Hasta ahora, los datos en la región latinoamericana no son alentadores: aquí vive el 6% de la población del mundo, pero ha contribuido con el 28% de los muertos por la pandemia.
Los que viven en otro mundo
Sin embargo quien ocupa la presidencia del Brasil, el excapitán Bolsonaro, continúa insistiendo en que se trata de una “gripiña”. Sigue pronunciando su anhelo de lograr la “inmunidad de rebaño, por vía natural”.
Ciertamente hay seres que todavía viven en realidades alternativas.
Pero la lógica en la vida es inexorable. Los mitos duran hasta que la realidad nos alcanza y nos golpea. Y está golpeando fuerte en la región. Eso se relaciona con la aplicación de políticas particularmente internas.
A fin de enfrentar la pandemia, las naciones tienen diferentes condicionantes en términos sociales en general, de inequidad y pobreza en particular. En la medida que existan mejores niveles de desarrollo, mientras más capacitadas estén las poblaciones y cuenten con mayores oportunidades en el empleo, mientras menores contingentes de pobreza se encuentren presentes, menores serían los traumas a experimentar.
De manera general, cuando las naciones más desarrolladas enfrentan situaciones de crisis como la derivada de la actual pandemia, de recesiones o caídas de la producción, son tres los efectos fundamentales en las naciones más dependientes, entre ellas las latinoamericanas.
Tres efectos de la crisis en Latinoamérica
En primer lugar, tienden a disminuir los precios de las materias primas que constituyen, en buen grado, un contingente importante de exportación de varios países de la región.
Un segundo aspecto: tienden a disminuir los montos de la demanda de los productos que importan los países de mayor desarrollo.
Finalmente, un tercer componente: hay bajas en los montos de las remesas familiares, fondos que son importantes para muchas naciones como México, Ecuador, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Haití y hasta cierto punto Colombia.
En particular han caído las remesas que se originan en España –el país europeo que presenta graves afecciones en esta coyuntura. Según un reporte reciente de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) las remesas desde España representan un 1.5 por ciento del total de producción anual de Ecuador y un 0.4 por ciento de la producción total de Colombia.
Se calcula que, para el primer semestre de este año, estos envíos habrían disminuido en un 22% en Ecuador y un 14% en Colombia.
En cuanto a las condiciones de desarrollo, en Latinoamérica es posible identificar tres grandes grupos de países, en función de los ingresos per capita, los índices de pobreza no extrema, de indigencia y de egreso o gasto social de los gobiernos.
Los tres grupos de países
Siempre de conformidad con CEPAL y muy en particular en condiciones pre-pandemia, el primer grupo lo integran Chile, Costa Rica, Panamá y Uruguay. Cuentan con un ingreso por persona de 6,600 dólares anuales, la pobreza es cercana a un 20 por ciento y la indigencia o pobreza extrema llega a 7 por ciento.
En un segundo grupo están Colombia, México y hasta cierto punto Argentina. En estas naciones el ingreso anual por persona se aproxima en promedio a los 5,300 dólares. La pobreza es de 35 por ciento y la pobreza extrema alrededor de 15 puntos porcentuales.
En el grupo más vulnerable se ubica lamentablemente la mayor parte de los países latinoamericanos: Bolivia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Paraguay, Perú, República Dominicana, Guyana, Venezuela y Haití. El ingreso anual per capita es de 2,000 dólares, la pobreza supera la mitad de la población (52%) y la indigencia cubre a una cuarta parte de los habitantes en cada país (26%).
De esa cuenta, no es de extrañar que Uruguay, Costa Rica y Chile, por ejemplo, presenten un mejor panorama para enfrentar la crisis. La ampliación de su demanda interna los protege al no estar dependiendo en tan alto grado de las exportaciones.
En el caso de Venezuela es el desquicio. Es terrible para un país que constituye la potencia petrolera latinoamericana. La situación es particularmente grave, puesto que sus exportaciones se concentran, en un 93%, en el petróleo y sus derivados.
Por otra parte, la diversificación de mercados favorece con más énfasis a México y Brasil. Para 2020, el principal mercado de los productos brasileños es China, perdiendo Estados Unidos el primer puesto y la posición hegemónica que tenía. Aparte de ello y aún con sus problemas, los países del Mercado Común del Sur manifiestan una importante demanda, situación que permite utilizar más ampliamente, las capacidades de producción instaladas de Brasil y Argentina.
Raíces de los problemas
En todo caso, muchos de los problemas de capacidad institucional de los gobiernos, de gobernabilidad y gobernanza, pasan por el hecho de que muchos países de la región venden bienes con poco valor agregado, y compran bienes con alto valor agregado y por tanto a precios más altos.
Para cubrir ese déficit, los gobiernos destinan fondos propios, lo que disminuye su capacidad institucional y por otra parte se incrementan los niveles de deuda externa, algo que favorece a las grandes corporaciones financieras mundiales.
Ahora con las variantes alfa y delta del Covid-19, la crisis puede adquirir renovadas coberturas y profundidades, pese a los notables esfuerzos que se hacen con la vacunación masiva. Si la crisis se profundiza y sobre todo si persiste en Estados Unidos es casi seguro que la vulnerabilidad alcanzará no sólo a México, sino también a las pequeñas economías de Centroamérica y El Caribe.
La razón es clara: la potencia del norte por tamaño (con sus 330 millones de habitantes contribuye con el 28 por ciento de la producción total mundial) y su capacidad de demanda, es el mercado natural de la extendida región mesoamericana y hasta cierto punto de los países de la zona Andina.