosas. Ahora la hija es diputada y se dice que quiere ser gobernadora de Nuevo León.
No podemos cometer la injusticia de dejar de mencionar a los Kirchner, cuyo atenazamiento en el poder llevó a ambos a la presidencia y a ella a ponerse una vez más en la antesala de la misma, pero por las dudas su hijo ya es diputado.
Daniel Ortega no ceja en sus intentos por dejar a su esposa en la presidencia.
Algunos que no son descendientes familiares se cubren con el manto de los que llaman “viudas”. Ahí caben los de Colosio en el PRI, aunque el hijo del asesinado candidato presidencial ya hace sus pininos enarbolando el apellido. Ahí caben también las viudas de Castillo Peraza como Calderón aunque Castillo lo hubiera despreciado.
King, Colosio, Calderón
Hoy en las protestas en Estados Unidos vemos el manejo dinástico. Destaca el apellido King. Ya está por ahí la hija del reverendo asesinado, el hijo Martin Luther King III que fue el cuarto Presidente de la Southern Christian Leadership Conference. Y cualquier líder afroamericano que quiera ganar espacio político parece necesitar posicionarse junto a él.
Cada sistema tiene sus especificidades para facilitar la construcción dinástica. Felipe Calderón intenta preservar a la familia en el poder por cualquier medio. El y su esposa se transmitían la curul en el poder legislativo. Aunque fracasó en el intento por dejarla en la presidencia, ahora lo busca creando un nuevo partido gracias a las complicidades que le han autorizado firmas falsas para la candidatura y el registro.
No es la única familia que se ha apoderado de posiciones legislativas, lo que se facilitaba por la figura de diputados y senadores plurinominales, o sea que se incluían por presión política.
En las épocas del absolutismo la sociedades estaban oprimidas y tenían que someterse ante el poder, pero se supone que hace más de un siglo dejamos atrás ese sistema. Es hora de abrir el juego político a toda la sociedad.