Cada día se vacunan en Estados Unidos entre 2 y 2.5 millones de personas. Alrededor de 100 millones de vacunas fueron distribuidas y unas 80 millones administradas.
En buena hora, el CDC (Centro para el Control y Prevención de Enfermedades) ha publicado una guía para las decenas de millones de vacunados.
Dice que quienes estén completamente vacunados pueden visitar el interior de viviendas de otras personas también vacunadas sin usar mascarillas. Se considera que las personas están completamente vacunadas dos semanas después de haber recibido la segunda dosis de Pfizer o Moderna o la única de Johnson & Johnson.
Además, los vacunados también pueden visitar, sin mascarillas, a personas de otro hogar que aún no estén vacunadas, siempre que éstas estén bajo un riesgo bajo de enfermar a causa del virus.
Por último, deben seguir usando mascarillas en público, evitar las multitudes y tomar otras precauciones cuando se reúnan con personas no vacunadas.
Sin embargo, la nueva directora del CDC y su equipo hacen presentaciones públicas para urgir a los estadounidenses a no bajar la guardia y enfatizar que la pandemia está lejos de terminar.
Y el presidente Biden, en su primera alocución a la nación este martes, estimó que para julio la situación estará mucho mejor, que habrá vacunas para todos, que se podrá festejar en pequeños grupos. Pero luego mira fijamente la pantalla y dice que para tener éxito, él necesita la ayuda y la cooperación de cada miembro de la comunidad: vacúnese, use mascarilla.
Es que paralelamente al extraordinario avance en las vacunaciones – así como la inminencia de la aprobación final del paquete de ayuda y recuperación nacional en el Congreso – perduran tendencias preocupantes.
La primera es que constantemente se desarrollan nuevas cepas virulentas del COVID, y que se expanden rápidamente. El temor es que aparezca y se expanda una ante la cual la vacuna es inerme o insuficiente. Supimos de la variante de UK y sus mutaciones, la de Nigeria, la de California y otros nombres geográficos.
En segundo lugar, un sector importante de la población sigue rechazando la vacuna y se niega a vacunarse. Son quienes siguen empecinados con el mensaje con el que por meses el entonces presidente Donald Trump intoxicó al país, de que el virus no existe, o que es leve, o que a ellos no les va dar, y que todo es un hoax, un engaño.
Algunos incluso tratan agresivamente de prevenir que otros reciban la vacuna. No son solamente matones – o ilusos – con carteles frente a las clínicas médicas. Son legisladores que tratan de promover leyes contra la vacuna, como en Dakota del Norte. Son líderes religiosos, políticos, sociales de su comunidad.
Hasta ahora no constituían un elemento de importancia en el esfuerzo del país para llegar a la inmunidad de grupo o herd immunity, porque sobraban los que deseaban vacunarse y faltaban las vacunas.
Pero ahora, las autoridades se topan con estados enteros en donde especialmente la población blanca, rural, republicana y de clase trabajadora aparentemente no se va a vacunar y en donde los mismos gobiernos locales no cooperan.
Afortunadamente, en cambio parecen ser exitosos los esfuerzos para llevar la vacuna a las comunidades de color, que eran también reacias a la misma por su desconfianza de las autoridades. Esto se debe a la labor incansable de promotoras, médicos y enfermeros, medios de comunicación como este y personas influyentes en la comunidad para convencer a la gente que se vacune.
Entonces, si bien muchos han sido vacunados y da la impresión de que se acerca el final de la pandemia, necesitamos ser pacientes. Enterarnos de las disposiciones y cumplirlas. Protegernos, proteger a nuestras familias y a nuestros seres queridos.
Ya se puede ver la luz al final del túnel.
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