¿Abrir o no abrir las escuelas? Esa parece la pregunta casi existencial que el COVID-19 nos plantea y que no parece contar con una respuesta que refleje consenso.
“Algo que sabemos es que los niños se infectan con menos frecuencia que los adultos… parece que los niños producen menos receptores ACE2… ”, comentó el Dr. Louis Freedberg, director ejecutivo de EdSource, en una conferencia de prensa organizada por Ethnic Media Services. “Los estudios demuestran que cuando los niños se infectan con COVID es más por contactos en la casa, no en la escuela».
Los estudios
Esos mismos estudios han motivado al Centro de Control de Enfermedades (CDC) y a líderes políticos como el presidente Joe Biden y el gobernador Gavin Newsom a apoyar la reapertura de las escuelas.
Para ellos, no solo es cuestión de que los niños tienen tasas de contagio más bajas que los adultos, sino que perder días de clase conlleva consecuencias para ellos, para sus padres y para la sociedad toda.
Nadie parece disputar que el cierre de las escuelas está provocando consecuencias negativas en los jovencitos. La Asociación Americana de Pediatría meses atrás ya alertó sobre el peligro del cierre sugiriendo que no asistir a la escuela “frecuentemente resulta en aislamiento social y dificulta… identificar y solucionar importantes déficits en el aprendizaje, al igual que el abuso físico y sexual de niños y adolescentes, el uso de drogas, la depresión y tendencias suicidas”.
Que los niños no corran tantos riesgos, no significa que los maestros, consejeros, enfermeros, policías, personal administrativo y todos los adultos que trabajan en escuelas y en servicios colaterales no estén a riesgo. Como el Dr. Freedberg sugirió, “los adultos no están seguros”.
Esta es una preocupación más que válida en los Estados Unidos en donde las infecciones, de acuerdo a Johns Hopkins University, son alrededor de 26 millones y en donde más de 461,000 han muerto por el COVID-19. Más alarmante para los adultos es que, de acuerdo a estadísticas de la CDC, 8 de cada 10 muertes se dan entre personas de más de 65 años.
Las minorías
El peligro es mayor entre minorías étnicas y raciales y entre personas con ciertas características demográficas. Los afroamericanos, los latinos, los asiáticos y, aparte, personas con ingresos bajos son los que están más a riesgo.
“Las tasas de infección en la comunidad Latinx, han crecido 1,000%… desde noviembre”, dijo Tyrone Howard, profesor de educación en la Universidad de California Los Ángeles (UCLA) y director del Black Male Institute.
Seguridad y más seguridad
Los niños no se infectarán como los adultos, pero también sufren las consecuencias de la pandemia ya que han perdido a padres, abuelos, amigos, y viven en hogares en donde muchos han quedado sin trabajo, en donde las tensiones aumentan, con todo lo que eso implica psicológicamente.
Aparte, muchos jóvenes que con el cierre de las escuelas deben tomar clases online, no cuentan con internet y wifi apropiado. Pero si vuelven a las escuelas, “las escuelas no tienen los recursos para apoyarlos apropiadamente”, sugiere el profesor Howard. No los tenían antes, mucho menos ahora.
Para el profesor Howard no se debe volver a las escuelas hasta tanto no se vacunen a los maestros.
“Las tres prioridades son seguridad, seguridad y seguridad”, dijo Howard.
Los maestros
Eso es exactamente lo que algunos sindicatos de maestros han venido argumentando. El Sindicato de Maestros de Chicago (CTU) amenazó con una huelga si se los fuerza a retornar a las escuelas. En Los Ángeles, el sindicato (UTLA) se niega a la reapertura de todas las escuelas hasta tanto no se cuente con la seguridad y los protocolos necesarios para que estudiantes, maestros y empleados estén seguros. El mismo debate se da en San Francisco y en otras ciudades del país.
Para muchos, considerando que los adultos son los que están más a riesgo, la reapertura de las escuelas depende, en gran medida, en que los maestros sean vacunados.
¿Qué piensan los padres?
Por más que la CDC y superintendentes escolares aseguren que no hay un riesgo desmedido y que es necesario empezar a programar las reaperturas, algunos no confían mucho en las autoridades.
Después de todo, comenta Karla Franco, una madre de estudiantes del Distrito Escolar de Los Ángeles (LAUSD), estas son las mismas autoridades que no han podido resolver los graves problemas que tradicionalmente afectan a escuelas públicas urbanas como la posesión de armas y drogas.
“Si no pueden controlar lo que ven, ¿cómo van a controlar lo que no ven?, se pregunta la Sra. Franco.