La culpa de todos
Es una de esas mujeres que llama a la muerte, sentenció una amiga. Sus palabras me retumbaron en las sienes y me aturdió la posibilidad de que una persona pudiera existir solo en el dolor. Estábamos hablando de los muchos funerales a los que hemos ido en los últimos meses: COVID, infartos, suicidios y balazos. No nos hemos quitado el luto.
Esa frase me dejó pensando, ¿será que una persona puede atraer la muerte solo por existir? ¿Estamos predestinados al sufrimiento? ¿Somos imanes de la desgracia? Con los cientos de tiroteos que hay cada año en Estados Unidos, no creo que la tragedia sea una cosa del destino, ni el luto del azar. Somos culpables y cómplices. Somos lo que dejamos a otros hacer.
Las familias de Uvalde, Texas, no sufren porque así lo quisieran ni porque hay una maldición en sus genes. Lloran porque les fallamos. Las dos maestras y los 19 niños y niñas fueron asesinados también por el sistema, por la impunidad, por el tráfico de influencias, por el silencio, por los recortes presupuestales, por la corrupción y la indiferencia. No toda la culpa es del gatillero.
La muerte nos ronda a todos, cierto. El único camino recto que recorremos es al cementerio, verdad. Pero nadie debería ser forzado a recorrerlo de una manera tan violenta y nosotros en este país de las libertades seguimos acumulando cuerpos que, al final, sirven de abono para ambiciones políticas que lucran siempre con las vidas ajenas; como ejemplo, los legisladores arizonenses.
Después del tiroteo escolar en Texas, se reabrió el debate de control de armas en la Legislatura de Arizona. El tema se polarizó en partidos políticos, como siempre. Lo que debía ser una conversación centrada en el dolor del pasado y las ganas de evitar más lutos forzados en el futuro, se convirtió en un debate preelectoral. Poco se habló de garantías y derechos y mucho de opiniones y suposiciones.
Mientras los demócratas exigían pasar una propuesta que endureciera los requisitos para comprar o vender un arma de fuego, una legisladora republicana aplaudió a la policía de Texas que esperó una hora para actuar en el tiroteo masivo activo. Otro senador republicano hasta dijo que las masacres pasaban “porque les hace falta Dios en las escuelas”. Se fueron por la tangente. Para ellos, la solución a estos ataques violentos es más armas: maestros con pistolas, veteranos con rifles, civiles entrenados y voluntarios listos para jalar el gatillo en otra circunstancia similar.
Los demócratas pidieron más que oraciones y plegarias; propusieron aumentar la mayoría de edad para adquirir un arma, revisiones de antecedentes penales y hasta exámenes de salud mental… pero para los que no tienen sentido común, esta fue considerada como una medida radical, y no prosperó en la legislatura.
¿De verdad piensan que las armas son la respuesta? No. La violencia no se erradica con más violencia ni con clases de catecismo ni con condolencias a medias.
Nos falla la memoria colectiva en cuanto se enfrían los cuerpos; por eso, cuando aún arde la sangre, es cuando debemos general el cambio. La mía todavía arde, ¿y la tuya?