Editorial: en Chile ganó la esperanza
Gabriel Boric representará la esperanza de todo un continente de que prosperen nuevos caminos para solucionar los extraordinarios problemas que lo aquejan. Merece nuestra felicitación y aliento
En las elecciones presidenciales de Chile ganó la esperanza. Ganó la aspiración por un mejor futuro. Ganó el deseo de que en el país andino, ejemplo de democracia en las últimas décadas, se hagan realidad los cambios que necesita y que prometió el presidente electo, Gabriel Boric, de la coalición Apruebo Dignidad.
El progresista Boric obtuvo casi 56% de los votos frente a 44% del ultraconservador José Antonio Kast del Frente Social Cristiano. El amplio margen de victoria dificultó toda posibilidad de impugnación, y correctamente Kast concedió la derrota, disipando temores de que con su discurso de mano dura en orden y seguridad siguiese el libreto de Donald Trump y el brasileño Jair Bolsonaro y clamara fraude electoral.
Para la memoria histórica se han establecido comparaciones entre esta victoria y la de Salvador Allende en 1970, cuyas esperanzas cercenó la sangrienta dictadura de Augusto Pinochet. Precisamente, Kast alabó al gobierno militar durante su gestión anterior a la campaña y en el transcurso de la misma.
En ese sentido, el pueblo chileno votó contra la ideología fascista de Kast y los riesgos que implicaría para Chile su política de extrema derecha.
Con su agenda de derechos civiles y sociales, Boric ganó contundentemente entre los votantes jóvenes y las mujeres. Las comunas populares de Santiago fueron sus bastiones: allí obtuvo dos veces más votos que Kast.
Pero Boric no es Allende. Es más socialdemocracia que de izquierda, más liberal que socialista. No ha perdido oportunidad de atacar a Venezuela como dictadura, así como las elecciones fraudulentas en Nicaragua y al gobierno cubano.
Verlo como una repetición de Allende sería una distorsión. Boric se distanció de la izquierda liberal, de la nacionalización de recursos naturales y de la banca. Plantea una forma racional de trabajar con los recursos económicos ya existentes, pero sin poner en duda el modelo prevalente.
Pero en estos mismos momentos, los chilenos siguen celebrando en las calles en un estallido de alegría. Reafirman que sí, esperan salir del esquema neoliberal que a la larga ha llevado a la pauperización de amplios sectores de la población.
Fue por eso que los estudiantes salieron a protestar en 2011, 2006 y 2019. Fueron la chispa del último estallido social, en temas de la vida diaria como la educación pública y las tarifas del transporte público, el alto costo de la vida y los precios de los medicamentos. Su presión sólo disminuyó por la pandemia del COVID-19.
Y por esa presión convocó el presidente saliente Sebastián Piñera al plebiscito nacional de 2020, preludio de la nueva constitución que reemplazaría en 2022 la establecida durante la dictadura.
De los movimientos sociales de 2011 emergió Boric como uno de los principales dirigentes. Es un representativo de la nueva Chile.
Y como tal, será el presidente más joven de su historia. Tendrá 36 años cuando jure el 11 de marzo. La Moneda será sede de una generación joven, la primera que nació ya en democracia: el día que Pinochet entregó el mando, Boric tenía cuatro años.
Sí, Boric es joven, pero en la política lo fundamental son las posiciones que mantiene y el equipo que lo secunda. Son antiguos líderes de la ex Nueva Mayoría, la coalición oficialista durante la segunda presidencia de Michelle Bachelet, hasta 2018. Dirigentes de los partidos de la Concertación, la Democracia Cristiana y el Partido Socialista. Lo apoyan Yasna Provoste, excandidata de la Democracia Cristiana y el excandidato del Partido Progresista Marco Enríquez Ominami.
Tiene allí economistas cercanos al Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Y funcionarios con amplia experiencia en los gobiernos de Bachelet, Ricardo Lagos y Eduardo Frei.
Gabriel Boric representará la esperanza de todo un continente de que prosperen nuevos caminos para solucionar los extraordinarios problemas que lo aquejan. Merece nuestra felicitación y aliento.