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Con el perfume suburbano de París, por Iván Wielikosielec

Villa Nueva. FOTO: Archivo de Joaquín Puente / Iván Wielikosielec

Ahí están las muchachas de antaño, sonriéndole al olvido desde una Villa Nueva del pasado. Ahí están, con sus gorritos de lana y sus tapados en medio del barro; como damiselas parisinas que por alguna razón cayeron en la pampa salvaje a principios del siglo veinte. Pero eso no les importa demasiado a ellas porque igual se pasean con todo su «glamour» por calle San Martín, con la catedral recortándose de fondo como Notre Dame. Y poco les importa que el fotógrafo no sea Henri Cartier-Bresson, poeta de los muelles del Sena sino Joaquín Puente, al que nadie conoce en Montmartre pero igual es el fabuloso “ojo del siglo veinte” en la orilla sur del Calamuchita. No les importa, tampoco, que la foto sea vista cien años después por algún melancólico cronista en Villa María y que ese cronista piense que ellas han envejecido o han muerto, que las han enterrado y olvidado en el cementerio sin estar de pie como sus famosas tumbas, bajo la niebla de Villa Nueva sin memoria ni epitafios.

No, nada de eso les importa porque mientras sonríen a la cámara saben que están más allá de la muerte. Y que esa milésima de segundo que en fotografía se llama “click”, es más memorable que la vida perdurable, más inacabable que aquel paseo de domingo cuando salían de misa o iban al club a jugar a la canasta. Más imperecedera que la juventud de cualquier mujer y la brevísima sazón de su belleza.

No, nada les importa a las muchachas de antaño. Porque saben (o acaso no lo saben y eso también es una insignificancia) que durante ese segundo en que Joaquín Puente las registra, ellas le podrán sonreír a todos los hombres y mujeres del futuro; a todos los “humanos que venís después de nosotros” como escribió Villón en su célebre balada. Y sonreírles con toda su luz y toda su inocencia.

Y mientras van con sus gorros de lana y sus tapados de la “belle époque”, parecieran pedirnos el brazo a quienes estamos de este lado del tiempo; ese mínimo gesto de caballerosidad que las ayude a cruzar el barro de una calle y la niebla del olvido.

Autor

  • Ivan Wielikosielec

    Escritor y periodista argentino (Córdoba, 1971). Ha publicado libros de relatos y poesía (“Los ojos de Sharon Tate”, “Príncipe Vlad”, “Crónicas del Sudeste”). Colabora para diversos medios gráficos e instituciones culturales.

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