Amigo Roberto, tu artículo Marx contra Marx me ha gustado, casi te puedo decir que sobremanera, por una razón, entre varias, porque es sencillo, dicho así, no más, un artículo simple, pero que encierra una prueba tan irrefutable como magnífica en su exposición. Es algo tan a la vista que muchos, a decir verdad millones, no se percatan de ello. Por lo general, les toca a la mayor parte de los ciudadanos de un país que poco a poco, o muy rápidamente, perdieron la visión de lo que estaban (y aún están) viviendo.
Esto que dices en tu trabajo es prácticamente verdadero y ninguno de los voceros, funcionarios, «intelectuales», politólogos, militantes comunistas (entiéndase también socialistas, y fascistas en otro extremo) pueden ser capaces de refutarlo; y sin embargo, lo que hacen es buscar variantes, subterfugios, falacias, un discurso sin ningún tipo de sustento, que nada más se tragan los pueblos que son convertidos en masas, pueblos formados por seres que, sin saberlo, ya tienen la mentalidad del zombi, aunque también se lo endilgan, como hemos dicho, unos cuantos llamados intelectuales.
¿Cómo es posible, entonces, que una verdad tan lapidaria como ésta no les haya impedido inventar subterfugios, discursos falaces y argumentos banales a estos líderes y funcionarios si no es porque han acompañado a sus palabras un aparato de represión muy sofisticado, de técnicas duras y sutiles para crear el miedo, incluso para hacer de este miedo un trauma inconscientemente colectivo? Estos pueblos: Corea del Norte, Cuba, Rusia en sus pasados setenta años de tiranía y las demás naciones del ex bloque socialista, han tenido que sufrir este tipo de hecatombe moral, y fingir —aún hoy: Norcorea y Cuba— que creen en estas supuestas verdades científicas que se les habla en escuelas, universidades, periódicos, revistas y programas de estudio a nivel popular, etc., cuando es la dialéctica la primera verdad irrefutable que los niega, como tú bien expones.
Pero parece que esto es también ley social e histórica a través del engaño y la ingenuidad; quiero decir, el hecho de que estas dictaduras de izquierda, independientemente de la fortísima represión que aplican, se imponen asimismo buscando la manera de idiotizar a la gente, cuando crean sus confusiones basados en la desinformación generalizada. Y es que la represión viene a ser científica, estudiada, mediante las coerciones física y psicológica, que a los pueblos no les queda otro recurso que, por un lado, fingir, y por otro, responder con la doble moral que, independientemente de sentirse como un mecanismo de defensa para subsistir y aun para resistir, ayuda a empeorar la ignorancia, hasta llegar al terror subconsciente y a la desinformación total, no sólo noticiosa, sino además conceptual.
La respuesta, amigo mío, a una pregunta que se podría desprender de tu trabajo (¿Por qué sucede esta catástrofe de las dictaduras comunistas si incluso en el discurso teórico del marxismo está expresamente claro su propia contradicción, después de que se ha tomado el poder?), pienso que habría que buscarla bien a fondo porque es diversa y compleja; quiero decir: se hace necesario indagar con profundidad en por qué este hecho paradójico sucede, a pesar de ser tan evidente, aun cuando resulta un desastre para la humanidad. Pero esto sería un ensayo extenso, un trabajo de más envergadura, un libro, digamos, al que tu artículo podría servir de prólogo.
II
La realidad viviente
De modo que me inspiro en tu artículo para decir algo que me parece podría ser interesante. Hoy pienso que la realidad —de la misma manera en que se descubrió que el planeta Solaris estaba vivo, historia de ciencia ficción en una novela de Stanislaw Lem llevada al cine en 1972 por Andréi Tarkovski—, la realidad, repito, a pesar de aparentar ser un concepto abstracto, es un elemento actuante, vivo y consciente de que sus elementos, factores y aspectos (todo lo que pueda ser material en el planeta y en el universo y todo lo que puede ser invisible e imaginario), sus parámetros y coordenadas y lo subjetivo pero que al mismo tiempo se siente y se presiente, lo espiritual e intangible, añadamos, están ligados indefectiblemente no sólo al surgimiento y a la historia del ser humano y del cosmos, sino además a los principios formativos que parten de las leyes de la dialéctica, en cualquier espacio físico y anímico, incluyendo las formaciones energéticas.
La dialéctica de la realidad también somos nosotros mismos; es la naturaleza a nuestro alrededor y es además la relación estrecha entre la naturaleza y nosotros. Pero tan importante como esto es la presencia invisible de nuestros pensamientos y deseos, nuestros instintos, dudas y emociones, nuestra sensibilidad ante el pasado, el presente y el futuro, y la suma y las partes de lo que compone el sistema de los sentidos, y todo es realidad; y lo más importante aquí es que dentro de la realidad funciona la lucha de contrarios para todo este conjunto. En definitiva, este gran grupo de cosas, funciones, características y categorías materiales y no materiales conforman la realidad. Además, añadiría que es la vida misma y, por ende, es la más completa comunicación con lo que se ha llegado a llamar Dios.
