. El Fondo Monetario Internacional (FMI) dio esta semana su pronóstico para 2023. No son buenas noticias. La tercera parte de la humanidad, dijo su directora Kristalina Georgieva, vivirá las consecuencias de una recesión global, “a medida que en EE.UU., Europa y China las economías se ralentizan simultáneamente”.
Por doquier se acumulan las señales.
Barclays Capital y otros analistas dicen que 2023 será uno de los peores para la economía mundial en cuatro décadas.
Los bancos nacionales endurecen las condiciones financieras internacionales subiendo los intereses en un intento de frenar el aumento de precios.
La sangrienta guerra entre Rusia y Ucrania crea incertidumbre económica por la interrupción de exportaciones de cereales y del suministro de gas ruso a Europa. En el viejo continente, alarma la inestabilidad cambiaria y monetaria, con problemas en las cadenas de suministros, país por país.
En China el cambio radical de política – de contención a expansión del coronavirus – causa estragos económicos; la actividad fabril se contrae y su recuperación será “parcial, errática y dolorosa”.
Y en América Latina, CEPAL (la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe) pronostica un crecimiento de solo 1.3%, contra 3.7% en 2022 y 6.7% en 2021, el menor desde 1951, y anuncia “otra década perdida”. Los números del FMI son similares.
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Brasil, la Argentina y Chile, Perú y especialmente Colombia pasarán de crecimiento al borde de la recesión.
En México crece el riesgo de la inflación y los expertos debaten si habrá desaceleración o recesión este mismo mes.
¿Y en Estados Unidos?
Ya hemos experimentado dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo del PIB y la inflación parece no estar bajo control. En cualquier momento, la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER) – ente privado encargado de este tema – puede declarar la recesión.
Esto significaría el advenimiento de un profundo desempleo y la suba general de precios simultáneamente; que millones pierdan sus empleos; que otros sufran recortes salariales, horas reducidas y desaparición de bonificaciones.
La pérdida del puesto laboral también comprende la pérdida del seguro médico y el aumento de gastos de salud.
Los intereses pagados a las tarjetas de crédito estarán al alza. Será más difícil obtener crédito para comprar una casa o un automóvil.
La comunidad latina podría estar entre las más afectadas por la crisis que se avecina. El desempleo entre los latinos podría volver a las tasas de 2020, 17.5% contra el 6% actual.
Muchas familias trabajadoras están en peligro de acercarse más a la línea de pobreza.
Pero parecería que los gobiernos – federal y estatales – no acusan la gravedad de la situación.
Deben declarar la emergencia y ejercer medidas preventivas inmediatas. Estas deben proteger, como primera prioridad, a quienes menos tienen en lugar de preocuparse por defender el lucro de los poderosos.
Esto significa asignar fondos para beneficiar a la población, invertir en la creación de fuentes de trabajo públicas, ampliar la ayuda médica, proveer alimento y techo a quienes lo necesiten. Se avecinan tiempos difíciles,