Argentinos en Los Ángeles: se levanta a la faz de la tierra

Cuarta y última parte

En las tres entregas previas enfaticé la dicotomía de los inmigrantes argentinos en el sentido que se consideran blancos, partes de la sociedad imperante a partir de su llegada y sin embargo son enclaustrados en la definición de latinos por el idiom, por la geografía y en parte por la ignorancia respecto a lo que los diferencia de la mayoría de los latinoamericanos.

La inserción de los argentinos en la sociedad como blancos no puede darse por sentada. Su proceso de asimilación es entonces doble: primero, se dan cuenta de su carácter latino, consideran sus ramificaciones y luego lo descartan, y (segundo) buscan el reconocimiento como blancos.

Pero los latinos –en su mayoría mexicanos y mexicano-americanos y salvadoreños en el área de Los Ángeles, y los estadounidenses blancos no aceptan generalmente la inserción de los argentinos sin oposición. El fotógrafo de La Opinión Chris Martínez me contó este chiste: “¿Por qué los argentinos salen a la calle donde hay un rayo? Porque creen que Dios les está sacando fotos”. Lamentablemente Chris, un carácter encantador, falleció en enero de 2022. 

Y mi colega vendedor de muebles Manuel Méndez se especializó en chistes basados ​​en un intento (fallido) de imitar a los argentinos, que no se puede reproducir. Por años me vi obligado a escuchar un sinfín de bromas de mal gusto, despectivas ybaratas, sobre los argentinos, tanto de gringos como de mexicanos. Todos me los contaban sin pedir permiso, como una reacción inmediata a que yo dijera que soy de Argentina. Chris Martínez era sólo medio latino, estadounidense de tercera generación, no hablaba nada de español y parecía que venía del norte de Europa. No se consideraba latino. Méndez, un gran amigo, por otra parte, es y parece tan mexicano como el estereotipo.

Aún más patente es la hostilidad que sienten los mexicanos hacia el fútbol argentino, al punto de que los aficionados apoyan a cualquier equipo que compita con la selección argentina.  Es el ejemplo tangib le del hecho de que muchos mexicanos construyen a los argentinos como el “Otro extranjero”, de la latinidad, no como una parte de América Latina. 

¿Cómo reaccionan los argentinos en Los Ángeles a estas presiones? La reacción puede producir diferentes soluciones individuales. Una activista social que trabajó durante muchos años por los inmigrantes, es una exponente de quienes intentaron considerarse latinas, al precio de aislarse de su familia e incluso criticar su propia herencia judía. Así se convirtió en “La Rubia” de las organizaciones comunitarias. Su forma de hablar contiene grandes contribuciones de vocabulario del español salvadoreño y mexicano, por encima de un acento argentino clarísimo.

Las organizaciones

No existe una organización central para los argentinos en los Estados Unidos o en Los Ángeles. Hay, sin embargo, unos grupos ad hoc establecidas para propósitos específicos: religiosos, filantrópicos y sociales. Surgen, se desarrollan, se olvidan y se van, por lo que algunos que puedo citar quizás ya no existan. Estas organizaciones son pequeñas en cuanto a la cantidad de participantes, generalmente con un núcleo de 3 a 30 activistas permanentes y alcanzando un máximo de 150-450 participantes en eventos importantes.

Dos organizaciones tienen vínculos oficiales con el consulado argentino: la Asociación Argentina de Los Ángeles, con sede en la ciudad de Burbank, en la que los miembros incluyen empresarios argentinos que viven desde hace mucho tiempo aquí, y la Sociedad Sanmartiniana del Valle de San Fernando, un grupo patriótico de unas pocas docenas, en su mayoría mayores de 60 años y que posiblemente no exista más. Una tercera organización, la Asociación de Profesionales Argentinos, que fue creada entre bastidores por el entonces cónsul y amigo, Roberto Dupuy, en 2001, organiza reuniones sociales y culturales que incluyen proyecciones de películas argentinas. Tiene un perfil más joven pero es mayormente inactiva.  