Por tanto, y tan vital como lo anterior, la realidad también es espiritualidad —ya lo dije pero lo recalco—, es sueño y es imaginación. Y junto a todo esto, tenemos que hay una realidad individual y otra colectiva, social. Y agregamos la realidad económica, política, cultural; y la realidad en el tiempo: una realidad que se hizo pasado y que desde ese entonces nos influye. En otras palabras, es puro contacto con las cosas y con las circunstancias que se viven en el momento del ahora. Y algo más que decir es que se proyecta hacia un futuro mediato e inmediato mediante sus leyes dialécticas.
Por este agregado de aspectos mencionados, se puede intuir que la realidad es una condición ubicua, omnipresente, y que existe porque existimos, (porque si no existiéramos, la realidad entonces se haría inmutable, o dejaría de ser, hasta el momento mismo en que el hombre vuelva a existir). Si los seres humanos, o probablemente otros seres pensantes del universo, desapareciéramos, de hecho la realidad no sería tal para nosotros pero siempre, en su inmutabilidad, lo será para el universo, también en su carácter de inmutable, y ambos entonces serían nada, no existirían; o sea, que la realidad permanecería “en sí” en espera de la fuerza de la vida para comenzar a moverse.
Otra cosa más es que ella está vinculada al pensamiento, a las sensaciones y también a las circunstancias del espacio y del tiempo, y por intuición, podríamos agregar que está vinculada a lo que se encuentra más allá de los límites humanos, pero siempre impulsada, como energía dialéctica, por la existencia humana, o por los inciertos otros seres pensantes que pudieran existir.
La realidad y su ley de contradicciones, entre tantas cosas, es independiente cuando es “para sí”, en función de la red infinita de circunstancias, y, por tanto, como fuerza de abstracción es Dios mismo (o la fuerza generadora primera) y todo lo que pueda abarcar el mundo intangible de las ideas. Pero como fuerza concreta es energía invisible, siempre dada en espiral por su eterna lucha de contrarios. Su esencia principal aquí es la dialéctica; y la dialéctica es la espiral que lo impulsa todo hacia adelante en la búsqueda de un constante cambio. Cuando un conjunto de factores coinciden en el espacio y el tiempo, decimos que la realidad nos está proponiendo una resultante. Y en la mayoría de las ocasiones esa resultante no es producto de los decretos del hombre, si no que aunque se veía venir, esa respuesta es un cambio que se instala por sí mismo ante nuestros ojos y hasta nos sorprende.
En resumen, la realidad es el sentido de los sentidos; es el ser-mismo y el ser-otro, vivo, antes y después, lo que está más allá de todo y dentro de uno; lo que palpamos, pensamos y soñamos y nos palpa, nos piensa y nos sueña de la manera más paradójica que existe: la lucha de contrarios. En definitiva, es algo que podemos conocer como la total realidad viviente.
III
La espiral impulsa la realidad
Como sé que eres un conocedor de la historia y que en algún momento tú mismo me has hablado de este tema, apelo al recuerdo de algunas de nuestras charlas en la que, quizás, me aclarabas no sólo la genialidad de Heráclito de Efeso, en cuanto a la realidad cambiante y a su famosa frase de “Todo cambia, todo fluye, nadie puede bañarse dos veces en las mismas aguas de un río…”, sino que también intercambiábamos el criterio de que en un principio la lógica y la dialéctica estaban enlazadas en su concepto de conversación o de argumento para la persuasión. Pero que ya en el siglo XVIII, o el llamado Siglo de las Luces, el concepto de la dialéctica tomó otro curso más amplio, como lo fue el hecho de definirse además en su naturaleza de contraposiciones, dándosele a la tesis, la antítesis y la síntesis un nuevo impulso más racionalista (y sin desdorar al racionalismo, pero pienso que éste es otro tema álgido cuando te das cuenta de que la cultura occidental con su imperio de la modernidad ha venido aislando al racionalismo de su contrapuesto y armónico extremo que es la imaginación).
Como tú sabes fue ya en 1808, con su Fenomenología del espíritu, que el filósofo alemán G. W. Hegel le otorgó un sello distintivo a este término (que incluso venía en uso desde Platón), ampliando (Hegel) el concepto de la dialéctica en una medida inconmensurable, y en el cual él concebía la fenomenología de los problemas en una circunstancia dada, formada por opuestos radicales, en su contacto con la realidad, pero que yo me atrevo a pensar (sin siquiera intentar ni por asomo, por supuesto, enmendar a Hegel, sino partiendo de su enfoque), de que no es “en contacto con la realidad”, sino que la dialéctica se encuentra dentro de la realidad toda, que es su motor energético, como forma natural e intrínseca de lo que tradicionalmente se ha conocido como realidad.
