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Brasil: Fascismo Siglo 21

Brasil: fascismo siglo 21

La conciencia reptiliana como soldado del fascismo

 

Los resultados de las elecciones en Brasil despertaron en el mundo democrático y progresista, una tormenta de opiniones, alarmas y temores.  Sin embargo, no deberíamos sorprendernos.

En primer lugar, no es una elección la que lleva a una definición de un momento politico, sino que es un proceso. Ya hace tiempo que en toda Latinoamérica suceden cosas en las que está presente el huevo de la serpiente.

Cada tanto, en situaciones represivas se usa el titulo Fascista, a veces livianamente. No todo hecho represivo es fascista, como tampoco el hecho de que haya elecciones populares define un estado democrático. Y eso es lo que quisiera exponer en este breve comentario, con el fantasma de Jair Bolsonaro sobre nosotros.

Ya en Argentina cuando fue elegido Mauricio Macri apareció una corriente de opinión que los definía como una derecha democrática y moderna, mientras otros pensábamos que en la misma fiesta multicolor de la noche del triunfo estaba el fascismo como núcleo en desarrollo. Porque, dialéctica pura, los momentos históricos son procesos en sí mismo. El funcionamiento institucional así se va desnaturalizando hasta ir llegando a la dictadura de los jueces amigos, por ejemplo. Todos los procesos fascistas combinaron funcionamiento institucional con estado policial y totalitarismo.

El gobierno del gran capital

Hay otra confusión al hablar de fascismo. Para los que usan perversamente la palabra fascismo para referirse a procesos populares o populistas hay que contar que eso no es nuevo. Ya en épocas pasadas el liberalismo se refería al Fascismo y Stalinismo como si fuesen la misma cosa. Basándose en los valores de la República Liberal y el funcionamiento de mecanismos de democracia representativa. A todos ellos hay que responderles con el materialismo histórico que permite reconocer el componente de clase de todo proceso histórico. Así dicho, el fascismo es el gobierno del gran capital concentrado y financiero. El fascismo temprano tuvo formas nacionales por la etapa en que nació, pero tiene un carácter universal como así lo es el gran capital.  Esto es lo que permite entender la demora en enfrentar al nazismo por parte de Occidente: por la comunidad de intereses.

Muchos se horrorizan hoy de los campos de concentración, por los crímenes, pero hay que recordar que esos campos eran centros de trabajo esclavo, mano de obra gratis para la industria del régimen. Otra que reforma laboral como las de Argentina o Brasil.  Auschwitz, por ejemplo, era producto de una inversión financiera norteamericana; y no fue el único que expresaba el carácter internacional del capital concentrado. Por algo la demora de EEUU en ingresar a la guerra a pesar de los pedidos de su aliado Winston Churchill.  Justamente la reacción Nacional fue lo que impidió que en el siglo 20 el fascismo se internacionalizase.

El neoliberalismo es fascismo

Pero estamos en el siglo 21.  Y la globalización optimista de los 90 se transformó en la danza de Terminators y Zombies hundiendo a la humanidad. Por eso es por lo que lo de Brasil, en todo caso, representa la situación más explícita de un proceso que atraviesa toda América Latina. El neoliberalismo es el fascismo del siglo 21.

Ese fascismo construye un Estado Policial sofisticado, pero no es la clásica Dictadura. En el fascismo es la propia sociedad la que participa de la eliminación del enemigo. El régimen construye una sociedad de odio sobre el que se pone enfrente. Primero fueron los comunistas, luego los judíos, los gitanos, los homosexuales, eso es variable. La forma del enemigo la da la confrontación en cada situación particular.  Será el kirchnerismo, el petismo, el sandinismo, la izquierda, los negros, los pibes chorros, los cabezas, los pobres en general.

El capital concentrado construye una guerra cultural en la que su principal tropa es la clase media, resentida, individualista, salvaje, y así la usa como el ariete que golpea a su enemigo.  Está en la naturaleza del Fascismo la construcción del odio. En el siglo 20 fueron los mecanismos de propaganda rudimentarios de Goebbels. Hoy los grandes medios de comunicación y los avances científicos de las neurociencias aplicadas estan desplegados sobre cada rincón del continente.

Como bien dice Gilles Deleuze: “Nunca Reich fue mejor pensador que cuando se niega a invocar un desconocimiento o una ilusión de las masas para explicar el fascismo, y cuando pide una explicación a partir del deseo, en términos de deseo: no, las masas no fueron engañadas, ellas desearon el fascismo en determinado momento, en determinadas circunstancias, y esto es lo que precisa explicación, esta perversión del deseo gregario.”

La construcción del odio reptiliano

Por último, para no perder de vista el futuro es bueno entender el pasado.  Es decir, cuál fue el proceso que nos trajo hasta acá ¿Cómo se construye el odio, por ejemplo? ¿Cómo la clase media, tantas veces progresista, se convierte en la bestia salvaje que es hoy?  Por la frustración, desilusión, por la derrota de los movimientos populares. Siempre hay una situación límite sobre la que se va tejiendo la maraña de miedo.

Sobre esta base material se lanza un sistema de comunicación que apunta a lo más primitivo del cerebro humano (el cerebro reptiliano) que es muy elemental, sirve para sobrevivir (correr o pelear, buscar agua si hay sed y comida si hay hambre), trabaja muy rápido (si un tigre diente de sable quería comernos, no había tiempo de pensar) y sirvió para que sobreviviéramos y pudiéramos evolucionar y quedó allí, abajo de otras dos capas de cerebro evolucionado. El cerebro reptiliano no entiende de datos (por eso de nada sirve que se hable de deudas, déficit, PBI, índices de nada), no puede analizar discursos largos (sólo entiende el principio y el fin del mensaje), todo lo demás se borra.

Necesita comparar blanco y negro (los grises lo ralentizan), chorros-decentes, relato-transparencia, avance-estancamiento. No entiende lo intangible (patria-igualdad-inclusión-derechos), busca términos conocidos (puentes-rutas-aeropuertos-créditos-empleos). No hay diferencia si son ciertos o no; tampoco puede comprobarlo. Sólo necesita escucharlos. No tiene memoria, ni futuro, ni pasado, vive en el ahora (por eso de nada sirve que se trate de comparar este plan con experiencias anteriores).

Un nuevo sentido común

¿Finalmente qué? Como en aquella época de partisanos, se tratará de resistir, con inteligencia y fundamentalmente con conocimiento del proceso que se vive para construir otro sentido común.

América Latina tiene mas de 500 años de resistencia y orgullo.

«¡Existe un ´nosotros´!», decimos muchos. Parece un resabio de otros tiempos. Pero ahora es necesario que haya un ´Nosotros´, porque ahora existe un ´Ellos´.

 

Marcelo Vensentini, ex ministro de Medio Ambiente de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina

 

 

 

 

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