El llamado “Título 42” no es un “título” de propiedad ni de nobleza, sino un código de una legislación o Acta dedicado a salud pública, seguridad social y derechos civiles. El así llamado título esconde una aparente operación encubierta contra la inmigración. Con ese fin se activó durante la presidencia de Donald Trump. Se pensaría que a falta de una ley de emigración a su medida bien podría retorcerse otra.
El virus de la discriminación
El detonante o la excusa para la activación de la (legislación) 42 fue la pandemia de covid del 2020. El desconocimiento en aquel entonces de su virulencia propició el atajo legal. La responsabilidad última, entonces y ahora, cabe achacarse sin embargo por igual a demócratas y republicanos por su inhabilidad para reformar la ley de emigración.
El “Título 42” del Acta es de uso preventivo, y se supone que acabe su vigencia cuando la pandemia esté bajo control, que sería cuando lo dijeran los responsables de la sanidad nacional.
En algunas partes del mundo hispano, el “Título 42” se describe con la expresión “devolver en caliente”, esto es: sin aplicar los acuerdos internacionales que protegen el recurso humanitario de emigrar. La depauperación, las guerras, las persecuciones, la violencia en general y otras causas bien tipificadas pasan automáticamente al congelador hasta nueva orden.
El Título 42 es de facto un escudo antiinmigración que, además, permite acelerar la deportación sin juicio previo.
La nacionalidad del dinero y la raza superior
Que quede claro, que si Biden extiende la aplicación del “Título 42” no lo hace para engañar, como Trump, pero lo aprovecha con el mismo fin.
Las diferencias entre ricos y pobres, de los llegados por la frontera suroeste, o de los huidos de las llamadas dictaduras de izquierda se tratan con desigual atención. Mientras los millonarios oficialmente “no emigran”, sino obtienen papeles por arte de birlibirloque (magia), o actores y cocineros extranjeros famosos se pasean con dobles nacionalidades convertidas en banderas de conveniencia, encontramos a los emigrantes de “a pie” marcados con el “sambenito” del infortunio.
Cunde la sensación en la ciudadanía de que si se emigrara a un país comunista y se huyera después (de ese país) al nuestro todo sería todo más sencillo. Ya surgió esta polémica con la reciente emigración de los enemigos de Putin. Una paradoja inquietante: Trump invitó a los noruegos a venir libremente, pero estos no quisieron: ¿por qué sería?
Ya ni las aves migratorias podrán desplazarse en paz. En poco tiempo serán abatidas las que no lleven un certificado de vacunación prendido de las alas. Será el “Título 42” para aves voladoras. Pues eso: ¡Que se mueran de frío en el Ártico!