Por su parte, Carlos Marx se adentró en el aspecto de la realidad social y aprovechó esta dialéctica hegeliana (con alguna puntería), hasta llegar a decir en el Manifiesto comunista (1842) que “toda la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases”, como una confrontación para el cambio histórico. Bien, creo que incluso tú mismo me has aclarado que esto no es cierto, que es un mito y una reverenda falsedad, y que para ello, él aprovechó un momento dado en el tiempo, su tiempo de luchas obreras y de las clases más desposeídas contra el empuje de un capitalismo caótico en aquellos momentos.
En efecto, así hemos llegado a coincidir (tú y yo) en que todo ese populismo fidelista, raulista, chavista y de sus acólitos no son otra cosa que engendros creados cada vez que en el mundo rige este tipo de capitalismo sin control.
Por naturaleza, la dialéctica no puede detenerse; por ello, la lucha de clases tampoco cesaría. Pero también es que todo no es lucha de clases, como hemos comentado ya, hay decenas de guerras en la historia que no se han dado por luchas de clase, sino por ambición, corrupción y mera aspiración al poder. Independientemente de que el hombre esté dividido en clases, también se encuentra imbuido de muchas otras necesidades e intereses, que en mucho sentido influyen para buscar un cambio.
Marx en sus ideas, como bien dices, llegó a exponer la lucha de contrarios como un principio básico para los cambios; sin embargo, como asimismo sugieres, poco después habló de la “dictadura del proletariado”. Y todas las dictaduras, de derecha y de izquierda, son de igual manera por naturaleza, un estancamiento, una antítesis de lo anterior, cierto, pero a veces una antítesis demasiado larga, al punto de que antes de convertirse en síntesis se hace un proceso oscuro de freno y retroceso, y que mientras se mantiene interrumpe el progreso humano.
De aquí que los procesos históricos de la espiral de la realidad se interrumpen, sí, como ha sucedido en la historia particular de muchos países (y más con la práctica tenaza con que ha sido llevada la “dictadura del proletariado” en esas naciones). Sin embargo, en última instancia, más tarde o más temprano, las curvas de la espiral, en el tiempo y el espacio, vuelven a unirse y el proceso negativo que la detenía termina o queda atrás y la vida económica, política, social, etc. continúa su marcha inexorable. Esto lo sabe cualquier estudioso, cualquier político o consejero político documentado, y más todos —en el caso de Cuba— los que han rodeado al ya casi extinto dictador Fidel Castro, que aún se sostiene en el poder incluso supuestamente amparado por la dialéctica.
Pero, bueno, ¿dialéctica de qué…? Esto no es más que el ejemplo clásico de que cuando esos intereses de clases llegan al poder y se unen a los intereses privados de unos cuantos, es entonces cuando ellos (los poderosos gobernantes populistas engendrados por ese tipo de capitalismo caótico del que ya hemos hablado) detienen la evolución de la espiral o la interrumpen para —convertidos en depredadores— darle paso a un proceso involutivo de unos cuantos largos años.
Pero bien, estas cosas tú las sabes mejor que yo, incluso se desprenden sucinta y admirablemente de tu aparente sencillo artículo. No obstante, lo que me interesa a mí aquí —por inspiración de lo que escribiste, ya te digo— es el hecho de haber intentado añadir que la realidad es viviente, activa y omnipresente, y que la dialéctica es una de sus tantas formas de manifestarse, a veces a modo de energía colectiva; además de cómo ese proceso dialéctico de la espiral es interrumpido por estas ideas aberrantes de los estudiosos de Marx y de Engels; ideas que para mí siempre fueron incompletas.
De tu trabajo se desprende lo patéticamente absurdo que son actualmente los gobiernos coreano y cubano, el venezolano con sus acólitos y otros que, con su ropaje religioso, están con la obsesión de acabar con la cultura occidental, poniendo al mundo en un riesgo vital.
Y estos grupos de gobiernos y movimientos fundamentalistas, que no por ser pequeños países y, dentro de ellos, sectores que representan a una muy pequeña parte de sus pueblos, dejan de ser altamente peligrosos. Recordemos la Crisis de los Misiles en Cuba (1962), y estemos conscientes en estos momentos de la proliferación armamentista y nuclear y el terrorismo. Recordemos ese imbécil mejunje que surgió de la Nada y significa nada que es “el socialismo del siglo XXI”, y en el nombre del cual se está destruyendo irremisiblemente un grupo de países. Recordemos que por ser pequeños países (algunos gobiernos) y otros, que supuestamente han ocupado un papel tercermundista en la historia, son aún más peligrosos, simplemente porque ambicionan el poder de los más grandes, sin tener recursos para controlarlo, y con fines muy ocultos.
Un abrazo fuerte y te felicito nuevamente,
Manuel