Cruzando Líneas / El milagro de Trump
En la casa de Román hay muchos santos. En la sala cuelga un cuadro de la Virgen de Guadalupe tan grande que casi cubre toda la pared que da a las escaleras; en la cocina está una imagen tallada en madera de la Última Cena y en el patio hay un altar de cantera dedicado a san Judas. La pared que lleva hasta el segundo piso está repleta de cruces de todos tipos, no son todas religiosas, algunas son recuerdos de viaje, regalos de amigos y curiosidades que su mamá encontró en alguna tienda de cosas antiguas o de segundas.
La más religiosa de la familia es doña Felipa; el título se lo ganó por el carácter y no por los años. Ella madruga religiosamente a rezar el rosario antes de irse al trabajo; va a misa los domingos y respeta todas las fiestas de guardar del calendario católico. Su fe es un poco de herencia y mucho de convicción. Con frecuencia regaña a sus hijos por no acercarse a Dios y dice que el “más batalloso” es Román por incrédulo.
¿Pero cómo voy a creer en un Dios que dejó morir a mi papá y no hace nada para que no deporten a mi mamá?, cuestiona Román.
Román es el único de la familia que nació en Estados Unidos; uno de sus hermanos es beneficiario de DACA y el otro “arregló” papeles cuando se casó. Ninguno ha podido encontrar la manera de legalizar el estado de doña Felipa, que en su juventud cruzó la frontera tres veces a la brava, la última ya viuda y gestante.
Pero Román no había cuestionado tanto a Dios como lo hace desde el 5 de noviembre. No es solo el nerviosismo que le provoca que Trump vuelva a la Casa Blanca, sino el escenario local en Arizona que lo hace pensar que su madre tiene un blanco y que alguien le enterrará el cuchillo por la espalda.
Él era muy chico cuando Joe Arpaio era sheriff o cuando se promulgó la SB1070, pero creció con el trauma familiar de las redadas y el perfil racial; se crió en una familia de estados migratorios mixtos. Dos de sus tíos de cariño fueron deportados a México y la única hermana de su mamá decidió irse a California a probar suerte. Él no quiere que doña Felipa se vaya, pero con lo que se dice de la propuesta 314 se siente ansioso y arrinconado por la amenaza de una detención o una deportación.
De la propuesta 314 se ha dicho mucho y podría ser perjudicial para esas familias como las de Román, así como se especula; pero la cláusula de migración aún no entra en vigor y no lo hará hasta que la SB4 de Texas sea declarada constitucional, pero si la corte decide que no procede, esta ley antiinmigrante de Arizona se quedaría a medias, en pausa. Pero Felipa está tranquila de que la “ley de frontera segura” nunca se implementará. Su fe la cobija cuando todo se siente incierto.
“Dios me ha salvado de muchas en estos más de 20 años y sé que tiene un plan mucho más grande para nosotros”, dice. Y también repite una letanía que mi madre usa cuando cuesta mucho trabajo conservar la esperanza: “Para Dios no hay imposibles”.
Y ese imposible, el milagro de una reforma migratoria que anhela doña Felipa, llegará dice -irónicamente- de la mano de Trump. “No un santo, pero también le rezo”, confiesa.
Gracias vivo la misma situación y me conmovió leer este texto