Un fenómeno cultural que se reconoce casi como una institución de élite que complementa los programas académicos regulares es la Escuela Argentina en Los Ángeles, reconocida por el Ministerio de Educación argentino y que ofrece clases de español y cultura argentina («lengua, historia y geografía») los sábados por la mañana a niños y adultos que utilizan las instalaciones de la Universidad del Sur de California. El consulado organiza una cena anual para recaudar fondos para la escuela. 

Fuera de Los Ángeles, sólo el Círculo Argentino de San José, formado por profesionales del Área de la Bahía, tenía una existencia permanente hasta hace unos años. Otra organización argentina en Los Ángeles era LAJA, la Asociación Judía Latinoamericana, que a pesar de su nombre más general estaba compuesta casi exclusivamente por judíos argentinos. LAJA intentaba emular la tradición de mantener un club social y cultural para judíos argentinos, como lo que fue en mi niñez la Sociedad Hebraica Argentina en la calle Sarmiento, pero en el Valle de San Fernando.  

El dilema judío 

El dilema de grupos como LAJA y otras organizaciones judías argentinas más antiguas es el de una minoría dentro de una minoría. Culturalmente, son argentinos en su identificación social y política, su uso del idioma, la comida y las costumbres. Y son judíos en sus fiestas tradicionales, su historia común y su solidaridad con el estado de Israel. Respecto a su identificación con la comunidad judía local debo decir que no es recíproca, y un judío estadounidense podría no tener mucho respeto por su par latino. Por decir lo menos. 

Los judíos de Argentina sufrieron una inmensa pauperización durante las crisis económicas argentinas, hasta el punto de que el Comité Judío Americano  tuvo que organizar ayuda alimentaria para esos antiguos miembros de una clase media otrora acomodada. La crisis de la comunidad se agravó con el bombardeo de la Embajada de Israel en 1992 y de su edificio principal en 1994, ambos atribuidos al grupo islámico Hezbollah, y por la quiebra de los pequeños bancos prestamistas que constituían la columna vertebral del apoyo a las actividades sociales.

Aunque es sólo una representación diplomática, el Consulado argentino ha sido por muchos años un centro de actividades de la comunidad y forma a los líderes de los distintos grupos. Hasta el fin de la Guerra de Malvinas y el retorno del gobierno civil electo en 1982, el Consulado funcionó en la calle Broadway en el centro de la ciudad, con un solo Cónsul (el Cónsul General), que contrataba un personal local de dos secretarias -una para contabilidad y actividades, la otra para atender casos especiales como los argentinos encarcelados- y cuatro o cinco oficinistas. Más tarde la dependencia se trasladó a la sección Hancock Park de Wilshire Blvd. Hoy tiene cinco cónsules: el Cónsul General, dos vicecónsules generales y dos vicecónsules generales.

Esto refleja la importancia de la zona en términos de comercio argentino, pero también la creciente presencia de nacionales argentinos en el área de Los Ángeles. La situación en Argentina influyó directamente en el Consulado. Por ejemplo, en 2002, la situación era tan mala que el personal diplomático no recibió salarios durante tres meses.

Qué significa ser argentino en Los Ángeles

Los símbolos de ser argentino en Los Ángeles incluyen hablar español con el acento argentino distintivo, tener pasión por el fútbol y jugarlo habitualmente los domingos por la mañana, comer comida étnica como el asado y el mate, jugar juegos de cartas típicos argentinos (de origen español) como la escoba, el buraco o el truco, y celebrar las dos fechas patrióticas: el 25 de mayo -la creación de una Junta Patriótica para reemplazar al Virrey en 1810- y el 9 de julio, la Declaración de la Independencia, en 1816.

A veces, vivir en la diáspora argentina es un incentivo para adoptar costumbres típicamente argentinas incluso si no se practicaban en el país de origen. Algunos, como este autor, empezaron a tomar mate sólo en Estados Unidos, y generalmente delante de extranjeros, como símbolo externo de identidad.

“Seguimos manteniendo nuestras costumbres”, dice un entrevistado de Melamed. “El mate, el asado, el diario Clarín, Maradona”… pero “también incorporamos muchas cosas de acá que nos hacen sentir bien”.

