Argentinos en Los Ángeles: asado frío y cuentas claras
Primera de cuatro partes
En diciembre de 2001, mi madre llamó desde Buenos Aires, nuestro país natal. Estaba preocupada porque temía perder los ahorros de toda su vida, que estaban depositados en un banco local. El peso argentino estaba entonces vinculado al dólar estadounidense, un ejemplo de lo que el ex presidente Carlos Menem había llamado “la relación carnal” entre los dos países.
La Argentina se derrumba
La Argentina estaba sumida en una profunda y dolorosa crisis financiera. A un ritmo asombroso, los ricos y bien conectados estaban cobrando sus activos financieros y enviando su dinero al exterior. El primo de confianza de mi madre, un farmacéutico de 87 años de edad, le dijo que tuviera fe en el gobierno y sus instituciones y que mantuviera su dinero en la cuenta de alto interés que él le había recomendado años atrás.
Ella así lo hizo. Su dinero permaneció en el sistema, junto con el de millones de otros argentinos de clase media baja. No lo pidió, no lo sacó.
Pero una semana después, los bancos cerraron, la paridad del dólar con el peso se evaporó, junto con los ahorros de toda la vida de mi madre, ya que las cuentas bancarias permanecieron congeladas. En poco tiempo, Argentina declaró el default de su deuda de 141,000 millones de dólares. A fines del año siguiente, mi madre se vio obligada a emigrar y reunirse conmigo en Los Ángeles a la edad de 77 años, enferma y sin dinero.
Decenas de miles de argentinos inundaron los aeropuertos en una ola sin precedentes, abandonando el país con la esperanza de encontrar una vida mejor en el extranjero. Muchos más que también querían irse no pudieron –sin acceso a sus cuentas bancarias- costear el viaje. A otros se les impidió irse, después de que el gobierno de Estados Unidos, alarmado por la ola de inmigración ilegal, eliminara a la Argentina de la lista de países que disfrutaban del Programa de Exención de Visas (VWP)(1), que hasta entonces permitía a los ciudadanos argentinos visitar este país por hasta tres meses sin tener que hacer ese trámite.
De la noche a la mañana, Argentina sufrió una gran ola de emigración, un desempleo generalizado que oscilaba entre el 25% y el 50%, la destrucción de la clase obrera organizada y el empobrecimiento de la mayor parte de la clase media. Muchos atributos del Estado nacional tradicional se desintegraron por completo: falta de moneda, cuatro presidentes en pocas semanas, un nivel de violencia y corrupción raramente visto y una sensación generalizada e intensa de desesperación.
En diciembre de 2001, la compra de alimentos se redujo un 20% con respecto al año anterior, a medida que la actividad industrial se desplomaba. La gente no trabajaba y no podía comer. Los cheques no cubrían los pagos. Desde 1976, las diferencias económicas entre ricos y pobres se habían duplicado.
Como vemos en la siguiente tabla, el Producto Interno Bruto, estancado durante los años 80 y 90, se desplomó en aquel mes de 2001.
Cuadro 1: Evolución del Producto Interno Bruto en Argentina
1950-1960 | 1960-1970 | 1970-1980 | 1980-1990 | 2001 | 2002 |
3.0% | 4.3% | 2.8% | 0.9% | -4.3% | -15% |
Fuente: CEPAL, Anuarios estadísticos de América Latina y el Caribe.
De ser la 17.ª economía del mundo, el país pasó a ser la 45.ª. De ser un país de inmigración por excelencia, Argentina se transformó desde entonces en una importante fuente de emigración. Los argentinos abandonaron el país en cantidades récord. Aunque la mayoría se dirigió a tierras más familiares donde tenían algunas conexiones familiares, como Chile, Uruguay, Italia o España, muchos intentaron llegar a los EE. UU. con la esperanza de adquirir algo de la supuesta prosperidad de este país.
En el capítulo dedicado a la Argentina en el reciente Estudio Económico de América Latina y el Caribe de CEPAL se muestra un cuadro similar:
«En los primeros meses de 2023, la actividad económica se contrajo y la inflación continuó aumentando. El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE), indicador que brinda un
adelanto de la evolución del PIB, cayó un 1,9% interanual en el primer semestre del año… asumiendo que no se producen nuevas disrupciones en el frente externo, se proyecta que el PIB caiga un 3,0% en 2023».
Quiénes son los argentinos que emigran
¿Cuáles fueron los parámetros de esta migración y cuáles son los actuales? ¿Qué paradigmas de raza y etnicidad han traído consigo esos inmigrantes de la Argentina y cómo trataron de aplicar sus propios conceptos a todo lo que encontraron aquí, en Estados Unidos?
Al analizar las características de los grupos de inmigrantes de América Latina a Los Ángeles, analistas vincularon esta inmigración a los resultados de la política estadounidense de neoliberalismo, NAFTA y CAFTA. Otros examinaron la afluencia de inmigrantes argentinos a este país en el contexto del conflicto racial y social en torno a la inmigración que ya estaba ocurriendo en EE.UU., independientemente de las condiciones en los países de origen.
