En el tema de la tenencia de armas de fuego, existe un abismo cultural gigante en Estados Unidos. Un abismo infranqueable, sin solución, entre dos campos.
Nada de optimismo vacío
El análisis, el razonamiento y la experiencia pretérita nos enseñan que el abismo crecerá. Tendrá forma de trincheras.
Su manifestación será la cada vez más infame insensibilidad de los amantes de las armas por el sufrimiento ajeno.
Durante años después de la masacre de la escuela Sandy Hook de Newtown, Connecticut, en 2012, el propagandista Alex Jones, dueño del sistio de desinformación Info Wars, insistió en que fue un espectáculo, que los padres de los 20 niños de 6 y 7 años asesinados por Adam Lanza no eran padres, que los niños estaban vivos, que fue un engaño destinado a justificar la orden de confiscar las armas de fuego.
Con una valentía sin fin, los padres lo demandaron por difamar, por mentir. Ganaron la demanda. Pero para los enfermos de armas les da lo mismo. No cambió su parecer.
El que mata gana
Como si fuese una carrera, como si fuese un juego: el que mata gana; el que mata más, gana más. El que muere, fue por algo. Por algo será, también aquí. El que quiebra un récord, lo gana todo. “Y si le hacemos callar a un liberal, mejor todavía”.
Las matanzas masivas en Estados Unidos son uno de los aspectos de una sociedad enferma. Porque así nos ven desde afuera: una sociedad enferma, un país con una obsesión demente por la muerte. Un país lugar donde la vida vale poco. Como en el Faw West de las películas de Hollywood, que no reflejaban la realidad.
No olvidemos los antecedentes. Aquí, la mitad del país luchó una guerra civil para quedarse con esclavos sobre los que inventó que no eran nada, ni humanos.
En esa guerra civil murieron 650,000 estadounidenses, parte de ellos civiles. Las batallas consistían en ataques frontales sin cuidado por las víctimas.
No fue hace mucho. Solo 165 años. El Sur no ha cambiado tanto. Eso sí, la mayor parte de su población afroamericana se fue al norte porque aunque con la Emancipación dejaron de ser esclavos, las leyes Jim Crow aseguraron que no gocen de derechos ciudadanos en el Sur.
La raíz histórica: la Guerra Civil
En esta serie, hemos ilustrado este proceso.
Escribía en “Raíces históricas de los delitos de odio”:
“Estados Unidos no fue el último país en abolir la esclavitud. Pero casi. Le siguieron dos: Cuba, entonces en poder de España, en 1886, y en 1888 Brasil, donde había más de ocho millones de esclavos, y lo hizo porque Inglaterra había prohibido el comercio transatlántico de esclavos. Sucedió hace muy poco, solo 154 años.
La emancipación estadounidense requirió una guerra civil increíblemente cruenta, en la que 620,000 hombres perdieron la vida, el 2% de la población y equivalente hoy a más de seis millones. Sus consecuencias persisten hoy en la economía, la cultura y las posiciones políticas”.
Hoy, afirmo que existe una correspondencia estremecedora entre la lógica esclavista que llevó a uno de los conflictos más sangrientos de la historia, la Guerra Civil estadounidense, y la lógica – o falta de ella – usada para justificar la tenencia de armas de fuego en manos privadas.
¿Para qué las quieren? Hace años, desde antes de que la Suprema Corte, en 2008, decidiera en el caso District of Columbia v. Heller que la Segunda Enmienda de la Constitución asegura el derecho de cada individuo de poseer armas de fuego, la justificación era inocua… ah, para practicar el “deporte” de la caza.
Los razonamientos ya no importan
Ahora que no hay tanta, pero tanta necesidad de simular, las armas que están acumulando frenéticamente después de cada matanza son para impedir… que les quiten las armas. Y para que quede más claro el sinsentido, se acompaña la explicación de un “vengan por ellas”, acompañado de múltiples clicks de cargadores y risotadas.
De la misma manera se justificaba el Sur, la Confederación.
Con fantasías y fake news. Porque eso de que los fake news y las fantasías que reemplazan la verdad son nuevos… también es falso.
Los razonamientos ya no importan. Si uno no parece convincente, se cambian.
Ya en 1866, cuando todavía humeaban los campos de batalla, (el expresidente de los rebeldes) Jefferson Davis y sus compinches alimentaban la idea de que la guerra se peleó no por los esclavos sino por los derechos de los estados. Así se desarrollo la Lost Cause of the Confederacy, la Causa Perdida de la Confederación, una teoría según la cual los esclavos, que por otra parte eran bien tratados, no fueron la causa de la guerra. Conel tiempo la idea se convirtió en la base ideológica del supremacismo blanco y neonazi.
Una falacia que sigue desarrollándose, repitiéndose ad nauseam, hasta el día de hoy. Una falacia que no encontró contrapeso, porque el Norte, desde Lincoln para abajo, quería la reconciliación más que los derrotados.
Sí, hasta el día de hoy existe en Harpers Ferry, West Virginia, el monumento a Heyward Shepherd, donde se defiende el concepto del esclavismo benevolente y civilizador.
Línea directa
Hay una línea directa entre este fetichismo de la esclavitud al fetichismo de la libertad para portar armas, que llevó a la existencia de esta gente de hoy, para quienes las armas son más sagradas que los seres humanos.
No importa que su ideario no sea consistente, ni lógico. Hoy mismo, para ellos, los demócratas – los liberales, ahora Trump usa mucho la acusación de “los comunistas y socialistas”, o Antifa, esa milicia inexistente – todos quieren quitarles las armas.
Vendrán por tí. Como decía Bob Marley: … Bad boys, bad boys whatcha gonna do? Whatcha gonna do when they come for you?
Vengan por ellas. Ese grito de batalla ahora resuena después de cada nueva matanza en la que, por supuesto, se demuestra que sería una excelente idea ir y quitarles las armas.
Pero ellos saben, o quienes los manipulan saben que ya es imposible. Ni con un ejército de ocupación eso sería factible.
Sepamos también nosotros. Repitamos juntos: es imposible confiscar los más de 300 millones de armas de fuego, entre ellos millones de ellos fusiles automáticos, verdaderas armas de guerra, verdaderos ejércitos populares, en manos de la población.
Un momento. También es incorrecto decir que hay suficientes armas en manos de civiles para que cada estadounidense tendría cuatro.
Es incorrecto, porque a la gente normal no le importa tener armas. Se concentran en un grupo muy pequeño. En relativamente pocos. Muchos menos tienen mucho más que cuatro cada uno.
Vengan por ellas
La mayoría del país, otra vez, quiere restringir la tenencia de armas de fuego. Quiere hacer “algo” para prevenir más matanzas. Le han dado a los demócratas mayorías en el Congreso para legislarlo. Pero los demócratas no se han atrevido. Así como no se atrevió a cancelar las leyes de Jim Crow y la segregación racial que duró hasta 1965, 100 años más.
Así como hace menos de 200 años el Sur estuvo dispuesto a matar (y morir) por poseer esclavos, ahora lo está por poseer armas.
Esta es la relación directa entre la lógica de los esclavistas y la de los fetichistas de las armas de fuego.
Y esa lógica es redonda. Se autosustenta. Puede vivir sin necesidad de la realidad. Ni de la convivencia humana. Lo veremos la próxima vez.
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