Por donde se la mire, la ley contra los indocumentados que acaba de promulgar la gobernadora de Arizona Jan Brewer se propone como resultado la reducción en la cantidad de inmigrantes en ese estado. Para justificarlo moralmente, para no revelar la verdadera naturaleza racista de la propuesta, sus simpatizantes la describen como una medida contra el crimen.
Pero ligar a 400 mil trabajadores y sus familias al crimen solo revela una lógica torcida y demagógica. Porque es eso, demagogia: si uno se opone a la ley es tachado inmediatamente de soft on crime, uno de los mayores insultos de nuestro léxico político. Aunque sea un jefe de policía, o más aun, los sheriffs de todos los condados de Arizona con excepción del de Maricopa, que se halla en manos de un político radical, Joe Arpaio. Porque los jefes de policía de Arizona, maullando quedo, se oponen a la medida.
Si para evitar el crimen por parte de algunos de ellos se quiere despachar a 400 mil hombres, mujeres y niños fuera del país. ¿Quién está a salvo?
De la misma manera, para evitar fraudes por parte de médicos, hay que echarlos a todos. Hay mucha violencia en los partidos de futbol: deporten a los jugadores. Hay maestros que cobran sin enseñar: afuera con todo el paquete.
Duro, duro y más duro.
Deberían darse cuenta de lo absurdo, lo extremo de su postulado.
Pero no lo harán, porque los 400 mil son diferentes. No son de los nuestros, dicen, piensan y actúan los políticos de Arizona.
Así se dicen entre sí: son diferentes a nosotros. En el color de su piel, en su apariencia, en el lenguaje que usan para comunicarse.
Y así se dicen: se ven distinto: aparecen de la nada en la frontera, trabajan en los empleos ocultos, hablan diferente, no tienen nuestra cultura ni nuestros dioses, ni costumbres.
Así como llegan deben irse, se dicen.
Y no están solos. Janice Brewer se somete a reelección en junio. Si no hubiese con su firma promulgado la ley, en junio volvía a casa. Depende únicamente de los votos republicanos.
La ley antiinmigrante de Arizona hace inevitable una confrontación partidaria sobre la reforma migratoria en el Congreso, pone la controversia en el tapete.
E inevitablemente también, los estadounidenses tomarán posiciones a ambos lados de este tema. Así, una política lunática que hasta hace un par de años era exclusivamente cosa del extremo más furibundo, ahora define donde se halla el centro político.
Obviamente, las organizaciones de inmigrantes, de latinos, las democráticas y de derechos civiles, no pueden sino concentrar todas sus fuerzas para tratar de anular la infame ley de Arizona.
O al menos, para impedir que se expanda como pólvora en el resto de los estados.