El temor a contagiarse del coronavirus lleva a millones de ciudadanos estadounidenses a proponerse votar por correo en lugar de acudir personalmente a las urnas.
El voto por correo no es nuevo; ha sido por años una alternativa popular al voto personal. En 16 estados, más de la mitad de los votos llegan por correo.
No llega a tiempo
Pero el fin de semana pasado, el correo advirtió a los estados que podría no alcanzar a procesar esos votos a tiempo, como consecuencia de los recortes en maquinaria y horas laborales impuestos por su nuevo director general Louis de Joy, precisamente con ese propósito.
Dos días antes, el presidente Trump anunció abiertamente su oposición a financiar los miles de millones de dólares necesarios para su normal funcionamiento, reconociendo que eso incrementaría los votos por correo.
Trump ya ni siquiera se molesta en esconder su propósito de impedir que estos comicios reflejen la voluntad popular y de hacer todo para quedarse en la Casa Blanca, aunque el pueblo no lo quiera.
Y si bien De Joy anunció posteriormente que todos los cambios se suspenderán hasta después de las elecciones – reconociendo lo que negaba hasta ahora, esto es, que estaban íntimamente ligados al proceso de votación – su credibilidad es nula.
Fraude electoral
A 77 días de unas elecciones presidenciales cruciales y ante la evidencia de su pérdida de popularidad, Donald Trump y sus cómplices están montando una maquinaria multifacética de fraude electoral.
Una de sus partes más importantes es la destrucción de la capacidad del Correo federal de llevar a destino millones de boletas electorales el 7 de noviembre.
Se calcula que unos 80 millones de votantes, un número récord, utilizarán la opción legal que sus estados les proporciona de enviar sus papeletas por correo para evitar el riesgo de contagiarse del COVID-19. Para ello se necesita reforzar la capacidad operativa del correo. Trump y sus aliados hacen todo lo contrario.
La tarea de destrucción comienza a cargo del mismo presidente con su repetitiva y falsa acusación de que el voto por correo equivale al fraude. El mismo fraude en el que él mismo incurre y promueve.
Un ataque falso y de lógica torcida, porque el mismo Trump y su esposa han pedido votar por correo y porque ha alabado ese voto en estados como Florida, en manos de los republicanos.
Desmantelar la infraestructura
La tarea de destrucción sigue a cargo del mismo director general de correos, Louis de Joy, acaudalado donante y aliado de Trump quien llegó al puesto hace escasos dos meses.
Se trata de desmantelar la infraestructura para que no sea capaz de cumplir con la tarea de llevar las planillas de voto por correo a destino.
De Joy comenzó esto al anular las horas extra de los carteros y procesadores. A ello siguió la destrucción física en varios centros urbanos de máquinas de sorteo de correo, por valor de millones de dólares, para impedir que lleguen los votos a las centrales de conteo.
Mientras la Cámara de Representantes anuncia el retorno a sesiones para debatir una ley que proteja el voto por correo, portavoces de Trump como el jefe de personal de la Casa Blanca Mark Meadows y el líder de la mayoría republicana en el Senado Mitch McConnell niegan el problema. McConnell ha rechazado hasta ahora los pedidos de convocar al Senado para aprobar un paquete de ayuda para el Correo, diciendo que no es necesario. Eso se agrega a las poco confiables declaraciones conciliadores del mismo De Joy.
Porque mientras, siguen complotando para desvirtuar la voluntad popular en noviembre.
La mejor respuesta: participa
Recordemos que si bien el Correo federal es el único autorizado para llevar votos, es posible depositar las boletas electorales en ausencia a los centros de votación sin necesidad del correo.
Pero la mejor respuesta a este ataque frontal contra la democracia es una movilización popular de votantes tal que la derrota de Trump sea decisiva e inapelable, contundente y no marginal. En todo el país, pero en especial en los llamados “estados de campo de batalla”: Colorado, Florida, Iowa, Michigan, Minnesota, Nevada, New Hampshire, North Carolina, Ohio, Pennsylvania, Virginia, y Wisconsin.
Es lo mínimo – no lo máximo – que podemos hacer. Si somos ciudadanos y no lo hemos hecho, registrarnos para votar. Si no lo somos y tenemos este derecho, naturalizarnos ya. Y en todo caso, colaborar y promover la participación en el proceso político.