César Chávez: ni dinastía ni monarquía
Con orgullo no disimulado, con la satisfacción de que “nosotros también”, cercanos y ajenos recalcaron con regodeo y regocijo que la vicedirectora de la Oficina de Participación Pública (Public Engagement) en la Casa Blanca se llama Julie Chávez Rodríguez. Si fuese necesario, repetirían: Chávez, Chávez.
El sitio de internet de la casa de gobierno la califica como principal enlace del mandatario con la comunidad latina.
Enfatizan que es – oh, maravilla, oh alegría – la nieta de César Chávez, el líder de los trabajadores hispanos cuyo natalicio, el 31 de marzo de 1927, celebramos en estos días.
Entonces, nos enteramos que Julie Chávez Rodríguez acompañó al Presidente Obama en sus recientes reuniones con activistas migratorios, como dice este lunes 1 de abril el Los Angeles Times.
La participación de Chávez en esas reuniones quiere obviamente demostrar algo que los hechos no corroboran. Que el deportador en jefe – Barack Obama, responsable de la expulsión de dos millones de indocumentados desde que asumió el cargo – es al mismo tiempo el mejor aliado de la gente hispana.
La inclusión de Chávez y su cargo nominal como la supuesta cara de la administración ante los latinos pretende ganarse para la Casa Blanca el aprecio de esta comunidad, sin pagar el precio ni mover un dedo por los intereses de la misma. La acción es simple: mostrarla como un trofeo.
Si ella está con nosotros, quieren que pensemos, es porque nosotros estamos con ustedes.
El pensamiento real detrás de este presunto interés, supuesta comprensión, falsa solidaridad, es peligroso.
El uso por parte de la administración Obama de una imaginaria cercanía al mito de Chávez a través de su nieta es análogo al expresidente George W. Bush caminando mansamente de la mano del “rey” de Arabia Saudita Abdala en los jardines de la Casa Blanca y besándose con el ilustre monarca, en abril de 2005, como se puede ver en este video.
El trabajo de Chávez Rodríguez en la Casa Blanca, escribe Christi Parsons para el Los Angeles Times, “es defender el concepto lento pero seguro respecto a la reforma migratoria de Obama, cuando muchos activistas demandan que utilice su poder ejecutivo para detener las deportaciones”.
Y sí, ella lo defiende: “Mi abuelo me ayudó a entender que los cambios no son inmediatos. Llevan tiempo y sacrificio…” Es decir: esperen, no presionen, no molesten, dejen trabajar.
El uso de Julie Chávez Rodríguez – independientemente de sus virtudes y capacidad – como símbolo de los latinos por ser hija de la hija de César Chávez podría denotar un profundo desprecio por los hispanos. Podría significar que siguen pensando, en su fuero interno, que los latinos son de baja ralea, que son manipulables, que les alcanza con una pretendida migaja.
Pero ser nieta de César Chávez no confiere cualidades superiores.
Para que quede claro: cuánto más se desarrolla el culto a la personalidad de César Chávez, menos respeto se tiene por los reales intereses y necesidades de la comunidad.
En medio de las ceremonias y alabanzas, se desfigura y evapora la semblanza del César Chávez real, el que defendía a los trabajadores, a los pobres, y los organizaba. Pero también quien confrontó la realidad del uso de inmigrantes como rompehuelgas o mano de obra barata en la lucha contra el sindicato sin establecer con ellos un contacto solidario, como lo dice él mismo en este video.
Todo esto no merma la importancia histórica del líder ni de sus logros, pero sí la complementa.
Que quede claro: a medida que ese culto a la personalidad de Chávez se extiende de la figura del hombre a sus descendientes – yerno, hijos, nietos – se debilita la memoria, el valor y la importancia de lo que el verdadero Chávez hizo por los trabajadores en general y los del campo en particular.
Quienes ponen a los descendientes de Chávez como máscara, como trofeo, no es porque piensen que algo en el ADN de Chávez se transmitió de padre a hijos, a nietos, y que los dotó de cualidades superiores, extraordinarias, heroicas. Es porque creen que nosotros pensamos así.
Porque de esto se trata: Washington adotpó desde hace décadas el sistema de las estrellas de Hollywood. Un universo de realeza, abolengo y dinastías.
La exagerada pleitesía que deparan a la dinastía Chávez solo les sirve a ellos mismos. Para convencerse de que sonriendo a una nieta de César Chávez automáticamente merecen el apoyo de los latinos.
Reclutaron a Julie Chávez Rodríguez y la pusieron de contrapartida a los dirigentes del movimiento por la reforma migratoria. La pusieron de contrabalance a Eliseo Medina y sus compañeros que tuvieron que ayunar por casi un mes para llamar la atención de los medios y de Obama y su esposa, quienes visitaron “la carpa” de los activistas el 3 de diciembre pasado.
La colocaron entre Obama y los deportados.
Entonces, si rendimos homenaje a la “dinastía latina”, si incorporamos a “los” Chávez a la lista de los “famosos”, solo enterramos aún más profundamente al mismo Chávez, junto con algunos de sus ideales. Lo dice, en entrevista con el LA Times, la misma Chávez Rodríguez.
“Una de mis citas preferidas de mi abuelo dice… no puedes revertir la educación de quien aprendió a leer. No puedes humillar a quien siente orgullo. No puedes oprimir al pueblo que ya no tiene miedo”.