Cada vez se hace más evidente el choque y la competencia entre grandes potencias y conglomerados tecnológicos por el control de las nuevas tecnologías de punta. Se advertía con anticipación, pero ahora es más dramática la carrera de innovación y controles especialmente entre Estados Unidos y China. En función de las corporaciones más conocidas, al menos en Occidente, imponen su presencia: Amazon, del hombre con mayor riqueza reconocida, Jeff Bezos; Apple, con Tim Cook; Google, con Sundar Pichai; y Facebook, con Mark Zuckerberg.
La democracia de las corporaciones
No se trata de un enfrentamiento novedoso, pero sí de un choque estratégico de posiciones que involucra crecientemente tanto influencia política como montos de cuantiosos capitales. A esto debe agregarse que ya con anterioridad se les había cuestionado -a las relaciones público-privadas- respecto a temas de privacidad, de seguridad de los Estados y de venta de información de usuarios. Es obvio que estas preocupaciones persisten.
Nótese que, respecto a temas de seguridad y de condiciones democráticas, las complicaciones son asombrosas. Allí están los entresijos y forcejeos, más propios de abogados que exacerban las interpretaciones y los contextos legales. Por ejemplo, Facebook, habría sido capaz de escamotear los señalamientos de haber interferido con grandes bases de datos, en los resultados de la elección de noviembre de 2016. En la que, como se recordará, gana Hillary Clinton por más de 2.8 millones de votos en total, en el voto popular, pero pierde producto de la anacrónica institución del Colegio Electoral estadounidense. Bingo: ahora sabemos que no todos los votos valen lo mismo en los comicios de ese país.
El asunto más específico para resaltar -entre otras consideraciones que por espacio no pueden ser analizadas aquí- son los mecanismos y procesos de marketing. A partir de grandes bases de datos -de lo que se llama el “big data”– es posible identificar las preferencias de los individuos. Ello se logra especialmente, al constatar sus patrones de navegación en los sitios de internet. Con base en ello, es posible reforzar patrones o bien dar a conocer opiniones y hechos “matizados” que puedan influir o alterar las decisiones.
Formar opinión, consolidar poder
Las inclinaciones políticas en las “redes sociales” pueden reforzarse o bien expandirse en el público que, no estando polarizado, forma parte del apetecible centro, tan deseado por los políticos. Tan deseado por esos pragmáticos, cuyas altas cuotas de ambición contrastan con carencia de escrúpulos. Véase al respecto, como ilustración, el camino a la debacle, por si alguien aún no se sorprende: un rapero, con una fortuna de unos 1,300 millones de dólares -así dicen- Kane West, se habría lanzado a la presidencia. Si Trump ganó en 2016, nada está escrito.
En todo caso, lo que está en el centro de los cuestionamientos es el inmenso poder y la influencia mundial que pueden ejercer esas grandes corporaciones tecnológicas, específicamente es el tema de la condición monopólica. El Congreso estadounidense está interesado en la regulación de esto. De allí que se puedan modificar las condiciones de organización de monstruos empresariales que hasta ayer aparecían como intocables.
Esa circunstancia monopólica, no siempre es dañina a la sociedad, como se trata de creer en las caricaturas que muchas veces nos hacemos del conocimiento económico. Para nada. Existen condiciones en las cuales se requieren de grandes cantidades de inversión que en la práctica ninguna empresa privada podría llegar a realizar. Además, se pueden necesitar gran cantidad de años para llegar a puntos de equilibrio de los proyectos.
Piénsese por ejemplo en el proyecto faraónico como el de la Presa de las Tres Gargantas en China. Se necesitó de una inversión de unos 58,000 millones de dólares y se tendría que esperar unos 83 años para llegar al punto de equilibrio -igualar el total de costos con los ingresos. Ese tipo de proyectos son los denominados monopolios naturales. Sin ellos no es posible que el funcionamiento de la sociedad sea aceptable.
Es comprensible por otra parte, que haya monopolios lesivos tanto para la colocación más efectiva de recursos como para la capacidad adquisitiva de los consumidores. Son los monopolios orgánicos y muy en especial los funcionales. Estos últimos son los carteles, tan presentes -aunque no únicamente- en los países en desarrollo. Son pocos los proveedores o productores y en lugar de competir, concretan entre ellos y las autoridades tanto cuotas de producción, como aranceles contra los más eficientes, y por supuesto precios en los mercados internos. Todo un negociazo. ¿Quiénes son los “paganini” ?: los consumidores, por supuesto.
Las regulaciónes en tiempos de crisis
En el caso de las grandes corporaciones tecnológicas están en juego, los asuntos de seguridad; eso necesita de regulación. Ante ello, en medio de las justificaciones, se tiene la influencia incluso política que pueden ejercer las empresas tecnológicas.
Existe entre tanto, otro factor que es indispensable considerar: es la ventaja que estaría tomando China, en esta vertiginosa carrera por el desarrollo de las tecnologías 5G. Aquí influye, además, el ambiente político, con los republicanos y los demócratas, sus seguidores y las posiciones extremas de uno y otro lado del espectro.
A todo esto, en Estados Unidos, diferentes encuestas demuestran que entre un 66 y un 77% de las personas se inclinarían por regulaciones hacia esas empresas. También es de puntualizar: cerca de 62% de los encuestados, reconocen el beneficio que se ha generado.
Todas esas grandes empresas tecnológicas se forjaron con base en grandes innovaciones, mejoras estructurales en modelos de negocios. Para ello se ha requerido de economías de escala. Y eso implica, como se ha mencionado, hasta cierto punto, poder monopólico. Lo crucial a determinar es, hasta qué punto, el control y la regulación, no lleguen a comprometer aspectos funcionales. Capacidad operativa que, por otro lado, ha conllevado evidente bienestar para las condiciones de interacción social. Algo más evidente ahora, en estos tiempos pandemias, crisis económicas y calentamiento global.