Latinos, una visión americana

El hispano o latino de hoy debe considerar sus intereses en distintos ámbitos para concretar qué se les necesita exigir a los representantes políticos, sean estos demócratas o republicanos

Hablar hoy de los hispanos de Estados Unidos como un todo es poco realista, pero no es incoherente si en un momento dado lo compartido excediera intereses dispares que se pueden aunar. Sería traer una buena noticia, en griego antiguo “euangélion”, esto es: un ‘evangelio’ latino.

En el tablero de la política, lo engañoso es ponerse a hurgar en las diferencias entre hispanos, porque así solo se consigue desmenuzar el hipotético todo en minúsculos e inservibles componentes. Y lo que hace falta es una vara de medir común.

¿Qué significa ser latino?

El paso de los tiempos actualiza el significado de las palabras; si “latino” una vez fue el perteneciente a Roma y sus descendientes, hoy su significado ha alcanzado nuevas fronteras. La intolerancia, el racismo y los crímenes de odio se acomodan a esta cadena viva, que aquí en América adquiere un significado sin equivalencia directa a lo vivido anteriormente.

Podemos adelantar en apoyo de lo dicho que “latino” circula de forma multivalente dependiendo de quien lo diga y del contexto en que se diga, hasta el punto de llegar a ser su uso inconexo. Por ejemplo, alguien procedente de Latinoamérica en nuestro país, por acortamiento, será un “latino”, mientras que un hispano de Estados Unidos que nunca haya estado en Latinoamérica usará la denominación a su manera, que es otra.

A la hora de interpretar con rigor lo de “ser latino” conviene indagar sobre la forma como te identifica alguien que no lo es, o que no se siente así.

No sorprenderá a nadie que a la pregunta de un policía sobre si en un incidente “observaron algo especial útil para identificar a los testigos de un crimen”, como respuesta se escuche: “eran latinos”.

Esto indica que, al menos en algunas partes, existe una fisonomía idealizada del “latino” independiente de cualquier caracterización personal que cada uno o una se quiera dar.

Hay latinos más opacos. Dudamos que la actriz afro-dominicana Zoe Saldaña o el neoyorquino Héctor Elizondo, por poner dos ejemplos discretos, sean por la calle identificados como latinos. Esto avala que proponer un mecanismo de reconocimiento “facial” del latino es esfuerzo baldío.

Por el lado opuesto, y para entender de qué hablamos, en los orígenes del cine de Hollywood, los mexicanos hacían de árabes, malayos, indios y cualquier otra apariencia “exótica” que se requiriese. Y más claro aún, tras el atentado de las Torres Gemelas, cualquier color que no fuera identificado como “europeo” era sospechoso. A más de un latino lo pararon por terrorista.

Lo anterior hay que ponerlo en su injusto término. Un hispano estereotípico puede ser inculpado de un delito solo por su apariencia. Lo anterior nos lleva a la pregunta de “¿cómo se manifiesta la latinidad de los mimetizados en otros grupos del país?”. ¿Cómo hacen los latinos asiáticos procedentes del Perú; los africanos, tanto dominicanos como ecuatorianos o costarricenses; los europeos…?

Aunque el concepto de latinidad no se discute, su impacto en la vida pública dista mucho de ser uniforme.

La elaboración de etiquetas y la discriminación

Bad Buny hace música latina, pero su identificación como latino puede ser inadvertida. Si canta o habla ya es otra cosa. Rosalía, que es española, puede –ya ha ocurrido– ser considerada para un premio Grammy latino. Curiosamente, la música mexicana en estos premios es considerada “música regional mexicana”. Parece que lo latino ensancha la música y lo mexicano la encoge.

Pongamos cuidado con la elaboración de estas etiquetas, que aplicadas al buen tuntún pueden discriminar.

Más determinante que lo dicho anteriormente es nuestra lengua, que procede para nuestra suerte de un tronco común. En un registro escolar, constatamos que las diferencias entre dialectos son inexistentes. Nadie discute que “Hispano” va unido a características culturales que se funden con su lengua. Italianos, franceses o chinos no gozan de esa prerrogativa. Sus variantes no son siempre mutuamente inteligibles.

