Crónica de una muerte anunciada es una novela corta de Gabriel García Márquez publicada en 1981, un año antes de recibir el Premio Nobel de Literatura. Allí relata en forma casi periodística el asesinato de Santiago Nasar a manos de los hermanos Vicario. Desde el comienzo de la narración se anuncia que Santiago Nasar va a morir a causa de una venganza. “Casualmente” Nasar es de origen árabe, y los hermanos Vicario no se cansan de proclamar sus propósitos por todo el pueblo. «Nunca hubo una muerte tan anunciada», declara el texto.
El maestro García Márquez olvido incluir en su obra la frase: Cualquier parecido con la realidad “futura” es pura coincidencia. Treinta años después esta realidad transforma al escritor en profeta.
Barak Obama y la justicia
“Se ha hecho justicia”, dijo el Presidente Barak Obama al informar de la muerte de Osama Bin Laden. Pero el Premio Nobel de la Paz 2009 olvida que justicia es llevar a una persona a la corte y que los jueces decidan, como pasó con los nazis en Núremberg o con Saddam Hussein en Irak.
Matar a una persona desarmada, por más que esa persona sea el terrorista más buscado del planeta, se llama asesinato y eso no es justicia sino venganza, y la venganza es penada por la ley. Lo peor es que la orden de asesinarlo vino directamente del Comandante en Jefe del Ejército Barak Obama.
Según la ley penal americana, quien ordena un asesinato es tan culpable como quien jala el gatillo. Algún fiscal tomara este caso?. Algún juez intervendrá?.
“Quien se come a un caníbal se transforma en caníbal”, repetía mi maestro, y yo agrego, quien actúa con tácticas terroristas se transforma en terrorista. Y esto lo señalo por el tema de la invasión al territorio de un país soberano para matar a un enemigo, porque el Presidente de EE.UU. dio la orden directa de invadir territorio pakistaní, sin autorización del gobierno de aquel país para asesinar a Osama Bin Laden.
Cuando en 1940, en la ciudad de México, un agente ruso enviado por Joseph Stalin asesino a León Trotsky, el mundo se indignó. Cuando en 1960 agentes israelíes sacaron al nazi Adolf Eichmann de su refugio en Argentina, el mundo se sorprendió.
Cuando en 2008 el ejército colombiano invadió territorio ecuatoriano y mato al jefe de las FARC Raúl Reyes, el mundo se ofendió. Hoy el mundo festeja: algo está mal.
Barak Obama basó su campaña a presidente en la promesa de terminar la guerra, desmantelar Guantánamo y fundamentalmente, en no aprobar nunca la tortura como método para obtener información. Indudablemente no solo que no cumplió ninguna de las tres, sino que las agravó.
En la era de la administración de George W. Bush, tan criticada, EE.UU. tenía dos frentes de guerra, Afganistán e Irak. Ahora debemos sumar Libia y Pakistán. La cárcel de Guantánamo sigue creciendo, y los presos que enviamos a Irak, terminan escapando para ingresar a las filas de Al-Queda.
Ahora nos enteramos que la información que llevo a descubrir el refugio de Osama Bin Laden fue suministrada por un preso de Guantánamo a quien se torturo ilegalmente, porque la práctica de torturas nunca se suspendió.
Barak Obama y los secretos de alcoba
Lo cierto es que tanto Osama Bin Laden, Saddam Hussein, Muamar Khaddafi, Hosni Mubarak y otros dictadores, jeques y reyes musulmanes, fueron “herramientas” para contener el avance, primero de la Rusia comunista y en los noventa de las luchas tribales entre chiitas y suniitas. Hoy estos líderes son peligrosos porque las facciones islámicas extremistas los han superado, ya no son útiles y deben desaparecer, deben “morir” en combate bajo las armas de EE.UU., la OTAN o de su propio pueblo, pero nunca deberán ser juzgados frente a un tribunal occidental, ya que saben demasiado.
Lo preocupante de este circo mediático, es que realmente Osama Bin Laden no aparecía públicamente desde el 2005, algunos dicen que estaba muy enfermo y otros que ya estaba muerto, y que la operación del 2 de mayo fue un show para informar su muerte, en el momento que Barak Obama comienza la lucha por la reelección.
Lo que ocurre es que ni Osama Bin Laden, ni Muamar Khaddafi podrían sentarse en una corte, o exponer en un tribunal oral y público, porque saldrían al descubierto los secretos de alcoba que, estos y otros personajes, tienen de su relación con los principales mandatarios del mundo.
Francia, Italia, Inglaterra y por supuesto Estados Unidos están muy preocupados en que “mueran en combate”, para que nunca ocupen la banca de acusados en ningún tribunal del mundo. Por eso hay que leer claramente el mensaje (al estilo mafioso) que envió Barak Obama a sus socios europeos: “Yo ya hice mi trabajo, ahora ustedes hagan el suyo”, (en relación a Muamar Khaddafi).
El tema es tan importante que a nadie le importo que en el último bombardeo a Libia que desarrollaron las fuerzas de la OTAN, asesinaron al hijo más joven de Khaddafi, a su nuera y a tres de sus nietos, dos varones de 2 años y una niña de 4 meses. Niños inocentes ajenos a las locuras dictatoriales de su abuelo, niños asesinados por la fuerza aérea de naciones democráticas, quienes juraron que los bombardeos son para defender a civiles indefensos.
Musulmanes del siglo XXI
Hoy no es tan fácil convencer a los jóvenes que inmolándose les esperan setenta vírgenes. Internet les muestra que pueden acceder a un mundo mejor sin suicidios ni muertes, y los grupos guerrilleros terroristas están perdiendo sus adeptos, Al-Queda, Al-Jihad, Al-Gamma, Hezbolla, Abu Nidal, están en retirada.
Incluso la reciente firma de un acuerdo entre los dos mayores grupos palestinos que han gobernado separadamente Gaza (Hamás, movimiento radical islamista) y Cisjordania (Al-Fatah, columna vertebral de la Autoridad Nacional Palestina), nos revela que deberán mirar el futuro sin fanatismos.
Luego de la muerte de Yasser Arafat en noviembre del 2004, el pueblo palestino quiere la paz, aunque esto signifique reconocer como vecino al Estado de Israel.
Hoy el poder de los países árabes está pasando (a la fuerza) a manos de los jóvenes, que buscan llevar la democracia a sus países, jóvenes que buscan flexibilizar las dictaduras enquistadas en el poder desde hace cuarenta o cincuenta años.
En Túnez, Yemen, Bahréin, Yibuti, Marruecos, Argelia, Siria, Irán, Líbano, Jordania, Egipto y Libia, está llegando el recambio institucional.
El proceso social ha creado numerosos núcleos de habitantes urbanos, jóvenes (en muchos casos profesionales), sin oportunidades de empleo ni mayores expectativas de desarrollo futuro, grupos descontentos que permanecieron callados hasta que la tecnología del siglo XXI les abrió la ventana a Internet, vía redes sociales, blogs, páginas web, logrando la libertad que no les daban las opresoras leyes internas de sus países.
El mundo en general está cambiando, y el islámico aun mas. Osama Bin Laden era parte de ese pasado, ya no importa cuándo y cómo fue asesinado, eso es parte de la anécdota. En poco tiempo escucharemos de la muerte de Khaddafi, Mubarak y otros. Los jóvenes están haciendo su trabajo, y la OTAN les dará la ayuda necesaria.
¿La única duda que tengo en toda esta historia es, que luego del asesinato de Osama Bin Laden, cuál será el nombre del nuevo villano de turno?