Los argentinos compartimos “un deseo de estar juntos, un gusto por nuestra música, nuestro arte, la comida típica”, dijo el Cónsul General Lapsenson, quien comparó el desarrollo de esta comunidad con la que conoció en su destino anterior: “En toda Corea [del Sur] [donde fue embajador] hay sólo 20 argentinos”.

Fui testigo y participé en varias de las reuniones de argentinos en Los Ángeles. Están llenas de nostalgia. Por lo general, alguien lleva una guitarra. A veces tocan dos. La mayoría de la gente se sienta y canta fuerte y dramáticamente. Las canciones están determinadas según el año en que salieron de Argentina. Si fuera en los años 80, algunas son canciones de revolución y resistencia. A algunos en la audiencia les incomoda. El repertorio posterior es similar a otras versiones del soft pop mexicano o colombiano. Pero podría ser rock argentino, o folklore, o el proverbial tango. La gente bebe vino tinto, café y canapés. Empanadas y alfajores. A los que no son argentinos sino, digamos, mexicanos o centroamericanos, les cuesta sumarse y expresan opiniones como: “dónde está el ritmo”, “ustedes siempre lloran” al referirse, seguramente, al tango, donde, bueno, siempre lloramos. Pero con razón. 

Otra reunión en la que participé hace unos años fue convocada por la APA, precisamente, para degustar vinos argentinos. Un importador de vinos presentó las últimas muestras del país. Después de la cuarta copa no pude discernir entre los diferentes tipos, pero había una sensación de pertenencia, un tranquilo consuelo para la vida anónima en Los Ángeles. El lugar: la casa de simpáticos arquitectos adinerados argentinos en el oeste de Los Ángeles.

En otra reunión en 2004, en la sala de conferencias de un condominio de clase media en Los Ángeles, el orador fue Armando San Martín, ingeniero del JPL en Pasadena. Para una audiencia interesada, detalló información técnica sobre misiones espaciales, todo con un matiz político que podría encontrarse en una recaudación de fondos del Partido Republicano.

En otro convivio, en una casa particular, proyectaron la película “Evita”, pero la versión argentina, no la de la cantante Madonna. En la oscuridad, había silencio y concentración, sin celebración ni distracción. Incluso para gente que no conocía la era de Perón como yo, la idea de que todo lo que sucedió entonces fue una fuente de la reciente crisis argentina era común.  

Dos grupos literarios que funcionaban intermitentemente en Los Ángeles –Utopía y La Luciérnaga– durante muchos años, estaban compuestos principalmente por argentinos; Se reunían esporádicamente para leer poesía y cuentos y, de nuevo, para cantar. Ya no existen y merecen uno o dos capítulos apartes. Nestor Fantini, amigo y socio en Hispanic L.A., dirigía La Luciérnaga desde su casa. Hoy organiza exitosamente las reuniones mensuales de El Fogón, pero son en línea y con una participación digamos internacional, regulamrnete de unas 50 personas. 

Durante los Mundiales de Fútbol, los argentinos se reunían en casas y cafés para ver los partidos de su selección favorita. Adultos y niños acudían vistiendo la camiseta de la selección nacional. Las derrotas argentinas en las finales fueron consideradas catástrofe culturales nacionales. Perdimos una guerra, no un partido. La euforia que desbordó nuestros corazones en 2022 valió todas las derrotas. Campeones mundiales y con debida razón. Mi intento de participar en el festejo en Mercado Buenos Aires, que es muy cercano a mi casa en Van Nuys, fracasó. No había lugar para un alfiler en el parque de estacionamiento. Igual grité con todos.

En definitiva, gran parte de los argentinos que viven en Los Ángeles, y que carecen de organizaciones centrales, mantienen sin embargo una estrecha relación con su legado cultural, que incluye la comida, los deportes y la música.

“No somos latinos”

¿Comparten entonces los argentinos la “latinidad”?  Vuelvo a lo del comienzo.