Los apellidos son una llave que abre muchas puertas y no debiera cerrar ninguna. La semejanza entre apellidos de raíz hispana con apellidos italianos o portugueses es un hecho. Un apellido como “Porta” puede pertenecer a cualquiera de los orígenes mencionados, por provenir de la misma matriz: “el latín”. Sin embargo, los italianos en Latinoamérica cantan mayoritariamente en español: Pausini, Ramazzotti, Battiato…

El espíritu latino moderno se ha forjado en el Nuevo Mundo. El uso aplicado a los descendientes del Imperio Romano ha quedado relegado a las clases de Historia, o al mundo académico en general. Pero es literalmente verdad que los países latinos de primera hornada son Italia, España, Francia, (¿Bélgica?), Rumanía, Portugal, y la parte romanche de Suiza. Son países europeos cuya lengua es latín evolucionado.

La herencia latina nos tiende puentes con el inglés, que tiene duplicado gran parte de su vocabulario con el de herencia latina. Esto pone el bilingüismo inglés-español al alcance del hablante de español, sobre todo, en su léxico general.

Latinos de aluvión

El mundo hispano de EE.UU. se alimenta por tres afluentes mayores, sin los cuales no se alcanza a entender la situación presente. Simplificando: el autóctono, que precede a la independencia del país y que existía cien años antes de la llegada del primer anglosajón, principalmente subsiste en el suroeste (sin olvidar el sureste); el antillano o caribeño, y el mexicano, que va con el centroamericano por historia.

No faltan hispanos de otros orígenes, pero cuya contribución no influye tanto en el país. Dispersos aparecen desde judíos ladinos o sefarditas de Chicago y California; hasta filipinos. De esta última procedencia se llena Los Ángeles de enfermeras intérpretes de español. Sudamérica, atlántica y pacífica, tiene sin duda ganada su cuota.

La herencia autóctona se pierde en los tiempos, es preconstitucional; sus aspectos más visibles hoy son el geográfico, desglosado en denominaciones de ciudades, accidentes geográficos: ríos, montañas… No faltan aspectos culturales: comidas, vocabulario de muy distintos campos léxicos: la ganadería, la agricultura, las leyes, tradiciones religiosas…

La arquitectura es muy reconocible: el adobe y la techumbre de teja “Spanish style”. Históricamente, de esta primera ola surge la moneda de curso legal de EE.UU., que, tras la independencia en 1776, no tuvo Ceca o Fabrica de La Moneda hasta 1792. La palabra “dólar” procede, no lo olvidemos, de una moneda española: el real de a ocho (también llamado Spanish thaler o dollar, nombrado así por las minas de plata de Joachinthal).

El símbolo del dólar, “$”, procede asimismo del reverso de la moneda española. No sorprende por ello que las ciudades más antiguas de nuestro país sean hispanas –San Agustín, Santa Fe–, igual que la primera catedral –San Francisco de Asís (Santa Fe)–, o las primeras (es)cenas de Acción de Gracias.

La vertiente antillana procede de las islas del Caribe: Cuba, Puerto Rico, República Dominicana. La Historia entreteje lazos profundos. Se alza sobre el antiguo Imperio Español. Las guerras de antes hacían que países y culturas se cimbrearan de un lado para otro según el vencedor. La absorción cultural, sin embargo, sigue su propio paso. Quinientos años de cultura hispana no se borran de la noche a la mañana, y menos aún, donde antes no había una historia común a que aferrarse.

El mundo antillano comparte lengua y es parte inseparable de la latinidad. La emigración, el Tratado de París (1898) y las revoluciones, la cubana en particular, hicieron su contribución alícuota al entramado latino de nuestro país.

Desfile de Fiestas Patrias en South Park, Seattle, Washington. Foto: Joe Mabel.

México tiene una relación de contacto que no hay valla ni muro que pueda contener. La frontera separa un espacio continuo que divide artificialmente tanto grupos humanos como fauna. La emigración es constante y será permanente. No se pretende en forma alguna revisar la historia, pero borrarla añade confusión.

Ojalá que se aprendiera bien el proceso de formación de una nación en la educación general para que el respeto de unos por los otros estuviese presente. Esos que a menudo se ven como “pobres” que llaman a la puerta de la frontera son en múltiples ocasiones parientes de los que aquí ya estaban. Falta mucha pedagogía y las nuevas generaciones solo ven partes borrosas de la película. Hay que verla completa para desarrollar un sentido crítico de la existencia común. Esto no es nada revolucionario, sin embargo, evitaría que circularan falsas concepciones del mundo americano diseminadas por políticos, que acompañados de su ignorancia, a veces intencionada, pueden llegar a ocupar los más altos cargos de la nación. Se dice también que en el trato hacia el “mexicano” influye el que se le vea a través del estigma de haber perdido una guerra (cuya paz se firmó en 1848).

