Los fortalecimientos alternativos a que se refiere el título ocurren esencialmente en el Sur, son parte de esfuerzos de economías emergentes, a fin de ir más allá de la tradicional cooperación Sur-Sur. Se trata de fortalecer un bloque de países que se está expandiendo: el BRICS –siglas de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Naciones que recién acaban de finalizar su XV Reunión Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno. Actividad que tuvo lugar del 22 al 24 de agosto pasado en Johannesburgo la capital de Sudáfrica.
Las potencias emergentes del Sur
El bloque BRICS se formó hace 14 años, el 16 de junio de 2009, y ahora la expansión de este grupo continúa afianzándose. En la referida última reunión, una de las resoluciones más importantes consistió en aceptar la membresía de Argentina, Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán. Estos países serán miembros plenos a partir de enero de 2024.
Ante esta dinámica, la tendencia es que las potencias occidentales han desestimado el empuje político y socio-económico que tienen desde ya los integrantes de los BRICS, y que tratan de expandir. La prensa de las metrópolis más desarrolladas no ha dado mucha cobertura a este esfuerzo de integración, pero las repercusiones de lo que está ocurriendo con las potencias emergentes del “sur” pueden afectar de manera significativa los principales mecanismos y procesos de la actual globalización.
Se estima que estas afectaciones influirían en los circuitos de comercio de bienes y servicios –y por tanto directamente en la economía real- los flujos financieros, intercambios y desarrollo de tecnología, mecanismos de negociación internacional. En síntesis, repercutirían dando forma y contenido a procesos de configuración multipolar, rasgo muy propio de lo que se está ocurriendo en este Siglo XXI.
En comparación con el grupo de las 7 potencias más industrializadas del planeta, el G-7 –Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá- los BRICS, desde ya están fortaleciendo poderes comparativos. Además de la presencia que, de manera complementaria, también tienen en el G-20.
Una repuesta al «unipolarismo» de Washignton
En tal sentido tómense en cuenta los siguientes datos. De conformidad con el economista Jeffrey Sachs (1954 -) en 1992, hace ya 31 años, el G-7 tenía una participación del 45% del producto interno bruto (PIB) mundial. En ese entonces los cuatro BRICS originales sólo aportaban a ese total mundial 16%. Pero las condiciones han cambiado, y lo han hecho de manera dramática. En 2023 el G-7 representa el 30% del PIB global, mientras los BRICS, junto a Sudáfrica que se unió en 2011, aportan un total de 31% a la producción planetaria.
Al parecer, a fin de que no se presente ninguna duda en cuanto a la proyección de los BRICS en el ámbito de la situación política y económica internacional, este bloque manifestó –luego de concluida la reunión de agosto pasado- que están abiertos a admitir nuevos integrantes. La regla principal es que las nuevas naciones integrantes “no acepten medidas económico coercitivas de ningún otro país”. Se aprobaron criterios y delinearon procesos para futuros miembros del bloque.
Se reconoce que hay cerca de 20 naciones que desean formar parte de este grupo. Una de las repercusiones más importantes estaría siendo dirigida a ir superando el “unipolarismo” especialmente centrado en el papel de Washington en la arena internacional. Un papel que en particular ha desempeñado Estados Unidos luego de la desintegración –del 25 al 31 de diciembre de 1991- de lo que un día fuera la Unión Soviética.
Coordinación Sur-Sur: con participación y equidad
Ya incluyendo a los países que serán miembros plenos a partir de enero de 2024, los BRICS tendrían cifras notables: serían el 46% de la población mundial –lo que representa un gran mercado tanto en términos reales como potenciales-; serían además un 38% tanto del PIB del mundo, como un porcentaje similar en cuanto a elaboración industrial. Llegarían a tener un 80% de la producción mundial de petróleo, lo que les conferiría un acentuado poder de negociación y de presencia mundial en los actuales mecanismos de globalización.
Esta tendencia se vería fortalecida en el sentido que –de conformidad con datos del Fondo Monetario Internacional (FMI)- para 2028, dentro de 5 años tan sólo, los países integrantes del BRICS representarían un 40% del total de producción mundial. Este dato se presenta al alza como producto de la adhesión de nuevas naciones.
Los países más desarrollados continúan confiando en la cooperación entre aliados, pero no pueden negar la evidencia de que en los países emergentes se tienen importantes mercados para la expansión de compradores. También en esos países “del sur” se tienen fuerzas laborales competitivas, embarcadas en procesos de agregar valor a las exportaciones. Pese a esta situación, los países más desarrollados persisten en confiar además, en la prevalencia del comercio intra-industrial (“intra-trade industry” como lo ha caracterizado, desde hace años, el Premio Nobel de Economía 2008, Paul Krugman).
Como parte de las condiciones del BRICS, se imponen mecanismos de efectiva coordinación y cooperación Sur-Sur. Se trata de acuerdos en diferentes grados de integración que se espera puedan desembocar en logros de prosperidad tan sostenible como equitativa y sustentable. Con estos esfuerzos, se podría generar un recurrente “juego ganar-ganar”, con una participación más inclusive de naciones y sociedades.