En medio de balaceras, dolor y muerte, la Corte Suprema elimina restricciones en el uso de armas en público en Nueva York.
La enferma democracia de las corporaciones
El egocentrismo, pensar que somos una sociedad excepcional, daña siempre a una democracia, sobre todo cuando esta presume de ser como ninguna otra. Al mismo tiempo, al dejar todo en manos de las corporaciones, mismas que anteponen sus intereses muy por encima de los ciudadanos, nos llevan a fallos como el anunciado la semana pasada por la Corte Suprema: la eliminación de una ley de un siglo, con la que era necesario probar la necesidad de tener una arma, antes de poder portarla en público en Nueva York.
Si viviéramos en una sociedad donde la violencia a causa de las armas de fuego es la excepción y no la regla, eso podría tener sentido; pero cuando vivimos en una sociedad arrodillada ante el incremento de masacres con armas que fueron construidas para la guerra y no para portarlas en las calles o ser vendidas a cualquier individuo. Eliminar las restricciones en el uso de armas, no solo no tiene sentido, sino que esa decisión es totalmente enfermiza.
Uno de los problemas inmediatos es que no nos damos cuenta que poco a poco empezamos a normalizar esas tragedias. Además, en muchas ocasiones un tiroteo ya no es noticia, o es noticia durante unos días solamente. Pero después todo se olvida, y para subsanar el mal momento se aprueba, por ejemplo, una ley que prohíbe a los menores de 21 años el acceso a las armas, como si los perpetradores de los tiroteos fueran todos menores de edad. Pero hay que recordar que Stephen Paddock, el autor del tiroteo en Las Vegas, quien mató a 59 personas en 2017 desde el piso 32 de un hotel, tenía 64 años; y Omar Mateen, individuo que le quitó la vida a 49 personas en un bar gay en Orlando en 2016, tenía 29. Incluso, algunos de los menores que han sido los autores de otras balaceras, no han comprado las armas ellos directamente, sino que algunas eran de su familia.
Las restricciones para las armas y una ley histórica
Eso sí, la ley firmada por el presidente Biden la semana pasada, recibida con bombo y platillos por grandes medios de comunicación y algunos expertos, solo endurece los requisitos para que jóvenes de 18 a 20 años puedan comprar un arma, pero no las prohíbe. Claro que se incluyó a quienes ejercen violencia doméstica y se anima a los Estados a adoptar medidas más estrictas, pero eso fue todo y se califica como “histórica”.
Esa noticia fue titulada por muchos medios de comunicación como: Joe Biden firma histórica ley sobre el control de armas y afirma que “salvará muchas vidas”. Es una vergüenza que no solo la ciudadanía, sino organizaciones contra la violencia, no se levanten ni se organicen para salir a protestar a las calles.
El problema es que estamos hablando de una decisión emanada de la Corte Suprema de Justicia, una institución que, más que por ideología o por negocio, debería de ver por el bienestar de la población que representa. Pero tal parece que todo eso está perdido, y no solo permitimos la venta de rifles de asalto que en unos segundos podrían aniquilar a un grupo de estadounidenses reunidos en cualquier esquina, sino que ahora eliminamos obstáculos para adquirir un arma y andar con ella a plena luz del día en una de las ciudades más importantes y pobladas de la nación y del mundo. El problema es que esta decisión puede ser utilizada para eliminar otras leyes similares en otros estados, como en California.
¿En qué cabeza cabe tal decisión?
Tal parece que las 21 víctimas, incluyendo 19 niños de 7 a 10 años en Uvalde, Texas, o los 12 afroamericanos asesinados en un supermercado en Buffalo, Nueva York, no significaron nada para este grupo de letrados, supuestamente más inteligentes o por lo menos con más información que el resto de la población. Pero hoy, lejos de ayudar a esa sociedad a liberarse de la violencia de las armas de fuego, simplemente facilitan el acceso a portar un arma.
Resulta totalmente incomprensible, sobre todo en un momento en que hay más balaceras que días en el calendario, con 390 millones de armas registradas a nombre de civiles en la nación. De hecho, solo en 2020 más de 45 mil estadounidenses murieron en un incidente en el que se involucró al menos un arma de fuego.
He leído algunos artículos que culpan al conservadurismo, a Trump y a la extrema derecha. Pero ante tal nivel de violencia que vive Estados Unidos, enfrascarse en una argumentación de carácter ideológico no nos llevará a nada. Lo que sí deberíamos tener presente es que a la mayoría de la población, de cualquier ideología, le gustaría ver más restricciones en el uso de armas, según encuestas, pero tal parece que la Corte Suprema y los políticos no escuchan; ellos solo atienden el llamado de las corporaciones, que son las que mandan en este país.
Así que mientras las armas sean un negocio lucrativo, no importará si las víctimas son de derecha o de izquierda. Este nivel de violencia seguirá, no solo ante sus ojos, sino a consecuencia de fallos totalmente enfermizos y fuera de toda lógica, como el realizado la semana pasada por la Corte Suprema de Estados Unidos.