Bien, pues habrá que pelear por cambiarlo. No más.

Latinos en ciernes

El futuro del país, que es indistinguible del de los hispanos, se asienta en ideas y conceptos que se deben reevaluar cada cierto número de años, y que en las elecciones presidenciales de este año, y en todas en general, deben concretarse más allá de esporádicas soluciones individuales.

Rally de latinos a favor de la inmigración en la ciudad de Miami. Foto: El Gringo.

El hispano o latino de hoy debe considerar sus intereses en distintos ámbitos para concretar qué se les necesita exigir a los representantes políticos, sean estos demócratas o republicanos. El que no sabe o se quede dormido “se lo llevará la corriente”. La inhibición voluntaria como “grupo de estado” es una opción que no nos podemos permitir.

Lo que hay que aceptar para acabar el rompecabezas es reconocer que hay hispanos que por sus creencias religiosas o su visión de la familia tenderán muy probablemente a alinearse con los republicanos –ya lo dijo Reagan–. Esto, sin embargo, no es óbice, para que en otras esferas de la vida, las laborales y sociales en general, se inclinen hacia el lado demócrata.

La conciencia tiene que mandar a la hora de votar. Dijo la recientemente fallecida jueza del tribunal supremo Sandra Day O´Connor que los (dos) partidos del estado deben aprender a relacionarse de manera más productiva para la nación. Ella, siendo republicana, siempre lo practicó. Lo dicho se aplica a los hispanos, y en particular, a la herencia compartida que, por su naturaleza, puede contribuir a tender lazos entre partidos.

Es nuestro futuro y el de nuestros hijos.


Este artículo está respaldado en su totalidad o en parte por fondos proporcionados por el Estado de California, administrado por la Biblioteca del Estado de California en asociación con el Departamento de Servicios Sociales de California y la Comisión de California sobre Asuntos Estadounidenses Asiáticos e Isleños del Pacífico como parte del programa Stop the Hate. Para denunciar un incidente de odio o un delito de odio y obtener apoyo, vaya a CA vs Hate.

This article is supported in whole or in part by funding provided by the State of California, administered by the California State Library in partnership with the California Department of Social Services and the California Commission on Asian and Pacific Islander American Affairs as part of the Stop the Hate program. To report a hate incident or hate crime and get support, go to CA vs Hate.

Autor

  • Luis Silva-Villar

    Luis Silva-Villar es educador, lingüista, periodista de la lengua y musicólogo. Obtuvo su PhD en la Universidad de California de Los Ángeles (UCLA). Es asimismo licenciado en Lingüística Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid (España) y Profesor de Música por el Conservatorio Superior de Música de Madrid. Ha impartido clases en UCLA, UCSB y CMU. Actualmente es profesor emérito del Departamento de Lengua, Literatura y Comunicación de Masas de este último centro. Especializado en lengua y lingüística, e Historia y Cultura de España y Latinoamérica, su interés se centra en el español en Estados Unidos. Como periodista de la lengua ha publicado en España, en las revistas Ritmo y Folk, y en diferentes medios de Estados Unidos: La Opinión (LA), Diario de Nueva York, La Raza (IL), Hispanic LA, y Entérate Latino (CO), entre otros. Posee una docena de libros en el mercado, de los que destacan: Hablaciones (2009), Hablacadabla (2011) y El fondo y el forro del idioma (2020). Es el autor de la entrada enciclopédica “Periodismo de la lengua en la prensa escrita” de la Enciclopedia de lingüística hispánica, 2016. Luis Silva-Villar is an educator, linguist, language journalist and musicologist. He earned his PhD from UCLA (CA) and his licensure in Hispanic language and Literature from the Universidad Complutense de Madrid (Spain). He completed his studies in music from the Royal School of Music of Madrid (Spain). He was a professor at UCLA, UCSB and CMU, from where he is an emeritus professor of the Department of Languages, Literatures and Mass Communication. He is specialized in language and linguistics, Spanish in the US, and History and Culture of Spain and Latin America. As a language journalist he has worked for the following publications: Ritmo and Folk in Spain, and a variety of newspapers in the US: La Opinión (LA), Diario de Nueva York, La Raza (IL), Hispanic LA, and Entérate Latino (CO), just to mention a few. He has written a dozen books, among them we would highlight: Hablaciones (2009), Hablacadabla (2011) y El fondo y el forro del idioma (2020). He is the autor of the encyclopedic entry “Periodismo de la lengua en la prensa escrita” (Enciclopedia de lingüística hispánica, 2016).

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