Vigencia de Rafael Alberti, poeta del exilio y la resistencia

Sobre la naturaleza del exilio y del destierro y su huella en la creación literaria en estos días

No todo exilio es un destierro. Pero se parecen mucho, demasiado. Ninguno constituye un viaje de placer, una mudanza, un ejercicio de la ambición. Dice los diccionarios que el exilio es voluntario, que el destierro es obligado, compulsivo, violento. El destierro se pinta en un barco a merced del huracán. O con la cara vendada. Pero para quien llega a un puerto ajeno la diferencia no es tanta. El exiliado se siente un desterrado. El desterrado se consuela con el exilio. El inmigrante no lo piensa mucho, pero siente. Y como en virtud del cambio geográfico no pierde su sensibilidad política o su sentido de la justicia, que siga creyendo, que siga creando y escribiendo y experimentando lo hace parte de la resistencia. Una metamorfosis condicional de la que depende el resto de su vida. 

Como muchos españoles educados de clase alta (y venidos a menos), el poeta Rafael Alberti Merello, nacido en 1902 en El Puerto de Santa María, fue miembro del Partido Comunista español. Agregado a eso la popularidad y prestigio de su literatura por el público nacional, atrajo la represión del gobierno de Primo de Rivera y precipitó su decisión de salir al exilio una vez victorioso Francisco Franco. De no haberlo decidido así, sería desterrado, o encarcelado.

El exilio de Alberti no fue permanente, es decir, no cambió una patria por otra. Terminada la guerra civil en la derrota, partió para París por tres breves años. Luego, ante el avance de los nazis que conquistaron Francia, viajó a Marsella y en su puerto se embarcó rumbo a Buenos Aires, adonde llegó el 2 de marzo de 1940. Rafael Alberti vivió en la Argentina por 24 años, fluctuando entre la capital y Córdoba. Pero también pasó largas temporadas en Chile y en Uruguay. . 

Después, en 1963, partió para Roma. Cuando volvió a la España posfranquista en 1977, muerto el dictador,  rechazó cargos políticos y se dedicó a escribir y a pintar.

Corrida el toro, litografía de Rafael Alberti

Publica desde el exilio “Entre el clavel y la espada” (1941); “A la pintura” (1948), “Retornos de lo vivo lejano” (1952), “Oda marítima” y “Baladas y canciones del Paraná” (1953). Ya en Italia, publica “Abierto a todas horas”, escrito sin embargo en la Argentina (1964) y su primer libro «europeo», “Roma, peligro para caminantes” (en 1968). 

Dice de él esta biografía del Centro Cervantes:  “Su espíritu militante y comprometido, que cristalizaría en la guerra civil, despierta bajo la dictadura del General Primo de Rivera (1923-1930). 

De los cinco momentos de su lírica que señalan los estudiosos, el último es su  poesía de la nostalgia. Por ser esta una observación dedicada a los poetas de la resistencia y el exilio salto a esta última etapa, para observarla y buscar en ella la característica universal – la marca de Caín – del que vive fuera de su terruño. 

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Porque fue en el exilio, y viviendo la vida paralela de tanto intelectual español, que comenzó el último de los ciclos de Alberti. Y es a través de su exilio, como el de tantos creadores, que pretendo buscar las raíces de ese sentimiento, el del exiliado. El poeta exiliado, el intelectual exiliado. El que no es de aquí ni es de allá. El judío errante que somos todos los inmigrantes. 

Porque para él, la poesía se convirtió en un arma necesaria para sacudir conciencias, una forma de cambiar el mundo, escribe la introducción del Centro Virtual Cervantes. Como es para tantos de nosotros no solo escribir, sino también hablar. 

Escribe también el profesor Jesús E. Pérez Alonso, en una recopilación de los poemas del exilio de Rafal Alberti para sus alumnos: : “El exilio tras la Guerra Civil española cambió las vidas de muchos españoles para siempre. Los intelectuales exiliados narraron en sus obras los sentimientos del sufrimiento y angustia que sintieron. Hay muchos poemas sobre el exilio en la poesía de Rafael Alberti, especialmente en la colección “Entre el clavel y la espada”.

En octubre pasado, para conmemorar 25 años del fallecimiento del poeta en 1999, Mauricio Goloboff reconstruyó en Página 12 su itinerario en la Argentina. 

En la Argentina, dice Goloboff, además del calor de la amistad, encontró “mundos temáticos, núcleos de sentido, casas que construyera desde entonces y que seguramente no dejó nunca de ocupar”.

“Baladas y canciones del Paraná” tiene una temática argentina si la hay, dentro del cuerpo de un español.  Aquí inventó el personaje de Juan Panadero, a quien se describe en este sitio sobre Poetas Andaluces: “para por boca de él escupir todo el dolor que le causaba su destierro y exponer las ideas políticas que abrazaba junto a sus compañeros”. 

Son las coplas de Juan Panadero, en las que escribe desde lejos sobre la cárcel que es España bajo el yugo opresor: 

La caja de mi guitarra
no es caja, que es calabozo,
penal donde pena España.

Las paredes de la cárcel
son de madera, madera,
de donde no sale nadie.

Las cuerdas son los barrotes,
la ventanita de hierro
por donde pasan mis voces.

