Editorial: Jimmy Carter, un estudio de contrastes
El expresidente (1977-1981) falleció ayer a los 100 años de edad
Jimmy Carter, el 39no. Presidente de Estados Unidos, que ejerció de 1977 a 1981 pudo haber extendido su mandato con una victoria electoral si hubiese seguido los mensajes de sus consejeros y atendido las encuestas.
Pero no lo hizo y en noviembre de 1980 perdió las elecciones a Ronald Reagan.
Porque Carter, quien falleció ayer a la venerable edad de 100 años, se ufanaba en el apego a la verdad y en un mensaje de moral y calidad humana. Independientemente de si esa era su naturaleza o una exitosa estrategia electoral, eso era lo que buscaba el público estadounidense después de los horrores de Vietnam y la crisis de Watergate, cuando en noviembre de 1976 le dio una apretada victoria sobre Gerald Ford.
Gracias a que reconoció al electorado latino emergente, llegó a la Casa Blanca con el apoyo de la comunidad al recibir el 81% del voto hispano. En Texas el apoyo llegó al 87%, lo que le confirió la última victoria de un candidato presidencial demócrata en ese importante estado. Fue el primer presidente en invitar a los latinos a la mesa, integrando a un número récord de latinos en su administración.
Recordaremos también que en agosto de 1977 presentó al Congreso un plan de reforma migratoria, que pese a ser poco detallada se desarrolló convirtió en 1986 en la base de la ley IRCA, la reforma migratoria de su sucesor, el republicano Ronald Reagan, cuya amnistía legalizó a cuatro millones de inmigrantes. .
Al mismo tiempo, Carter incrementó las medidas fronterizas para prevenir el ingreso de indocumentados.
Le tocó lidiar con la crisis de los Marielitos, cuando Fidel Castro permitió que 125,000 cubanos salieran y los recibió con brazos abiertos.
También amplió la ayuda a los refugiados, a través de la Ley de Refugiados de 1980, especialmente oriundos del sur de Asia que huían después de la debacle de Vietnam, facilitando la entrada legal de centenares de miles de ellos.
Sus acciones tuvieron una profunda influencia sobre la manera en que contemplamos la cuestión migratoria hasta el día de hoy, a pesar de haber sido un presidente incidental, de un solo mandato y criticado por sus sucesores con quienes mantuvo una relación tensa, independientemente de su filiación partidista.
En su relación con América Latina practicó una estrategia de mano dura equilibrando los derechos humanos con el interés nacional. Revirtió la política de apoyo a algunos regímenes dictatoriales de sus predecesores.
Cortó en 75% el envío de armas al subcontinente; convenció al Senado a aprobar el Tratado del Canal de Panamá, el mismo que Trump amenaza con desconocer hoy; obligó a la Junta Militar argentina a abrir sus puertas a la inspección internacional; mermó las atrocidades en la Chile de Pinochet; presionó por la democratización de Guatemala y cortó la ayuda militar a la dictadura de Geisel en Brasil.
Pero su presión por los derechos humanos no fue uniforme y general; en varias ocasiones siguió apoyando regímenes dictatoriales – como el de El Salvador – cuando se alineaba con su manera de ver el interés nacional.
Le tocó a Carter presidir los destinos del país en momentos turbulentos. En Camp David logró un acuerdo de paz entre Israel y Egipto; encabezó el boicot olímpico contra la Unión Soviética por su invasión a Afganistán, y cayó bajo el peso de la ocupación iraní de la embajada estadounidense en Teherán y el aumento histórico en los precios del petróleo.
Después de su derrota electoral – en 1980 ganó solo en cinco estados – en lugar de retirarse se dedicó a ser un intermediario de pacificación, lo que le granjeó el Premio Nóbel de la Paz en 2002.
Jimmy Carter, quien falleció solo un año después de su esposa por 77 años, será recordado por una vida de servicio a la comunidad y la influencia de sus convicciones morales y religiosas sobre sus acciones, pero también por el franco contraste con quien está por asumir por segunda vez la presidencia del país. Se esforzaba por decir la verdad al público; Donald Trump desconoce ese esfuerzo. A través de su historia vemos cómo el énfasis en la calidad ética del líder es crucial para su desempeño y el desarrollo de la nación.