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Somos un grupo de intelectuales, educadores, activistas radicados en Nueva York. En nuestro país de origen, Chile, hoy se extingue la vida de 34, dos de ellos menores, personas mapuches cumpliendo condenas de 100 años por transgredir la Ley Antiterrorista promulgada hace más de 20 años.
Gracias a los medios de comunicación, la comunidad chilena radicada en Nueva York ha vivido con nuestro pueblo el terremoto que afectó a la zona sur. Ha sufrido con nuestro pueblo el accidente minero que hoy compromete a treinta y dos compatriotas en las minas del suelo nortino. Nuestra comunidad espera votar en futuras elecciones de darse la oportunidad de así hacerlo. Pero tras la huelga de hambre de nuestros mapuches, sentimos que el crimen es una afronta a nuestra hermandad transnacional. En medio del Bicentenario consideramos que con ellos se extingue el espíritu de Chile. Al negar el diálogo con el gobierno y la posibilidad de reconsideración se niega el diálogo con nuestra conciencia ancestral.
Son mapuches aspectos vitales de nuestra conciencia. Son mapuches las prácticas culturales que no vemos hasta que salimos del territorio nacional. Pero no tan sólo quienes vivimos en el extranjero tenemos conciencia de esta presencia ausente pero inmanente en nuestro carácter cultural. «La corporalidad chilena deriva del vasco diligente, del extremeño tozudo y del araucano sin derrota», declaró Gabriela Mistral en su crónica del Mercurio de Chile a mediados del siglo pasado. La poeta hizo eco a Alonso de Ercilla, que inmortalizó la afrenta araucana que no conoció derrotas frente al español, demarcando el espíritu tenaz que hasta hoy nos caracteriza. Esta arteria vital, impronta inmutable que da cuenta de una chilenidad prehispánica, está siendo apagada en un descuido político y social.
El llamado es urgente. Esta negligencia borra parte de nosotros mismos, de nuestra identidad. Exigimos que los mapuches tengan un juicio justo y que no se les aplique la Ley Antiterrorista. Exigimos que se les escuche en una mesa de diálogo y que el trato hacia el Mapuche y a nuestros pueblos indígenas sea de respeto y dignidad.
Fue el mapuche que se asentó en nuestras tierras antes que los españoles y las inmigraciones subsiguientes, nombrando con su palabra nuestra flora y nuestra fauna. Fue el mapuche quien dialogando con el quillay y con el boldo, con el chirigüey, venciendo el vértigo del Aconcagua nos hermanó con la cordillera, nuestra ferrea vértebra de piedra ancestral. El mapuche nos enseñó a querer al Tupungato, al Juncal. Fue mapuche quien compartió los secretos fluviales del Maipo y del Toltén, esculpiendo la faja de nuestros valles, enseñándonos a servirnos de ella y a aprender a quererla. En el marco de los convenios y tratados internacionales firmados por el gobierno chileno, exigimos por la vida de nuestros hermanos mapuches, quienes siguen defendiendo dignamente su derecho a vivir con justicia e igualdad.
Chile exporta la idea de un país eficiente, cuyo gobierno justo se responsabiliza por la calidad de sus productos y medita con conciencia ante los desafíos naturales, sociales y laborales que nos afectan.
Pero no se puede hablar de justicia.
No se puede hacer alarde de eficiencia en el turismo y en la conservación del patrimonio. No podemos declamar internacional la calidad de nuestro vino y de nuestro cobre, arterias económicas vitales. No se puede presumir de la identidad territorial única de nuestro paisaje si olvidamos nuestro compromiso con nuestro principio ancestral. Hace quinientos años llegaron los españoles al territorio que el Mapuche demarcó llamándolo como hoy nosotros lo llamamos: Chile. Nuestro territorio atrajo inmigraciones europeas que se fueron asentando. Durante el Siglo XIX cuajó su presencia a través de colectividades y apellidos. En aquellos entonces Mapuche era el quillay, el Calbuco. Mapuche era el Pucón. Mapuche era lo inmanente. Mapuche era el mundo nuevo que llegaron a habitar. Mapuche es hoy la invisible presencia que nos atraviesa a todos de donde sea que hayan llegado nuestros ancestros. El latido del cultrún nos late en las entrañas. El discurso ancestral Mapuche nos atraviesa de modo transversal. Sin Arauco, esta vertebra compuesta por los vínculos primarios con nuestra geografía y nuestra lengua, Chile niega el flujo que mana de su arteria vital.
«Todos los caminos llevan al mismo punto: a la comunicación de lo que somos» , señaló Pablo Neruda en su discurso tras recibir el premio Nóbel. El mismo poeta expresó que el encontrar nuestra identidad no sería fácil. El camino que Neruda calificó de una danza dolorosa, implica un dialogar con los los más antiguos ritos de nuestra propia conciencia, hurgar nuestras entrañas, cultivando el autoconocimiento colectivo y la reflexión colectiva.
Invitamos al Señor Piñera a dialogar con la conciencia chilena. La historia de Chile que nos une es innegablemente prehispánica. Mapuche es nuestra impronta cultural. Quienes radicamos en Chile y quienes vivimos en el exterior pendientes de nuestra patria sabemos y distinguimos con la distancia lo que nos diferencia de otras naciones latinoamericanas, sabemos con conciencia plena que es Mapuche nuestro primer canto. Nuestros más antiguos ritos radican en diálogo básico entre el Mapuche y nuestra tierra, cuando apuntó con el dedo ese arbusto porfiado llamándolo boldo, con el quillay, con el fluvial y primitivo Toltén. Sin su voz la danza está inconclusa.
Apoyemos el diálogo con el Mapuche. Negarlo es amordazar los gritos ancestrales de nuestro espíritu, la esquina dormida que despierta cada vez que bebemos llantén, que miramos fluir el Toltén y que decimos o oímos decir la palabra a la que estamos íntimamente unidos: Chile. Vedar el diálogo o dejarlo en manos de terceros sería vedarnos. Descartar su vital enclave histórico; descartarnos. De la hoguera Mapuche emanan los primeros cantos. Su guerra constituyó la primera campaña medioambiental. Somos todos uno en esta intimidad humana y básica con nuestra geografía nacional. Nuestra chilenidad no es Mapuche. Mapuche es nuestra chilenidad.
Liza Rosas-Bustos
Estudiante doctoral en Literatura Hispánica y Luso Brasileña
Graduate Center
City University of New York (CUNY)
New York City
Amalia Cordova
Curadora de Cine Indígena y estudiante doctoral,
Cinema Studies, New York University
New York City
Alexandra López-Esparza
Diseñadora
Fashion Institute of Technology (FIT)
State University of New York (SUNY)
New York City
Maria Elena Reyes
Fonoaudiologa y Artista
Queens College
City University of New York (CUNY)
New York City
Marcia Esparza,
Profesora Asociada
Facultad de Justicia Criminal
Directora Proyecto de la Memoria Historica
John Jay College of Criminal Justice
City University of New York (CUNY)
899 Tenth Avenue
NY NY 10019
Christian Ortiz
Músico y Artista
New York City
Carlos Eden-Maidel
Coordinador Kawésqar
Nueva York
Chile