El debate sobre los orígenes del coronavirus que causa COVID-19 inició en 2020, cuando lo ignorado superaba lo conocido. El entonces presidente Trump lo bautizó “el virus chino” y usó el rumor de que se había originado en un laboratorio secreto en Wuhan, China, para negar su responsabilidad como mandatario.
Desde entonces, más de 103 millones de estadounidenses enfermaron y un millón murieron por el virus, con un total de casi siete millones globalmente.
El origen de la pandemia, una herramienta política
Esta semana el Wall Street Journal publicó que investigadores en el Ministerio de Energía consideraban como real pero “de poca seguridad” la posibilidad de que el virus “escapó” de un laboratorio. Este ministerio, que supervisa una red de laboratorios nacionales, no publicó detalles de su investigación, y no se sabe más.
Cuatro agencias de seguridad nacionales, en cambio, insisten en que el mal se originó en un mercado donde vendían animales enfermos.
El debate se volvió a encender, con tanta fuerza como hace tres años.
Ayer, el conductor de FoxNews Tucker Carlson sugirió que el gobierno chino desató el COVID para destruir las economías occidentales.
Millones se volcaron a las redes sociales con furia considerando ese informe como correcto y final. Piden castigar a los “culpables”. Ven conspiraciones tenebrosas de colaboración con el supuesto enemigo que para ellos es China.
La discusión, hoy como ayer, es política y no científica.
Anthoni Fauci y la ciencia bajo sospecha
Según una nueva encuesta, dos de cada tres republicanos creen en la versión del laboratorio chino, así como la tercera parte de los demócratas.
Un subcomité de la Cámara Baja, en manos de los republicanos, fue especialmente creado para investigar al Dr. Anthoni Fauci, por muchos años asesor médico jefe del presidente por supuestamente mentir acerca del laboratorio en China. Su culpa real es haberse reído en público cuando Trump afirmó que se puede curar el COVID con lejía.
El subcomité, liderado por el congresista Brad Wenstrup, celebrará en breve audiencias para reafirmar la versión del laboratorio, y acusó a la inteligencia estadounidense de ocultar la verdad.
Una pesadilla que llega a su fin
Estas respuestas, debates, investigaciones, castigos y maniobras no sirven la verdad. Al contrario, incentivan las dudas sobre la ciencia y los científicos investigadas durante la presidencia de Trump.
Mientras de eso se ocupan, el gobierno ha logrado doblegar los peores efectos de la pandemia. California dio ayer por terminado el estado de emergencia, y el estado de Nueva York, a fines de septiembre pasado . El departamento de Salud y Servicios Humanos lo hará el 11 de mayo.
La cantidad de contagios, aún alta, ha bajado; la de hospitalizados y fallecidos cayó en picada gracias a la vacunación, las medidas preventivas y las medicinas existentes.
Es hora de que los políticos dejen de utilizar la pandemia para fines partidarios, que desestabilizan al país, solo para desprestigiar y debilitar al gobierno, y que dejen las investigaciones a cargo, por una parte, de la ciencia médica, y por la otra, de los servicios de inteligencia que investigan el caso, para evitar que se repita.