Sólo cuando las circunstancias externas nos presionan para que adoptemos el concepto social de “latino” de los Estados Unidos. “No somos latinos, somos europeos”, me dicen los miembros de “Reunión”, un grupo argentino de la organización judía B’nai B’rith, que se reúne cada dos semanas en el Valle de San Fernando. El grupo organiza campañas de recaudación de fondos para proyectos sociales en Argentina, como “ayuda para los barrios pobres de los alrededores de Buenos Aires y para la supervivencia de las escuelas judías” en esa ciudad, según Rosi Astman, una de las organizadoras.

El grupo de unos 15 argentinos se reúne cada semana en un café-restaurante del oeste de Los Ángeles. La mayoría llegó a Estados Unidos hace muchos años, a principios de los años 60, y sin embargo prefiere hablar español y mantener su cultura. Sólo uno de ellos, Luis Giménez, llegó en 2001 y trabaja en la construcción. Los demás tienen ocupaciones de clase media o son profesionales.

Aunque uno de ellos está casado con una mexicana, ninguno se identifica con el estereotipo de ‘latino’. Parece mentira, pero se señalan como europeos, con un orgullo propio fuera de lugar: “Los mexicanos tienen muy poco de europeos”, me dicen.

“Hay una diferencia entre las culturas de los argentinos y los uruguayos y todas las demás”. “El formato de vida: la comida, la arquitectura, somos diferentes. Miramos a Francia”.

 “Los medios se centran en el mercado mexicano. Los canales españoles sólo transmiten las peores películas. Es como si [en Argentina] sólo pudiéramos poner películas sobre gauchos”.

 “Me encantaría escuchar buena música por una vez, un vals peruano, un buen tango”.

A este estereotipo se le puede atribuir una fuerte actitud clasista, más en Los Ángeles que en Miami. En Florida se puede escuchar español entre los grupos de clase media y élite. Pero no en Los Ángeles. Aquí hablar español se identifica con la clase trabajadora. Muchos mexicano-americanos no quieren hablar español ni siquiera con los nuevos inmigrantes de México.

El Cónsul General argentino no comparte esta forma de pensar. En la entrevista, describe las consecuencias de este pensamiento en la política exterior argentina y destaca:

Durante demasiado tiempo, durante muchas décadas, no nos consideramos latinoamericanos [en Argentina]. Hoy, sabemos dónde está Argentina. El hecho de que la mayoría de los argentinos vinieran de Europa creó una falsa dualidad. Pero el futuro de Argentina está en América Latina y eso es lo que queremos. Durante los gobiernos de facto [militares], en la hora trágica de Argentina, considerábamos a nuestros vecinos como enemigos, no hermanos. Pero estamos mejorando.

Ese rechazo, en realidad un reflejo de la cultura de clase tan fuerte en el subcontinente, se tradujo en Estados Unidos en una doble tendencia de los inmigrantes hacia la asimilación: una dirigida a otros latinos, otra a la mayoría blanca. Refleja actitudes similares de “conflicto intragrupal” adoptadas por los mexicano-estadounidenses, donde “las organizaciones y los individuos… han tratado de distanciarse de los inmigrantes en un intento de integrarse a la sociedad dominante”.

Comida

Esto se puede ver en los mercados y restaurantes argentinos de Los Ángeles. “Lala’s” en Melrose atiende al gusto “anglo”, con música rock, camareras que no hablan español,  vestidas de negro moderno, menús inicialmente solo en inglés y comida argentina sin picante. “Gaucho Grill”, con varios locales, uno en Sunset Boulevard, sirve pequeñas porciones de platos argentinos casi irreconocibles. 

El asado, o carne a la parrilla, a menudo se sirve casi frío, algo que no se puede hacer en ningún otro lugar. El restaurante “Carlitos Gardel” en Melrose es similar a “Lala’s”: para un argentino, puede llegar a ser poco satisfactorio, pero más caro; con una calidad que dista de la original, sobre todo los cortes de carne, que son, de nuevo, pequeños.

