Con el perdón de los señores burros, la verdad es que no encontré dos hienas descerebradas, codiciosas, torpes e insensibles con las cuales representar mi sentir.
Los lectores comprenderán de seguro que los burros expuestos en la foto de arriba son actores representando un papel deleznable.
Dos coaliciones
Dos grandes coaliciones en Chile han acaparado la posibilidad de gobernar al país. Por un lado tenemos la Alianza por Chile, actualmente en el gobierno, y por la otra, la Concertación, que es una surrealista aglomeración de rancios aceites socialistas y vinagres demócratacristianos.
Estos últimos gobernaron durante los últimos veinte años e hicieron una que otra cosa interesante, pero la mayor parte del tiempo la desperdiciaron en repartijas, desprolijidades y zancadillas entre ellos mismos. Al final, perdieron por giles y pedantes, más que porque la derecha haya hecho una mejor campaña que ellos. Ninguno de sus presidentes tuvo carácter para gobernar y más bien navegaron al amparo de la complacencia del resto de los sectores. Tras veinte años, Chile sigue vendiendo trocitos de cobre y manzanas infestadas de pesticidas. Esa es la gran herencia de la Concertación.
En marzo llegó al gobierno la derechista Alianza por Chile, integrada por grandes empresarios y terratenientes, numerosos curas y beatos ultracatólicos, profesionales de distintas especialidades, comerciantes, muchos milicos y sus familiares, viejas ociosas sin dientes, pinochetistas trasnochados, algunos jóvenes cándidos, unos cuantos entusiastas honestos, bastante lumpen, un cuarto de millón de Evaristos Espinas, rastreros y lamebotas de patrones, y por lo menos dos millones de huevones muy huevones que le suelen creer a la prensa manipulada, a la maratón de promesas al vacío y a las pancartas con sonrisitas rubicundas.
Lamebotas de patrones
El terremoto que le dio la bienvenida al gobierno de la Alianza por Chile, le otorgó al mismo tiempo un cheque político en blanco para ejecutar con prontitud numerosas acciones que con urgencia requería el país. Algunas se han hecho bien, otras se han hecho con gran desprolijidad y la mayoría no se han hecho más que en el apretón de manos de una portada de diario. Piñera se ha entretenido gobernando. Sus asesores directos, diestros en el arte circense, le han armado ya varios espectáculos para alivianar, distraer e invisibilizar las pesadumbres y carencias de la extrema pobreza y el post terremoto. Cuenta para ello con una mayoritaria prensa afín, zalamera o al menos miedosa de la crítica.
Ni inteligencia ni cojones
No se percibe en el horizonte una voluntad política ni inteligencia ni cojones para implementar transformaciones radicales en Chile que ataquen la vergonzosa distribución del ingreso, la inoperante judicatura, el aumento del valor agregado de nuestros productos ni la venta de manzanas y uvas infestadas de fertilizantes.
¿Dónde está el resto de las miles de opciones que existen para gobernar Chile? Pues escondidos por ahí, entre cervezas y panfletos y sumidos también en su propia falta de convicción y carácter.