En este otro poema de las Baladas y canciones del Paraná, Alberti mezcla la memoria de España con el presente en una Argentina rural, incipiente, no terminada.  Balada de lo que trajo un barco” “fundió gauchos argentinos y faunos griegos anteriores a Cristo”. 

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Las dríadas son las jacas
y los faunos los caballos. 

Un barco griego ha movido
los árboles del bañado. 

Paloma del Paraná, vuela y vámonos. 

Los pinos de la barranca
son los del Mediterráneo. 

Un viejo gaucho en el viento,
Sagitario. 

Los analistas, los investigadores literarios, los que saben, detallan decenas de poemas en los que creen encontrar claves para esa diferenciación entre exilio y destierro, aunque en ambos haya un sufrimiento átono, mudo.

Pero prefiero, de ahora en más, pintar con las letras escritas por Rafael Alberti y acompañarlo con las canciones que motivó. Porque más no sé. Por eso, desde ahora, callo. 

Dejadme llorar

Dejadme llorar a mares,
Largamente y como los sauces.
Largamente y sin consuelo,
Podéis doleros…
Pero dejadme.

Los álamos carolinos
Podrán, si quieren, consolarme,
Vosotros… Como hace el viento…
Podéis doleros…
Pero dejadme.

Veo en los álamos, veo,
Temblando, sombras de duelo,
Una a una, hojas de sangre.
Ya no podéis ampararme.
Negros álamos transidos.
¡Qué oscuro caer amigos!

Vidas que van y vienen.
¡Ay, álamos de la muerte!.

Se ha roto el río

Se ha roto el río.
Pedazos de espejos rotos
navegan por todas partes.
Van espejos con caballos.
Espejos rotos, con árboles.

Se ha roto el río.
Desazogados cristales
rotos, azules y verdes,
que no podrá juntar nadie.

Se ha roto el río.
Y el cielo, roto en el aire,
no sabe ya en dónde verse,
en dónde, roto, mirarse.

Se equivocó la paloma

Esta hermosa interpretación de Joan Manuel Serrat de “Se equivocó la paloma” en el Festival de Viña del Mar de 2009. Perdonen los primeros 1:30 minutos instrumentales, tipo jazz francés del siglo 19 y que no entiendo, hasta que comienza a cantar. La música es del compositor y pianista erudito argentino Carlos Guastavino.

 

Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.
Creyó que el mar era el cielo,
que la noche la mañana.
Se equivocaba.
Que las estrellas, rocío;
que la calor, la nevada.
Se equivocaba.
Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón, su casa.
Se equivocaba.
(Ella se durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama). 


De “Entre el clavel y la espada” (1940)

Lo que dejé por tí

Escribe Astrolábica de “Lo que dejé por tí”: ¿Qué es aquello que Rafael Alberti lamenta haber dejado atrás?:  “Lo que dejé por ti” es un soneto que refleja su exilio en Roma, personificándola como una amada, donde Alberti describe su angustia y esperanza en su nueva vida. Utiliza imágenes que evocan emociones y colores, mostrando su habilidad tanto poética como pictórica, subrayando que, a pesar del dolor del exilio, siempre hay esperanza y calidez en el lugar que acoge”.

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Lo que dejé por ti

Dejé por ti mis bosques, mi perdida
arboleda, mis perros desvelados,
mis capitales años desterrados
hasta casi el invierno de la vida.

Dejé un temblor, dejé una sacudida,
un resplandor de fuegos no apagados,
dejé mi sombra en los desesperados
ojos sangrantes de la despedida.

Dejé palomas tristes junto a un río,
caballos sobre el sol de las arenas,
dejé de oler la mar, dejé de verte.

Dejé por ti todo lo que era mío.
Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
tanto como dejé para tenerte.

Alberti murió a los 96 años. Alcanzó a vivir el espasmo del mundo y luego la pacificación que fue para él la derrota de los ideales que mantuvo por décadas. 

Otros poemas

Aquí hay enlaces a otros poemas y musicalizaciones, que dejo aquí agradeciendo a mis antecesores digitales que también escarbaron y me regalaron – y ahora, al Lector – los hallazgos de sus búsquedas: 

  1. Dejadme llorar   ESCUCHAR
  2. Se ha roto el río
  3. A la soledad me vine
  4. Jardín de naranjas   ESCUCHAR
  5. Huele a sangre
  6. Hoy las nubes
  7. Cornearás
  8. Y sin embargo
  9. Nana de la cigüeña ESCUCHAR

 

Autor

  • Fundador y co-editor de HispanicLA. Editor en jefe del diario La Opinión en Los Ángeles hasta enero de 2021 y su actual Editor Emérito. Nació en Buenos Aires, Argentina, vivió en Israel y reside en Los Ángeles, California. Es periodista, bloguero, poeta, novelista y cuentista. Fue director editorial de Huffington Post Voces entre 2011 y 2014 y editor de noticias, también para La Opinión. Anteriormente, corresponsal de radio. -- Founder and co-editor of HispanicLA. Editor-in-chief of the newspaper La Opinión in Los Angeles until January 2021 and Editor Emeritus since then. Born in Buenos Aires, Argentina, lived in Israel and resides in Los Angeles, California. Journalist, blogger, poet, novelist and short story writer. He was editorial director of Huffington Post Voces between 2011 and 2014 and news editor, also for La Opinión. Previously, he was a radio correspondent.

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