En este artículo – inicialmente académico – intento argumentar la importancia de vincular y conectar ambos elementos –el abandono del antiguo país y la inserción en el nuevo- como dos partes de un mismo proceso. Utilizo el caso especial de los migrantes que salen de Argentina rumbo a Estados Unidos y abordo la cuestión de cómo se desenvolvieron en la sociedad estadounidense que encontraron, con las herramientas conceptuales de clase, raza y comunidad que adquirieron en el extranjero. Por desenvolverse entiendo, el uso de múltiples estrategias para resolver la situación y, en particular, el grado de habilidad requerido para adaptarse o integrarse en la nueva sociedad.
Mi conclusión apoya la idea de que los argentinos que emigraron experimentaron un proceso que es transnacional y que corresponde a un período de economía global y a las vicisitudes particulares de la hegemonía de Estados Unidos en su país.
En Estados Unidos, los analistas generalmente exploran estas cuestiones en relación con los inmigrantes mexicanos, cubanos y centroamericanos. Sólo unos pocos han incluido a los sudamericanos en sus textos. Esto es fácil de entender si tenemos en cuenta que, de todos los inmigrantes latinoamericanos que llegan a Estados Unidos, los que vienen de Sudamérica representan apenas el 5%, o uno de cada 20. De ellos, los argentinos representan apenas el 8%, un distante tercer lugar detrás de los colombianos con el 58% y los ecuatorianos con el 11%.
Esto puede explicar por qué no se hace mucho hincapié en la inmigración argentina en los estudios. Pero esa inmigración, si bien no es cuantitativamente importante, lo es cualitativamente. Los argentinos configuran un elemento distinto a la mayoría de las otras oleadas de recién llegados latinoamericanos en términos de raza/etnia, clase y estatus económicos, nivel de educación, conciencia de sí mismo y otros aspectos derivados.
Porque de los millones de latinos en Estados Unidos, los que vienen de Argentina y sus descendientes son apenas una fracción minúscula: en el censo de 2000, sólo se registraron 125.220 personas nacidas en Argentina. Oficialmente, Estados Unidos admitió a 2.331 inmigrantes argentinos en 2000, 3.328 en 2001 y 3.685 en 2002: apenas una fracción del número real de los que llegaron. En retrospectiva, entre 2000 y 2021, la población de origen argentino en Estados Unidos aumentó un 169%, un número sin precedentes, de 125.000 a más de 290.000. Efectivamente, en 2021 y según cifrase iniciales del censo del año anterior, el centro de investigaciones Pew identificó 290,000 personas de origen argentino. Pero el número también incluyó a quienes tienen ascendencia argentina y mantienen aquí su identidad.
En 2023 Pew publicó estos datos ya actualizados, donde muestra que el número de nacidos en la Argentina que viven aquí subió en 96% de 85,000 a 160,000 en 20 años. Si bien esos números comparados con los muchos millones de mexicanos y mexicoamericanos en este país y los 62 millones de latinos, son pequeños, impresiona su ritmo de crecimiento, al punto tal que requiere una explicación.
Además, para venir a Estados Unidos, los argentinos deben tener ahora una visa, incluso para turistas. Esto ha pospuesto el acto de venirse para la mayoría de los que habían tomado la decisión de hacerlo durante unos dos años.
Esas cifras, sin embargo, no cuentan el aumento significativo desde 2001, tras la crisis económica en Argentina, ni los inmigrantes indocumentados. Según fuentes, las cifras finales podrían ser cuatro veces más altas. Por lo mismo, no hay hasta ahora cifras fidedignas sobre la nueva ola migratoria que inicia a medida que se afianza el presidente Javier Milei.
Fuera del estereotipo
Pero está claro que los argentinos en Estados Unidos no encajan en el estereotipo del proverbial latino, que se percibe en Estados Unidos como un reflejo de México, como un país que para muchos estadounidenses está o debería estar sometido a la penetración cultural y política del país del Norte y cuya población es el producto del mestizaje. Los argentinos, por el contrario, son en su mayoría blancos, de origen europeo, de clase media y con estudios secundarios o universitarios. Y muchos ni siquiera se consideran latinos. Se ven más bien como europeos o un tipo sui generis de latinoamericanos, que se distinguen del resto por su país de origen y un nivel cultural supuestamente más alto, algo que probé anecdóticamente en una entrevista con un grupo de argentinos que se siguen reuniendo asiduamente y que ninguno de ellos – unos ocho – se considera latino, independientemente de la tonalidad de su piel. Aunque, por supuesto, eso no demuestra que sean mayoría.
Y si bien los causantes de la inmigración a Estados Unidos desde México o El Salvador son similares en estar relacionados con el intercambio económico con Estados Unidos, el país del tango tiene sus propias características distintivas. El origen de la comunidad argentina de Los Ángeles es entonces dual: es un reflejo de lo que diferencia a Argentina de América Latina y de los inmigrantes latinoamericanos, pero también de lo que es similar.
Esta dualidad define así el carácter de este relativamente pequeño grupo de inmigrantes argentinos. En Estados Unidos, esto creó un grupo que carece de organización a nivel estatal o nacional o al menos a algo similar a los clubes de oriundos que tan importante son para muchos inmigrantes mexicanos. En el área de Los Ángeles la participación política y cívica local es débil o inexistente. El análisis de las circunstancias históricas de la emigración argentina y su inserción en Estados Unidos en general y en Los Ángeles en particular se realiza aquí utilizando un conjunto de teorías de la inmigración en combinación con las herramientas de la historia social adaptadas a este caso, y que explico en la segunda parte de esta serie.