En cambio, “El Gaucho Market” en Inglewood y “Tito’s Market” en Garvey Ave. en El Monte son más tradicionales. En todos ellos hay una clara división física entre una parte que es minimarket, donde se pueden comprar cortes de carne argentinos –y mexicanos-, y comida argentina importada, junto con algunas especialidades peruanas, colombianas o brasileñas. La otra parte es más parecida a un restaurante, con unas cuantas mesas, un par de pantallas de televisión donde se juegan partidos de fútbol, ​​y un mostrador donde se pueden pedir sándwiches argentinos curiosamente picantes (“con chile”) pero también comida mexicana. El personal habla español, pero en su mayoría no es argentino. Para un extraño que llegue a “Tito’s” la imagen será casi de segregación racial.

El “Mercado Buenos Aires” en Sepúlveda Avenue en Van Nuys, en cambio, es lo más cercano a la comida y el ambiente argentinos, incluyendo que los comensales hablan en voz muy alta… Tiene todos los platos preferidos. El servicio es único: hasta que llegan pueden pasar largos minutos. No te miran a los ojos. Pero desde el momento en que «muchachos, y qué van a ordenar hoy», todo cambia, somos amigos y se viene un apretón de manos.

Quienes compran la carne argentina más cara y otros productos típicos no harán cola como quienes vienen sólo por un par de tacos mexicanos. En algunos casos, como el ya finado “Mercadito Argentino” en Chester Avenue en Pasadena y el veterano “Catalina’s Market” en Western Ave. en Downtown Los Ángeles, la comida argentina es escasa, el personal es centroamericano y muchos no saben las palabras argentinas adecuadas para designar la comida.

Estos establecimientos construyen diferentes tipos de argentinos, desde una atracción turística hasta un privilegio exclusivo para una comunidad reclusa.

Prensa

De manera similar, las publicaciones mensuales de argentinos reflejan la dualidad de la que trata esta nota. La más permanente de ellas es El Suplemento, revista argentina en Los Ángeles, una publicación mensual impresa que consiste principalmente en publicidad de negocios dirigidos por o para argentinos, tiene un bajo porcentaje de contenido, incluyendo algunas críticas a la administración económica del presidente de turno, el fútbol argentino, entrevistas con argentinos locales, artistas invitados y algunas observaciones históricas. La calidad es notablemente mejor que la de publicaciones similares dirigidas a mexicanos o salvadoreños.

Tango Reporter, una publicación mensual, tiene menos anuncios y más texto, generalmente sobre el tango, su historia, su reflejo en los Estados Unidos y sus acontecimientos actuales en Argentina. Está dirigida exclusivamente a los argentinos de Buenos Aires que viven aquí. Tango Reporter trabaja en la construcción de una identidad argentina en esta diáspora que se adhiere al mito del tango y del cantante Carlos Gardel como el bloque de construcción de una imagen nacional percibida. Solo al comparar con construcciones similares basadas en aspectos como canciones o música, comida o baile en particular, es más fácil comprender que estos son componentes caricaturizados de la nacionalidad.

Los argentinos que hicieron Tango Reporter internalizan la imagen del tango tal como lo ven los no argentinos, adoptaron esa imagen de una manera similar a la descripción que hizo Beserra sobre el mito del Carnaval o el Jiu Jitsu brasileño. Beserra sostiene que “la construcción de una identidad (brasileña) en los Estados Unidos, particularmente en Los Ángeles, sólo puede captarse dentro del contexto más amplio de una identidad latinoamericana…” influenciada por la globalización…

Esto también es cierto para los argentinos. En consecuencia, incluso si se los clasifica como latinos en la corriente dominante estadounidense, muchos argentinos no comparten lo que Oboler llama “antecedentes nacionales, sociales o históricos comunes” con los latinoamericanos de piel más oscura, y “no todos se adhieren automáticamente a la noción de que deben compartir una identidad común con personas de otras nacionalidades que son etiquetadas como hispanos”.

Conclusión

La inmigración argentina es parte de un proceso transnacional. Pertenece a una etapa particular del desarrollo de la economía global y a las vicisitudes particulares de relación entre Estados Unidos y América Latina. También es parte integral de la historia de EE.UU. y refleja cambios en la estructura racial de este país que incorporó a los latinoamericanos como un tercer (o cuarto) componente.

A través del análisis de los grupos de inmigrantes latinoamericanos aquí, este país surge como parte de América, el continente. La inmigración argentina a los Estados Unidos se produjo en varias oleadas: de 1966 a 1970, aproximadamente; de ​​1976 a 1983, de 2001 a 2003, de 2014 a 2020. Fueron consecuencia de la dislocación económica y política, de una represión indescriptible y de catástrofes económicas.

Al encontrarse en Estados Unidos con hispanos de México o América Central, muchos argentinos evitaron la solidaridad con el grupo y rechazaron el término “latino” para designarse a sí mismos.

Por otro lado, el entorno suele describir a la comunidad argentina como parte de la comunidad latina, pero los argentinos individuales son considerados blancos. Los argentinos carecen de un organismo central de representación, como los mexicanos o peruanos, de participación política local como los mexicanos o salvadoreños, e incluso de un estatus prestigioso como los brasileños (samba, fútbol).

También carecen de la capacidad de interconectarse porque son relativamente pocos y viven dispersos en diferentes áreas, aunque el Valle de San Fernando es un centro para muchos de ellos. Pero la intensidad de su identidad es inegable, es una identidad única, reconocible por los elementos que contienen a su vez las inmigraciones que llegaron a la Argentina como, especialmente, la italiana. Son personalidades fuertes o bien estentóreas, generalmente alegres, que buscan festejar aunque no siempre haya un porqué. 

Lee toda la serie

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Argentinos en Los Ángeles: yo no soy eso que vos decís

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Esta serie de artículos fue escrita mayormente como ensayo para mi clase de Historia con el Profesor Enrique Ochoa, probablemente en 2004, y ahora, en diciembre de 2024, publicado en HispanicLA.com

El título de esta parte alude al Himno Nacional Argentino: “Se levanta a la faz de la tierra una nueva y gloriosa nación: coronada su sien de laureles, y a su planta rendido un león” y refiere al espíritu de superación que he visto en tantos argentinos que llegaron aquí.

El Programa de Exención de Visas (VWP, por sus siglas en inglés) permite a los ciudadanos de los países designados solicitar la admisión a los Estados Unidos por 90 días o menos como visitantes por negocios o placer sin obtener primero una visa de no inmigrante. El 8 de julio de 1996, Argentina se agregó como país participante en el VWP. «Debido a crisis económica en Argentina de aquel entonces y al fuerte aumento en el número de ciudadanos argentinos que intentan utilizar el programa para vivir y trabajar ilegalmente en los Estados Unidos, el Departamento de Justicia, en consulta con el Departamento de Estado, determinó que la participación de Argentina en el VWP es incompatible con el interés de Estados Unidos en la aplicación de las leyes de inmigración de Estados Unidos. En consecuencia, esta norma pone fin a la designación de Argentina como participante del VWP. Los ciudadanos argentinos que tengan la intención de viajar a los Estados Unidos por negocios o placer legítimos deben adquirir una visa de no inmigrante en un consulado o embajada de Estados Unidos antes de su llegada a Estados Unidos”. (Servicio de Inmigración y Naturalización, Terminación de la designación de Argentina como participante bajo el Programa de Exención de Visas, 21 de febrero de 2002, en http://www.uscis.gov/lpBin/lpext.dll/inserts/fr/fr-1/fr-79330/fr-83570/fr-85311?f=templates&fn=document-frame.htm .

Autor

  • Fundador y co-editor de HispanicLA. Editor en jefe del diario La Opinión en Los Ángeles hasta enero de 2021 y su actual Editor Emérito. Nació en Buenos Aires, Argentina, vivió en Israel y reside en Los Ángeles, California. Es periodista, bloguero, poeta, novelista y cuentista. Fue director editorial de Huffington Post Voces entre 2011 y 2014 y editor de noticias, también para La Opinión. Anteriormente, corresponsal de radio. -- Founder and co-editor of HispanicLA. Editor-in-chief of the newspaper La Opinión in Los Angeles until January 2021 and Editor Emeritus since then. Born in Buenos Aires, Argentina, lived in Israel and resides in Los Angeles, California. Journalist, blogger, poet, novelist and short story writer. He was editorial director of Huffington Post Voces between 2011 and 2014 and news editor, also for La Opinión. Previously, he was a radio correspondent.

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